Capítulo 18.

305 39 8
                                    

ACACIA LUNA.

¡Mierda, mierda, mierda!

¿¡Ahora que hago!?

Escucho como Nicolás se queja un poco pero sigue durmiendo.

¿¡QUÉ HAGO!?

El día anterior...

—Ah —me quejo y me quito los tacones—, estoy cansada.

Veo mis pies y me doy cuenta que tengo ampollas.

—Eso no tiene buen aspecto —me dice Alba.

—Lo sé —le digo—. Pero estaré bien.

Saco de mi bolso unas curitas y las pongo sobre las ampollas.

Puede que no me cure, pero por lo menos me ayuda un poco.

—No creo que puedas seguir y mucho menos así —me dice Alba mientras se sienta a mi lado— ¿No prefieres ir a descansar al hotel?

—Tenemos otra reunión en media hora y otra en unas horas —le recuerdo—, no tengo tiempo de descansar.

—Puedes descansar, la mayoria de las personas en las reuniones de hoy son extranjeros, así que van a estar hablando ingles —me dice—. El señor Cooper habla ese idioma y si sucede algo, estaré yo para ayudarlo, así que tu presencia no es muy necesaria.

Me sonríe, pero por alguna razón, siento una sensación extraña que no puede describir al principio, pero después siento como si hablara con Tamara cuando la susodicha planeaba algo malo pero fingía todo lo contrario.

No ahora, por favor.

—¿Todo bien? 

Ambas volteamos para ver a Nicolás delante nuestro.

—Sí —le respondo—, todo bien.

Veo como su mirada baja a mis pies y yo, por instinto,  los cruzo en un intento de ocultar las heridas.

—No tiene buen aspecto eso —me dice y luego se inca delante mío—. Déjame ver.

Estoy por negarme y decirle que no es necesario, pero antes de que pueda por lo menos formular una palabra, Nicolás agarra uno de mis pies y lo examina.

—Esto va a doler un poco.

Posteriormente, quita la bandita y yo aprieto los ojos y los labios por unos momentos por el dolor.

—Se ve muy mal —me dice—. Lo mejor será llevarte con alguien que te trate las heridas, no puedes seguir así.

—Estaré bien —le digo—. Con las curitas...

—No era pregunta —me interrumpe y se levanta—. Vamos —se vuelve a hincar delante mío, la diferencia es que lo hace dándome la espalda—, sube.

Lo veo sorprendida.

—No es nece...

—Que no era una pregunta —me repite—, ahora sube.

Lo miro un poco dudosa y miro por un momento a Alba, que se nota bastante molesta, antes de subirme a la espalda de Nicolás.

Paso mis brazos por su cuello cuando él se levanta  y me sujeta por las piernas.

ENTRE MIS LABIOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora