VIII - El páramo de Roinn Pobail - parte II

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Resumen del cap anterior: Kol, Ronko, Egger y Teru atraviesan el páramo para dirigirse hacia el nuevo templo que se encuentra en la aldea de los roinnasi y en su camino, una extraña criatura cual oruga lo atacó. Teru esta mal herida, pero como es la única alterda, con poder de sanación en el grupo, los fieles de han amontonado alrededor de ella para ser curados. Lluvia, ha llegado a calmar las cosas...

                 De pronto, una mujer se abrió paso entre la multitud y con el rápido golpe de una vara bajó el brazo de Teru y cerró su boca. Su nombre era Lluvia, la tabernera, una mujer de contextura gruesa y de mediana edad, de piel tostada, de cabellos grises como su nombre y un genio conocido incluso más allá de las grandes puertas de la ciudad.

—¿Tú estás loca muchachita? Acaso no sabes lo que pasará si usas un hechizo en ese estado? ¡Que la diosa me de la paciencia que necesito! y ustedes —continuó mientras señalaba con la vara a Bikendi que se encontraba de rodillas junto a su hijo. Esperen un poco, Kol viene en camino con ayuda.

—Mi hijo no tiene tiempo de esperar a ese inútil, ¡apártate vieja! —dijo Bikendi con voz amenazante —deja que la niña termine lo que iba a hacer.
—Ella no puede hacer nada por ustedes, —replicó Lluvia en voz alta—. Si acaso, podría salvar solo a este joven, pero a cambio perdería su vida. Si ella muere, estarán privando al mundo de otra alterda más y quién sabe cuántos morirían debido a eso.

Murmullos dieron vuelta por el círculo, Bikendi se incorporó y antes de decir algo un hombre le escupió con ganas el rostro "la señorita Teru es sagrada", otros recogieron piedras del suelo sin quitarle los ojos de encima y algunos, caían resignados de rodillas. Lluvia le dio a beber un poco de agua traída en cantimplora desde una laguna cercana y de pronto, se escuchó el sonido de un cuerno, grave y alargado. Enseguida, el estruendo de una exploción hizo girar la cabeza a todos. Llamas que terminaban en una columna de humo se desprendían de la criatura que, unos cien metros más allá, había devorado ya a mas de cincuenta mujeres, hombres y niños.  Kol regresó con ayuda. Eran unos treinta hombres Roinnasi que cabalgaban a toda prisa junto una mujer de raza Álbica, quien había invocado de la nada, un rayo de fuego que abrasó aquel engendro y lo dejó retorciendose mientras daba chillidos. Su cabello de luna nueva y piel rosa pálida contrastaba con las vestiduras oscuras que llevaba. —¡Solo puedo hacer eso, el resto depende de ustedes! —dijo en voz alta mientras daba la vuelta hacia la muchedumbre que se desperdigaba.

—Has hecho suficiente mi señora, ve con Teru, nosotros nos encargamos. —Respondió en alto Kol, al tirar de las riendas y espolear su caballo, para seguir a los Roinnasy que se precipitaban alrededor de la bestia, dando cortes en la carne chamuscada y flechazos.

—¿Aún puedes continuar? —preguntó Egger, mientras hacía alarde de sus habilidades con la lanza, en un intento por ocultarle a Ronko su falta de aliento y las piernas que le empezaban a flaquear.

—Ve con Teru, terminaremos esto pronto —respondió Ronko con voz áspera.

—Como si eso fuera a pasar —dijo Egger con la sonrisa cansada y los ojos apagándose por momentos—. La praeda fue por ella, estará bien.

—Estás por encima de tu límite —gritó Ronko

—¡Patrañas! ¡Todavía puedo permanecer despierto unos minutos más! —Dicho esto, corrió impulsado por una fuerza inexplicable y dió un gran salto. La criatura abrió sus fauces para tragárselo en el aire, de un solo bocado, pero justo antes de que sus colmillos tocaran la carne, Egger clavó la lanza entre la lengua y el paladar de aquel engendro que lanzó un alarido y empezó a flaquear entre salvajes espasmos —¡No se preocupen por mí! ¡Apunten a la garganta! —gritó, aferrado a la lanza que comenzaba a partirse en dos y su cuerpo, zarandeándose de un lado a otro.

CICLOS ARCANOS - En los Templos del Caos - Libro 1Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt