Depresión pos parto

1.1K 131 7
                                    

Todo es maravilloso. Su hijo es sano, sus amigos y cercanos lo felicitaron, Poe es feliz, él es feliz. Entonces... ¿por qué llora?

~•~•

Ranpo miraba a su hijo dormir en la cuna. Sus ojos entrecerrados por la falta de sueño, y las enormes ojeras demostraban lo verdaderamente cansado que se sentía.

Poe llegaba del trabajo. Saludó a su peludo amigo, Karl, y le extrañó no escuchar ningún ruido.

Ranpo salió del cuarto y se apresuró a dar la bienvenida a su pareja.

—Ranpo, ¿Estás bien?

Poe lo miró con gran preocupación. Estar en ausencia por una semana afectó de la peor forma a su novio.

—No... Te necesito.

Poe lo alzó al estilo princesa. Ranpo se recostó entre sus brazos.

—Parecemos recién casados...
Añadió el menor antes de caer en un pesado sueño.

Con suma delicadeza y cuidado arropó Poe a su amado, pero antes de dormir a su lado, decidió ver a su pequeño después de tanto tiempo.

A comparación de cómo lo había visto la última vez, Alexander no estaba ocasionando ningún ruido o llanto dentro de la casa, todo lo contrario a eso, estaba tranquilo y durmiendo como un angelito.

—De no haber visto a Ranpo antes, hubiera pensado que te habías comportado como un ángel en mi ausencia.

El padre besó en la frente a su bebé, y por suerte no lo despertó.

Para sorpresa de Poe, en vez de encontrar a su otro ser amado durmiendo, lo encontró llorando.

Ranpo estaba sentado a la orilla de la gran cama, limpiando cada lágrima con sus manos tan cansadas.

—¡Ranpo!

—Vuelves a gritar y haré que cantes el arrorrró mi niño cien veces.

—Lo siento, mi vida.

—¿Me traes un pañuelo o algo para limpiarme? Por favor.

Poe hizo lo pedido. Ayudó a su segundo niño de la casa a arroparse, acariciaba su cabeza y aguantó lo húmedo que se sentía su pecho por culpa de la tristeza que Edogawa dejaba salir.

—¿Qué sucede?

—No lo sé... Tengo miedo, Edgar.

—¿Miedo?

—Sí, miedo. Miedo a desamparar a mi bebé.

—Ranpo... No tienes porqué estar preocupándote. Nunca dejarás solo a Alexander, y yo me encargaré de que sea así, lo prometo.

—¡No lo entiendes!

—Shh... Ya, ya... Todo está bien. Alexander está bien.

—¡Yo no! Yo no quiero morir... Si me muero dejaré solo a Alexander... No quiero dejarlo solo, quiero tenerlo conmigo, ¡No quiero morir! ¡No quiero desamparar a mi hijo!

—¿Q-qué?

—¡Que no quiero morir!

El bebé comenzó su llanto.

—Iré yo.
Habló el padre.

—No, iré yo.
Habló el papá.

—Te mereces un descanso, yo iré.

—Pero no puedo dejarlo solo.

—Estará conmigo. Alexander está bien. Tú tienes que dormir, estás hablando incoherencias. Duerme y luego te acompaño, te amo.

—Bien... Dale de comer, su mamadera está en la cocina. Debe estar tibio, no le gusta tomarlo ni frío ni caliente.

—Entendido.

Al paso de una hora, Alexander ya estaba profundamente dormido, y Edgar recién se acomodaba entre las sábanas.

—Amor, yo...

—¿Sigues despierto? ¿O te desperté cuando entré?

—No, solo no puedo dormir. Tengo miedo de morir y dejar solo a Alex.

—¿Desde cuándo piensas que vas a morir?

—Mm... No tengo idea. Pero me aterra el pensar que lo dejaré solo.

Edgar bostezó.

—¿No tienes sueño, eh? Te comportas igual que tu hijo.

—Amor, esto es serio. ¿No te das cuenta de mi depresión?

—Por supuesto que sí, mi vida. Las toneladas de papel en los tachos de basura, y tu cara me lo dijeron al instante.

—¿Entonces, por qué no me consuelas? ¡Mírame, no puedo dejar de llorar!

—Ranpo, es lo que he tratado de hacer desde que llegué.
Con algo de enojo respondió.

—¿Te enojaste?
Su tono de voz fue más agudo, demostrando que está como en una cuerda floja a punto de caer en el llanto.

—No podría. Pero, eres el único que me puede sacar de quicio, aunque Alexander te está quitando el puesto.

—No seas así. Mejor ayúdame a dormir.

—¿Con un beso es suficiente?

—Necesito algo mucho más que un beso.

Un rayo cayó e iluminó por un segundo todo el oscuro lugar, dejandose ver las caras a ambos enamorados, uno cansado pero sonriendo, el otro mirándolo con ternura.

—¿Quieres hacerlo?

Alexander estaba en tan profundo sueño que no logró escuchar nada, a comparación de Karl, del pobresito de Karl.

Para el día siguiente, la pareja no fue despertada por los llantos de un niño queriendo de atención, sino de un mapache con muchas ganas de venganza.

Karl, había quitado las sábanas que los cubrían del frío, y las había tirado al piso, donde muy cómodamente se durmió.

—Mm... Edgar, ¿Qué hora es?

—Por el sol, seguro son más de las doce.

Poe miró el reloj.

—Si, son las tres de la tarde.

—Que milagro. Alex sigue durmiendo.

—¿Tú estás mejor? Por lo que veo amaneciste bien.

—Cómo no hacerlo. Amanecí contigo y no por mi hijo. Eso es algo que no disfruto desde que lo parí.

—Me alegra escuchar que estás bien. Iré a preparar el desayuno. ¿Y las sábanas?

Miró a los costados de la cama, y encontró a Karl debajo de ella.

—En vez de uno, tengo tres niños viviendo en mi casa.

—Karl, Alex y... ¿quién más?

—Iré a despertar a Alex.

—Hazlo cuando tengas hecha su comida. Se levanta con más hambre que yo.

—¿Me ayudarás, o dormirás un poco más?

—Aún tengo pensamientos depresivos, dormiré y seguro se van si me despiertas con un rico desayuno en la cama.

—Hecho. Te la debo por desaparecer una semana.

Y de esta forma, Ranpo se recuperó de la pequeña depresión que se le presentó por un corto tiempo. Lo bueno, es que fue de leve, y no tan fuertes como la mayoría de Omegas.


Continuará...

Nota: mi mamá me dijo que las mamás que tienen depresión pos parto sienten que se van a morir, y si tienen miedo de con quién se quedará sus hijos. En resumen, no quieren dejar solos a sus hijos porque piensas que se van a morir. No sé si se entendió. Jaja.

Bebé - RanpoeWhere stories live. Discover now