1, 𝙏𝙖𝙮𝙡𝙤𝙧'𝙨 𝙥𝙡𝙖𝙘𝙚

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⋆⭒˚。⋆ 𝘓𝘢 𝘤𝘢𝘴𝘢 𝘥𝘦 𝘛𝘢𝘺𝘭𝘰𝘳
📍 :: NYC, nueva york.
🗓️ :: 31 de diciembre, 2016.

Algo bastante extraño de vivir en Nueva York, es que el día de Año Nuevo, día en el que se esperaría que los newyorkinos se escondieran en casa con cuarenta mantas calientes y la compañía de sus seres queridos, es de hecho uno de los días en las que la ciudad parece más llena.

Todos usan gorros de invierno, abrigos afelpados y botas de nieve, mientras la última briza decembrina les sacude las pestañas. Las cafeterías están repletas de personas intentando aprovechar el último día de las místicas bebidas sabor 'Dulce navideño'. Saben que no podrán conseguir un café así por los siguientes doce meses.

Y claro, como toda amante de la nieve, el 31 de diciembre era mi día favorito del año. Incluso más que mi cumpleaños.

Mi familia y yo vivíamos en Palm Springs, California. Me crié con dos hermanas, un perro y dos padres que siempre me dieron todo lo que necesité, a pesar de que no nadábamos en dinero. Siempre había soñado con tener una clásica navidad blanca, tal como las películas lo representaban, por lo que, cuando mi disquera me dió la oportunidad de viajar a Nueva York en diciembre, por primera vez, me enamoré de la ciudad por completo.

Ahí decidí que Nueva York era mi lugar.

Con el tiempo me volví una mejor compositora y el público no tardó en darse cuenta de ello. Gané un par de premios, hice un par de amigos y en poco tiempo ya había ganado mi primer Grammy. No solo me enamoré de Nueva York, también de la fama y el amor que mis admiradores parecían tenerme. Para mí parecía un sueño.

Conocí a Taylor en mi primera visita a los VMA's. Ella y yo estábamos nominadas al Mejor Video Musical, ella por su álbum Red y yo por mi debut. Fue excesivamente amistoa conmigo y aplaudió mucho más fuerte que nadie cuando gané. Verla desde el escenario, entusiasmada por mi, hizo que el corazón me reventara de ternura.

Desde ahí ella y yo nos hicimos inseparables. Íbamos juntas a premios, fiestas, reuniones y básicamente cualquier lugar al que se pudiera ir con otra persona. Ella siempre estaba en todos mis cumpleaños y yo iba a los suyos, especialmente cuando chicos que se roban bufandas decidían que simplemente no era importante festejar 21 años de vida.

Taylor era mi todo. Mi mejor amiga, mi hermana, mi ancla.

—Encontré un departamento en Londres. —dijo un día Taylor cuando estábamos en su casa de Nashville, ella tenía sus piernas en mi regazo y reíamos por un video de gatitos que Selena le había mandado.

La miré escéptica —¿Qué? —dejé el libro que tenía en las manos en la mesa de café. —No sabía que buscabas en Londres.

—No lo hacía, pero Karlie me mandó el anuncio y dijo que parecía un lugar perfecto para mí. Es realmente bonito, Daisy. Tiene un gran jardín y una cocina enorme. Y está cerca de tu restaurante preferido, así cuando me visites podemos ir a cenar...

Bajé la mirada —No quiero tener que viajar 5000 kilómetros para visitarte...

—Lo sé, Dayce. En serio lo sé.

—Además con todas las cosas increíbles que te están pasando... quiero estar contigo, para aplaudir en primera fila.

Taylor se sentó junto a mi y suspiró —Es tiempo de que me mude, he vivido aquí toda mi vida. Necesito un cambio.

Mis ojos se abrieron ligeramente, una idea me había venido a la cabeza —Múdate a Nueva York entonces. Te ayudaré a encontrar una casa igual de linda que la de Londres... por favor quédate.

El rostro de Taylor se enterneció y me sonrió ligeramente —Estoy segura de que Nueva York también tiene departamentos hermosos.

Y dos después ahí estaba, en Cornelia Street de nuevo. Ayudaba a Taylor a preparar el departamento para la fiesta. Los villancicos navideños resonaban en las paredes y el olor a galletas de chai inundaba cada habitación. Bailábamos en la cocina mientras batíamos ingredientes y nos manchábamos de harina. Nuestras risas se fundían en una y la chimenea crepitante proporcionaba un sentimiento hogareño.

La fiesta estubo fantástica. Taylor había tirado la casa por la ventana. Los invitados se la pasaron de maravilla y todos terminamos un
poco —demasiado— ebrios. Al parecer 15 botellas de vino para 12 personas si era demasiado, en especial considerando que 3 de ellos no tomaban ninguna clase de alcohol. Zayn y Gigi se quedaron en una de las habitaciones extras y mi hermana menor, Aurora, decidió que no quería molestar y que dormiría en el sofá, a pesar de que Taylor le insistió un millón de veces que podía quedarse en una de las habitaciones de invitados.

—Buenas noches, Dayse. —se despidió Aurora mientras se acurrucaba bajo mantas rosadas en el sofá de la sala.

—Descansa, Rory. —le sonreí quitándole las gafas de los ojos.

Taylor se sentó en el piano que descansaba frente a la chimenea mientras yo terminaba de recoger los tacones de todas las que seguíamos en el departamento. Miré a Taylor de reojo, sus manos tocaban las teclas de una manera suave mientras tarareaba lo que parecía ser una nueva canción en proceso. Sonreí orgullosa, amaba cuando se le ocurrían cosas de la nada y con frecuencia me encontraba maravillada por ella.

—Tendrás que darle un aumento a Mina cuando limpie el departamento. Es increíble la cantidad de confetti que hay aquí. —dije caminando hacia ella con dos copas de vino blanco en las manos y me sentaba junto a ella. —Es lo último que quedó de las botellas.

Sorbió de su copa —Carajo, amo el vino.

Reí —Lo sé.

Ella sonrió cálidamente mientras sus manos reposaban en las teclas —¿Alguna vez te agradecí por hacer que me mudara a Nueva York?

Tomé un trago —No, creo que no.

—Bueno, lo hago ahora. Cornelia Street fue la mejor desición de mi vida. Gracias, Daisy.

Sonreí enternecida —Tenía miedo de que descubrieras que en realidad tu lugar era Londres y quisieras irte de nuevo.

—No, no querría estar en ningún otro lugar.

Suspiré y miré el piano —¿Qué escribías?

—No lo sé. Por lo menos aún no.

—Sonaba delicado.

Ella rió con ironía mientras jugaba con sus anillos —A diferencia de todas las canciones que he estado haciendo.

—Tienes el derecho a estar enfadada. De hecho mucho más que nadie. —le aseguré mirándola a los ojos. Estaba despeinada y con el maquillaje ligeramente corrido, pero se veía igual de bien que siempre. —No tienes la culpa de lo que está pasando. Las personas heridas hieren.

Ella suspiró —Solo quisiera no ser con quien se desquiten.

—Todo pasará, Tay. Y tu siguiente álbum... por Dios... —exclamé— será increíble.

Taylor sonrió —Gracias, Daisy.

—Por supuesto. —sonreí— voy a terminar de recoger las botellas. —me levanté del piano— ¿Quieres que te deje las Polaroids en la mesa?

—Ya no hagas nada, nos ocuparemos mañana.

Sonreí —Está bien, me iré a dormir. ¿Estarás bien sola?

—Por supuesto. Feliz Año Nuevo, Daisy.

—Feliz Año Nuevo, Taylor.

new year's day, 𝘵𝘢𝘺𝘭𝘰𝘳 𝘴𝘸𝘪𝘧𝘵Where stories live. Discover now