NUEVO JUEGO

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No importa de qué religión hables, o de que dios quieras creer, hay una regla simple en este juego de la vida. Si un día quieres alcanzar el paraíso, primero tienes que enfrentar un infierno.

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Qin.

Qin, tienes que despertar.

Qin.

Qin no sueltes nuestra mano.

¡Yíng Zhèng! ¡Despierta!

Qin, mi amor, no me dejes.

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Fue una bocanada de aire lo que lo hizo abrir los ojos.

No tenía idea en donde estaba, parecía una cueva, el olor a moho y a humedad invadían sus fosas nasales mientras miraba alrededor. ¿En dónde estaba? El emperador se puso de pie, mirando diferentes trapos húmedos, o ropa desgastada, siguiendo el camino de luz que se veía al fondo y al llegar, vio el peor de los paisajes.

¿Qué diablos era ese lugar tan frio, caótico y lleno de criaturas que destruían todo a su paso? ¿Esto era el Helheim? No, no podía serlo, era otro lugar. ¿Dónde diablos estaba? ¿Cómo había llegado allí? ¿Cómo?

Escuchó los charcos en el suelo siendo pisados, lo que lo hizo voltear a verlo. Un niño, semidesnudo, corriendo con todas sus fuerzas, descalzo, dejando un camino de pisadas de sangre por lo desgastados que estaban sus pies. Fue cuando vio ese cabello blanco volar en el viento, y esa mirada fugaz que se dieron, donde se encontró con unos ojos violetas que lo supo.

Hades. Era Hades.

— ¡Hades! — gritó, mirando al niño que seguía corriendo.

Decidió seguirlo, corriendo detrás de él, pero el niño no se detenía por más que gritaba su nombre. Lo vio correr y meterse en una pequeña cueva, por lo cual, por primera vez en su vida, agradeció que su tamaño no fuera enorme, y que su cuerpo petite, fuera perfecto para entrar y ver al niño, sentarse en el suelo.

Notó que estaba delgado, herido y cansado. Pudo notar diferentes heridas en su cuerpo, eran como mordidas de alguna criatura, no eran dientes humanoides al menos. Notó que cargaba consigo una especie de bolsa improvisada que había hecho con sus ropas, al menos entendía ahora que estuviera semidesnudo. Y al parecer, el niño no notaba su presencia. Lo comprendió, estaba viendo un recuerdo, no estaba viviendo ese momento, era como si estuviera dentro de la mente de Hades. Viendo su vida.

Acabó por ver como el niño sacaba de su bolsa improvisada diferentes pedazos de carne destazada. No tenía idea que diablos era o a que le pertenecía esa carne, pero vio al niño comenzar a engullir como podía de ella, desesperado por alimentarse, mirando a todos lados mientras lo hacía, como si estuviera cuidándose de cada cosa, como un depredador temiendo de que le roben su presa. Podía escuchar los gruñidos y pequeños gimoteos que comenzaba a soltar, mientras seguía comiendo.

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