III - A medio camino hacia el mar - Parte I

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                Los paisajes sepia se volvieron cada vez más comunes a medida que Ari y Sotus se alejaban de la capital. A paso lento llegaron a Coventry, con la luz suave de un sol que estaba por rozar las montañas. Era un distrito rural con aldeas formadas por pequeñas casas de adobe y techos de arcilla, esparcidas a lo largo de Lonrod, la vía principal que atravesaba el reino. Ari, a caballo, iba sumido en un estado de sopor, producto de un viaje extenuante, de noches con raíces y piedras como almohada y otras contrapuestas a las de su ciudad, con las comodidades que conllevaba ser el hijo de un estelar. Avanzaron luego de rodear una colina, hasta llegar al primer poblado con tintes de apariencia urbana que habían visto en días. Sobre el tejado de la entrada de la edificación central, un letrero de madera vieja escrito con palabras en lenguaje común que decía: "Posada Medio Camino" Por la cristalera de la puerta, se podía ver a Levana, sentada detrás de un mostrador. Sotus tocó la campanilla y ella salió a recibirlo. Era una mujer menuda de unos sesenta años de edad, vestida con ropas de lana color azul, botas y un sombrero de paja en la espalda.

—Mi Señor. Señorito. Sean bienvenidos a la Posada Medio Camino. Pónganse cómodos mientras registro su entrada.

                La posada tenía solo dos pisos, el inferior era un espacio abierto con una pequeña recepción en donde había un sillón bien conservado, un bar con algunas pocas mesas y una tienda con una gran cantidad de suministros para viajeros. En el superior, se ubicaban las habitaciones.

—¿Podría darnos la llave de nuestra habitación antes? —preguntó Ari, con voz cansada, desde las escaleras—. Necesito darme un baño. Hace mucho calor.

—El registro no tomará más de dos minutos, mi joven señor. Y me temo que en esa petición, no podré ayudarle, aquí no tenemos bañeras. Pero podrá encontrar una esponja y un balde con agua limpia a mano izquierda, justo al entrar. -respondió Levana con voz amable. Registró algunos datos en un libro, lo giró hacia Sotus y señaló un espacio en blanco-. Su nombre aquí, mi señor.

Sotus se quitó los guantes y garabateó una firma.

—Muchas gracias. —dijo Levana mientras guardaba el libro—. Iré a dejar sus caballos al establo. Aquí está su llave.

—¿Por qué tantas formalidades Levana? —dijo Sotus con la mirada fría. Luego, lanzó las llaves a Ari quien las atrapó al vuelo.

                Alcanzó a escuchar un "descansa" de la boca de su padre pero él subió por las escaleras al instante, sin más. Sotus, continuó con voz pausada e intimidante, la conversación con su anfitriona.

—Cierto, ya no eres una niña... Relájese, mi señora Levana, yo me encargo de los caballos. Dígale a Cuyén que estaré en los establos.

—Mi marido no se encuentra, mi señor. Salió hace unas horas. —respondió Levana con voz calmada.

—¿Sabe a donde fue?

—No, mi señor, no dijo a dónde iba.

—Cuando regrese dígale que me vaya a ver.

—¿A su habitación?

—No, estaré afuera.

                Sotus salió de la posada, recogió su cabello en una larga coleta con una cuerda y condujo a los caballos por el sendero que llevaba a los establos. El olor a heno fresco llenaba el ambiente, cuando estuvieron cómodos en sus pesebreras, salió a caminar sin rumbo por los alrededores hasta que, en la cima de una pequeña colina, vio un enorme nogal de ancho tronco. Se acomodó entre las raíces que se enterraban y sobresalían como tentáculos de un monstruo subterráneo y sus párpados cayeron, pesados. El sol rojo se hundió por fin en el horizonte de occidente y el viento frío le trajo recuerdos de otros tiempos.

                Ari, aún en el portal de su habitación y a oscuras, trataba de entender porque su padre lo obligaba a dormir en buena cama, mientras él prefería el frío, la hierva contra su piel, las raíces y las rocas como lecho y la cúpula del cielo como casa. Siempre fue así. Incluso, las pocas veces que tuvo permitido pasar la noche en su taller, lo obligaba a llevarse sus sábanas de seda y su almohada.

CICLOS ARCANOS - En los Templos del Caos - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora