III

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Baëk sabía que se reencontraría con Kimu tarde o temprano, aun más que con su propia familia, por los motivos que se han referido anteriormente. Mientras el conflicto bélico durara, no habría razón para no verse.

Acerca de la palabra bélico, existía una transcripción al francés que Baëk y su grupo de amigos usaban a menudo en tiempos previos al conflicto armado: Nuit de Guerre, y se traducía como la Noche Bélica. Esta era una actividad que constaba de pasar una noche entera entre juegos para beber tradicionales de distintos países. Existía un quinteto que llevaba a cabo este absurdo sin falta alguna cada que Jong Dae, un miembro del grupo, lo proponía. A palabras de Baëk, era una burda excusa para beber.

El quinteto estaba conformado por Kim Jong Dae, Henry, Im Jong In, Hoshi Nakamura y Oh Baëk, un compendio de distintas nacionalidades conjuntadas en un grupo de jóvenes residentes en la península de Corea, época en que estaba ocupada por el Imperio de Japón. Cada extranjero de algún modo se había hecho pasar por ciudadano, ya fuera por el uso de identidades falsificadas o por un estipendio moral que algún militante de alto rango le brindaba. Incluso Hoshi Nakamura, al que todo el mundo consideraba alguien recto e intachable, había llegado a la península por circunstancias complicadas y cuestionables.

No había sido nada sencillo para ninguno. Cierto es que en aquellos años existía una fuerte oposición y rechazo a recibir extranjeros debido a las recientes tensiones políticas con otras naciones, ya no solo por el conservadurismo arraigado. La gente desconfiaba de los suyos, ya ni hablar de a quienes tachaban de ajenos a su país. No obstante, tanto Henry como Jong Dae y Baëk no se habían visto envueltos en escándalos por ser descubiertos (Jong Dae no tenía motivos de serlo), sus escándalos se asociaban en realidad a actos vandálicos sin sentido en estado de ebriedad y a peleas suscitadas con otro miembro del bar. Está de más mencionar que se trataba del trío más desprolijo que ninguno hubiera en la península, a menos que existiesen más bares específicos como en el que se congregaban los seres extravagantes como ellos.

Dicho bar-club tenía por nombre Palacio Este y consistía de un punto común para rezagados, apátridas, gente autoconsiderada desahuciada o a quien el mundo y la sociedad hubieran rechazado de algún modo así fuera por oposición de ideologías o estilos de vida, a veces incluso por el ínfimo despecho que alguien puede sentir contra otro por desavenencias. El cariz de dicho lugar era entusiasta y colorido, repleto de música y costumbres occidentales pues tendía a apropiarse rasgos de otras culturas. Su fundador había sido el hijo de un funcionario japonés, que fue criado en Inglaterra y que tras haber viajado por otros puntos del globo terráqueo, nació de su espíritu bohemio una necesidad por crear un lugar donde los incomprendidos no lo fueran tanto, y de este modo tomó la decisión de fundar Palacio Este.

Eso era Palacio Este; un espacio diletante, clandestino y al servicio de aquellos que la sociedad desechara, no obstante, su intención primera de dar a conocer los puntos de vista de distintas partes del mundo en un espacio seguro y con el conocimiento y las bellas artes al alcance de la mano, se translocó como una bola de nieve deslizándose en una pendiente de ascendencia suave, de manera furtiva e imperceptible: de pronto, las comitivas que en un inicio destacaban por su sobriedad y un profundo interés por cada tópico que se enseñara pasaron a ser simples reuniones para perder el tiempo entre bebidas alcohólicas que empezaron a ofrecerse meses posteriores a la fundación; luego sobrevino la música de tintes alegres y despreocupados que entre mentes miserables y ebrias no podían sino seguir buscando un confort en aquello que consumieran mediante la boca y la vista y los oídos, y con la música se dieron a conocer interpretes excepcionales, por supuesto, que posteriormente eran contratados a reiteración de modo tal que ninguna noche en el Palacio Este faltase la música de jazz de fondo mientras los miembros llevaban a cabo pláticas que pasaron de elucubrarse a simplemente dar por sentado, con tópicos de interés común y vasta profundidad filosófica a sencillos rumores esparcidos en el barrio.

Prontamente, tras unos años, el Palacio Este se convirtió en un bar-club secreto dedicado a ofrecer espectáculos artísticos en el que se asistía a perder el juicio y la noción de lo que acontecía de las puertas hacia afuera. Misteriosamente, el fundador había enfermado entremedio del avance e incremento de miembros del Palacio Este, así que tuvo que ceder la gestión del lugar a su colaborador de mayor confianza. Lo último que se supo de él es que había fallecido por una sobredosis de barbitúricos.

Dicha muerte estuvo de boca en boca noche y día entre los miembros del bar-club, llegándose a especular su asesinato y los posibles motivos para ellos (que si poseía secretos de estado y alguien lo había silenciado, que si había mantenido relaciones íntimas con la hija del gobernador nipón, que si algún miembro había cometido un acto de odio por motivos personales...). La intrépida y arguciosa mente de Baëk iba incluso más allá: no descartaba la idea de que un alto mando hubiera descubierto el club y al final decidido mantenerlo para fines lucrativos. El colaborador al que le habían delegado la administración podría tratarse de una pieza, inclusive. A todo esto, Baëk añadía el extraño y lenitivo aroma que a partir de cierto mes comenzó a percibirse en el ambiente del club, pero poco le había durado la atención de perseguir las conexiones del entramado caso, pues hubo sido reclutado por el ejercito japonés para servir al frente.

Antes de relatar lacompleja situación binacional de Oh Baëk, es menester detallar su relación conlos miembros del reducido grupo al que pertenecía, y el cual era solo unsubconjunto de conjuntos y no poseía nombre.


Comitiva de mujeres de distintas nacionalidades en el Palacio Este

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Comitiva de mujeres de distintas nacionalidades en el Palacio Este

Querida lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora