Capítulo 10

53 5 23
                                    

—¿Por qué Alf? 

—¿Qué? —Alan me mira confundido. 

—El perro, ¿por qué le pusieron Alf? 
—Aclaro acariciando al animal. 

—Ah, eso. No lo sé. Leslie le puso el nombre, no se de dónde lo sacó.

—Siempre quiero tener un perro, pero mis padres no me dejan, por qué no se hacen responsable de recoger sus necesidades—, hago una mueca—. También quería tener una ovejita como mascota, pero no me lo permitieron. Oh, no sé si te conté que tenía un gatito. 

—¿Y qué paso con el gato? —me presta atención. 

—Me lo envenenaron. 

Entrecierro los ojos al ver que Alan hace una mueca para no reírse. 

—No te rías Alan. Duré un mes y medio de luto por ese animal.

—¡Alan! Pon los platos en la mesa.
—Grita desde la cocina la señora Margaret. 

—¿Por qué tengo que hacerlo yo? Ahí está Leslie, ella lo puede hacer por mí. —Se queja 

—No seas testarudo Alancito, y haz lo que te dice tu mamá. —Le doy unas cuantas palmadas en la espalda antes de ir donde Leslie, que está mirando una caricatura en la tele sentada en el sofá.

Esta mañana Frank me preguntó si quería venir a cenar esta noche con él, con Margaret y con Alan. Y aquí estoy. 

La verdad, ya hace más o menos un, tiempo la última vez que vine aquí a cenar con ellos, creo que fue en año nuevo.

Después de haber cenado con mis padres, claro.

Cuando la mesa esta lista vamos todos y nos colocamos en los asientos. 

—¿Cómo te va en los estudios Nick? 
—Pregunta la mujer de cabello color negro canoso, frente a mí. 

—Me va bien la verdad, en algunas materias, más que otras, pero bien.

—¿Qué tal tu vida amorosa? —Pregunta esta vez Franck observando a Alan con una sonrisa divertida.

—Bueno, la verd...

—¿Eres gey? — me interrumpe Leslie comiendo de su pasta tranquilamente. 

La observo sorprendida por la pregunta.

Franck observa a la niña como con orgullo total. Su madre la mira como si la desconociera totalmente y Alan al parecer le importa más su plato que las personas que están a su alrededor. 

—¡Leslie Por Dios! ¿Quién te enseña esas cosas? —Le reclama su madre, y luego mira a Alan enojada.

El chico a mi lado se encoge de hombros.

—Yo no tengo nada que ver. —Franck habla esta vez ocultando su emoción, y le pasa una golosina a su hija sin que Margaret lo note.

Luego de unos cuantos ratos charlando al final de todo la pasamos bien, fue un momento agradable reírme de los cuentos vergonzosos que contaba la mamá de Alan sobre él.

Vi la hora en mi móvil, era ya un poco tarde, pero Alan optó por ver alguna película en su portátil. Después de todo mi casa queda al frente.

—¿Cuál pongo? —observo la aplicación de Netflix abierta. Hay muchas pelis, pero no encuentro una que me llame la atención. 

—¿Por qué mejor no pones una de terror? —sugiero. 

Asiente, y lo busca.

—¿Ese? 

No me fijo muy bien en el nombre, pero tiene de portada una muñeca con la cara toda deforme y ensangrentada. 

Le da a reproducir cuando accedo. Alan tiene la computadora en sus piernas, a sí que me a corruco más junto a él para poder ver mejor. 

Soy consciente de que estamos tan cerca que puedo sentir el caliente de su cuerpo y oler su agradable olor masculino.

Estábamos a mitad de la peli y ya sentía mis parpados pesarme. Encendí la pantalla de mi móvil para ver la hora.

Eran las 12:30, no podía creer que esa película durará tanto. Ya quiero ir a dormir.

—Oye. —Le pincho la mejilla con mi dedo para que me mire y lo hace. —Ya es tarde, creo que debo irme.

No hay mucha luz en la habitación, pero gracias a la claridad del aparato encendido puedo ver la intensidad de sus ojos negros al mirarme. 

No responde de inmediato, solo se queda observándome por unos segundos que para mí parecen eternos. 

Va cortando la distancia poco a poco y yo siento como si me estuvieran robando el oxígeno. 

Siento que mis mejillas arden y seguro que están rojas en estos momentos. 

—Quédate a dormir conmigo. —Sugiere aun mirándome.

Me pilla por sorpresa su comentario y no se que responder.

—Por favor... —lo dice casi suplicándome.

Ladea la cabeza esperando a que diga algo.

Lo observo por un momento un poco confundida. He dormido con Alan muchas veces, por ejemplo: cuando vamos a hacer maratón de películas o algo por el estilo. Pero que me lo pida esta vez, de repente me sorprendió un poco.

—Ni siquiera voy con ropa cómoda para dormir... —Respondo.

—Yo te puedo prestar una de mis ropas, seguro que te quedarán un poco grande, pero eso no importa.  —habla mediante se levanta para buscar algo en su clóset.

Me lanza una camiseta gris que, observándola bien seguro que me va a quedar como un vestido de larga que es. Y unos de sus pantalones de chándal de color negro. 

Dice algo que no puedo escuchar muy bien y sale de la habitación con algo en las manos. Yo aprovecho para colocarme la ropa que me ha dado.

¿Saben estos vagabundos que a veces aparecen en el parque? Así mismo me veo yo con esta ropa puesta. ¿La única diferencia? Ninguna. 

Pero a pesar de todo es bastante cómoda, está calentita y huele a él. 

Veo a Alan entrar, pero esta vez lleva puesta ropa más cómoda.

Después de enviarle un mensaje a mi hermana avisándole que no dormiría en casa, no espere su respuesta y apague el móvil. 

Una vez que Alan apagó las luces, los dos nos arropamos con el edredón, él se acercó y pegó mi cabeza en su pecho haciendo que yo lo rodeará la cintura con mis brazos.

Mis párpados comenzaron a cerrarse solos en cuanto Alan comenzó acariciar lentamente mi cabello.

—Buenas noches, Nicki. —agacha un poco la cabeza y deposita un beso en mi cabeza. 

—Buenas noches, Alan.





Alan & NickWhere stories live. Discover now