Capítulo 10 Tu agrio nombre

17 3 1
                                    


Ludmila... Su nombre me estuvo rondando la cabeza toda la noche ¿Quién era ella para Barsen?, ¿Por qué se veían tan unidos?

Estaba estirada en mi gran cama pensando en esa tal "Ludmila" mientras olía el dulce aroma a rosas que provenía de mi almohada. Hace menos de un día podía decir sin reflexionar que yo era quien sabía más de él, pero ¡¿Ludmila?! Nunca me habló de una chica llamada así y no parecía que la conociese de hace poco; esas risas y esa proximidad... Me hacía sentir insegura de mi relación con Barsen, pero yo realmente no la conozco y no la debería juzgar.

Me senté en el borde de la cama abrazando la almohada y me puse a reflexionar sobre lo que recientemente me había enterado. De repente escuché como golpearon la puerta. Realmente me sobresalté, ya que no era del todo consciente de que era pronto por la mañana y eso significaría que vendrían tarde o temprano a despertarme.

Me acerqué rápidamente a la puerta para ver quién era. Resultó ser la criada Emma, la cual vino algo preocupada.

— Su majestad; ¿Usted recordó que hoy tenía planificado el desayuno con su majestad el emperador? - Dijo algo inquieta.

Realmente soy alguien algo olvidadiza. Nunca recuerdo bien los horarios planificados. Tampoco es que tuviera una agenda.

— Realmente no. Estaba pensando en mis cosas... — Respondí

distante.

— Su alteza, me enteré de que la joven duquesa de Carsen fue invitada con el motivo de la boda, pero todo el servicio y su majestad la emperatriz madre se extrañó bastante cuando ella acudió tan repentinamente ayer en la tarde... — Realmente me sorprendí con lo que dijo.

— Con que por eso no supe nada... Bueno, no quiero que se haga tarde. Vamos a arreglarme para el desayuno - Dije con indiferencia y algo de altanería.

¿Realmente me molestaba alguien que no conocía de nada? No tenía sentido. ¿Y si realmente era una chica amable y estoy exagerando?

Dejé de preocuparme en eso para centrarme en lo que me tenía que centrar en ese momento. De ir al desayuno.

Escogí un vestido de tela azul con las mangas cortas y detalles en color blanco, el cual realzaba mi figura. Mandé a que me peinaran con un peinado simple pero favorecedor para un simple desayuno. Me puse joyas sencillas, simples zarcillos de rubí en forma de corazón y un dulce collar a juego con la misma forma.

(...)

Cuando llegué al jardín interior, me recibieron dos guardias que me escoltaron a dentro. Dónde, para mi sorpresa, se hallaba Barsen, corrí a abrazarle, ya que había estado ausente por su trabajo como emperador.

— ¡Barsen! Estaba deseando poder verte - Le dije ilusionada.

— Diamante, asumo que me has extrañado bastante. Mis disculpas por haber hecho que me echaras tanto en falta - Me guiño el ojo pícaramente.

— Claro, recuerda que eres mi mejor amigo, además, te recuerdo que este palacio es inmenso para una joven dama como yo - Le seguí el juego.

Estaba feliz de estar a solas con la persona que me hacía sonreír con solo hablar. Le echaba en falta debido a todo el estrés que estaba recibiendo de parte de su madre y de los altos cargos del imperio.

— ¿Tienes ya tu traje listo? Me gustaría verte vestido tan formal — Le sonreí con algo de pillería.

— Me lo está preparando un sastre muy prestigioso. ¿Estás segura de que quieres venir a verme solo por eso o por algo más? — Respondió devolviéndome el comentario coquetamente.

El diamante del imperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora