Enchanted

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Contrario a lo que Shen Jiu temía, el mundo no se derrumbó después de aceptar sus sentimientos y tampoco fue asesinado cuando Mobei Jun se enteró de que ambos amaban a la misma persona, de hecho si lo pensaba lentamente era irónico que una de las conversaciones más razonables que había tenido en toda su vida fuera justo con un demonio, esos seres que su propia secta pintaba como poco más que amenazas que debían erradicarse sin importar el costo.

Al final, los meses siguieron pasando tranquilos entre misiones de la secta y de Mobei Jun, días como un parpadeo frente a los dos cultivadores que se apresuraban en sus tareas y solo tomaban pequeños descansos para tomar el té, usando cualquier minuto disponible para que la bonita amistad no se enfriara; y justo en ese ese ir y venir de su hermano y él, Shen Jiu noto algo.

Shang Qinghua, siempre vivaz y parlanchín, estaba inusualmente callado últimamente además de tener una insignificante cojera del lado derecho que llevaba presente ya varios días, y estaba casi seguro que había empezado a usar cuellos altos de la nada, cuando ese pequeño ratón se la pasaba hace no mucho quejándose de que Shen Jiu los usaba y le hacían verse "estirado y remilgado".

Aunque su cabeza le gritaba a Shen Jiu que debía estar equivocado, que era imposible que su shidi se viera involucrado en situaciones como en las que él estaba de joven, no podía evitar recordar que la caminata de pasos cortos y esa ropa que cubría casi todo el cuerpo eran sus principales herramientas para ocultar de su joven prometida todas las heridas que el bastardo de su hermano le causaba.

Shen Jiu sacudió la cabeza suavemente, sacando su mente de esos pensamientos negativos para iniciar esta vez la conversación.

—No sé si shidi sabe qué hace poco más de un día un nuevo tipo de semillas de melón ha llegado al pueblo en la base de la montaña, ¿Quizás estaría interesado en un pequeño viaje para comprar unas?— la voz de Shen Jiu sonaba calmada como siempre, pero sería una mentira decir que no guardaba esperanza de ver al otro más animado.

Shang Qinghua solo sonrió quedamente, y aunque Shen Jiu agradecía que no sintiera la necesidad de fingir abiertamente frente a él como lo hacía frente al resto de la secta, en este momento en verdad le hubiera gustado verlo sonreír.

—No creo tener suficiente Qi para viajar con mi espada...— la voz sonó apagada, pero Shen Jiu detecto un suave toque de dudas que estaba dispuesto a utilizar.

— ¿Quién dijo que tendrías que ir en tu espada? Es obvio que te llevare en la mía, sabes que puedo volar más rápido.

Ambos sabían que eso era una mentira, pero estaban dispuestos a seguir esa tontería.

—Lo había olvidado— el autor sonrió suavemente, los ojos cafés viendo a Shen Jiu con curiosidad, quizás demorándose demasiado en el sutil sonrojo que adornaba la punta de sus orejas y en como los labios de Shen Jiu se curvaban en un puchero que ahora sabía que siempre hacia al estar nervioso y que solía ocultar tras su abanico— entonces estaré bajo tu cuidado, shixiong.

—Como siempre— gruño Shen Jiu, pero no había mordisco en su voz, y el suave rosa de las mejillas solo se acentuó más cuando Shang Qinghua rodeo la cintura del erudito tras subirse a su espada, y si el color rojo se contagió a las mejillas del autor que recién se dio cuenta de lo delgada que era dicha cintura, ninguno de los dos lo dijo nada.
Las manos de Shang Qinghua se quedaron aferradas a la ropa del otro, mientras Shen Jiu se ocupaba de ir particularmente lento, como si no hubiera afirmado momentos antes que el motivo de elegir su espada era justamente la velocidad con la cual podrían llegar al pueblo.
Y aunque ninguno de los dos hablo, el silencio que se hizo mientras se movían entre las montañas resulto particularmente cómodo, los dos hombres tranquilos hasta que el más pequeño bajo de un pequeño salto cuando Shen Jiu llego a la calle principal.

Be my queen / IceJiuPlaneWhere stories live. Discover now