Capítulo 32.

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ACACIA LUNA. 

Relájate, Acacia, todo va a estar bien.

Solo tienes que actuar normal.

¡Tú puedes!

El elevador se detiene y abre sus puertas.

¿Lo malo?

Quienes entran son nada más ni nada menos que Mancini y Gautier, quienes me ven brevemente antes de seguir con su conversación.

Las puertas del elevador se cierran y no mucho después, ellos dejan de hablar y el elevador se queda en un silencio incómodo.

¡AH, NO PUEDO!

¡NECESITO SALIR DE AQUÍ!

Me empiezo a impacientar y veo el número de pisos que vamos subiendo, hasta que por fin llegamos al último.

Las puertas se abren y ellos salen primero y no mucho después lo hago yo, pero la diferencia es que camino más lento que ellos hasta que entran a una oficina y entonces empiezo a caminar a mi velocidad normal.

Entro a mi oficina y apenas dejo mi bolso en mi escritorio cuando alguien llama a la puerta.

—Adelante.

La puerta se abre y por ella entra Alba con una expresión de molestia.

—El señor Cooper te quiere en su oficina ahora —me informa—. No tardes.

Sale de la oficina después de decir eso.

Suspiro antes de agarrar mi celular y salir de mi oficina.

Toco la puerta y después de un "adelante", entro cerrando la puerta detrás mío.

Veo confundida el escritorio, ya que no hay nadie en él hasta que siento como alguien me agarra la cintura desde atrás, lo cual provoca que me sobresalté.

—Soy yo —me dice riendo—. No te asustes.

—Entonces no me asustes —le digo— ¿Para qué me hablaste?

—Tenemos que hablar de algo —me dice—. Tomemos asiento.

Lo veo confundida, pero aún así asiento y ambos terminamos tomando asiento en su escritorio.

—¿De qué quieres hablar?

—No te tienes que preocupar por lo que sucedió ayer —me informa—. Hable con los chicos y ellos no van a decir nada, aunque para eso tuve que explicarles toda nuestra situación.

—Me lo imaginaba.

—Pero eso no es todo —agrega—. Como ellos ya saben la verdad sobre nosotros y debido a que somos como hermanos, ellos quieren conocer bien a mi futura esposa.

Lo veo sorprendida.

—¿Futura esposa? —murmuro.

—Sí, futura esposa —me responde—. Yo quiero todo contigo, aunque si tú no te quieres casar, esta bien, lo acepto. Pero nunca renunciare a ti, que eso te quede claro desde ahora.

Lo veo perpleja, pero luego sonrío feliz ante sus palabras.

—Y al parecer, estás de acuerdo conmigo —me dice— ¿Deberíamos de empezar a planear nuestra boda desde ahora?

ENTRE MIS LABIOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora