V - Lexadur - La Ciudad del Templo

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—¿Enviaste el informe como te pedí? —preguntó Sotus mientras el camino se volvía nuevamente más escarpado. 

—Lo haré en cuanto lleguemos a Lexadur. Aún no he terminado con los cambios que solicitó —respondió Ari, como si quisiera evitar la pregunta.

—Tuviste tiempo de sobra. ¿Qué estabas haciendo?

—Quería despedirme de Kimi.

—Lo primero que haremos será visitar a Silvanis. —Sotus prefirió cambiar de tema—. Esperemos que tenga suficiente grano para ayudar al reino. Si no pagamos nuestras deudas quien sabe que represalias tomarán las otras naciones.  Después, iré al palacio de la gobernación y tú irás a la Taberna de Lluvia. Esa señora rumorosa tiene una pequeña pero acogedora posada en los pisos superiores. Quiero que termines ese informe antes del anochecer y lo entregues a la oficina del cuerpo de carteros.

—Ni siquiera sé por qué tendría que realizar esos cambios en primer lugar —respondió Ari, con un tono que denotaba cierta molestia.

—No estás hablando como Aribell, el secretario cortés del reino, sino como Ari, el hijo malcriado de Sotus. Pero es mi culpa, he sido demasiado blando contigo. —continuó Sotus, con voz tan firme que no necesitó elevarla para que Ari sintiera en su piel, la autoridad que emanaba de él—.Presta atención, Aribell Deodriellis, porque quien te hablará no será Sotus Eodriell, tu padre, sino el ministro, tu superior. Y a pesar de que esa, debería ser razón suficiente para que sigas mis órdenes sin objetar, te explicaré los motivos: Uno, el informe que realizaste se siente muy personal. Si deseas hablar sobre tus sentimientos, objeciones y opiniones sobre cómo el rey y la cámara de Lores deberían funcionar, cómprate un diario. Dos: No tienes autorización para traer contigo ningún instrumento que no esté avalado por el consejo de innovación. Y tercero: ¿En serio quieres que se enteren de que gracias a ti murieron tres personas? Ese hombre hubiera tenido un juicio justo...

—¿Ese hombre? Brais, ¡Su nombre era Brais! —La ira relampagueó en sus palabras.

—¡No necesito conocer su nombre para saber lo que era mejor para todos, ni mucho menos para hacer cumplir la ley! —respondió Sotus, en voz alta—. A ese hombre, Ari, le esperaba un juicio justo y si lo condenaban, ¿sabes cuantas comidas al día hubiera tenido por cinco años? ¡responde!

Ari apartó la mirada en silencio. Nunca había visto a su padre tan enfadado.

—¡Dos! —continuó Sotus—. Mucha más comida de la que estaba teniendo y su hija, ¡su hija Ari! hubiera estado con los otros cinco niños que enviamos al centro de restauración de Prium para ser atendida de urgencia por hombres y mujeres especializados en alterquia de curación.

—Lo sé, por eso escribí el informe de esa forma. Pero ahora quieres ocultar todo. —respondió Ari en voz baja—. ¿Tú no eres el que siempre le gusta informar al detalle y decir siempre la verdad?

—¡Mereces un año de cárcel, Ari! Tienes cargos por desobedecer órdenes directas, obstrucción de la justicia y negligencia. Y que los dioses nos libren de la pesadilla que sería si la Cámara de Lores se enterara de tus actuales pensamientos sobre ellos. ¿O es que no lo entiendes?

—Lo que usted no quiere es tener que dar la cara y abogar por mí frente a Riff. Siempre es lo mismo. Y otra cosa, padre, por si lo ha olvidado: dice que no puedo utilizar mi invento porque no está avalado, pero yo tengo permiso para inventar lo que desee. Siempre hablas de que los tiempos del viejo rey se terminaron, pero actúas como si por inventar cosas, el reino aún te castigara con la muerte, como si todavía existiera en nuestras tierras ese bosque que devora infantes y como si por robar, aún se castigara cortandote las dos manos. El mundo está cambiando. Yo solo quiero ayudarlo a cambiar en la dirección correcta.

CICLOS ARCANOS - En los Templos del Caos - Libro 1Where stories live. Discover now