Capítulo 11 Beso travieso

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Las horas pasaban y por suerte el desayuno llegó a su fin y con ello la tediosa voz de Ludmila. Al levantarme para dirigirme hacia la salida del jardín, Barsen tomó mi mano deteniéndome en el acto.

— Ceris, perdóname por no haber podido hablar contigo a solas, te lo compensaré, lo prometo - dijo con gran convicción un brillo en sus ojos de zafiro.

Me ruboricé al ver como me decía estas palabras directamente a los ojos y con una hermosa sonrisa. Sabía qué él nunca me fallaría. Procedí a asentir con la cabeza mostrándole una sonrisa tímida.

Me fui por un pasillo, en el que me permitiría acceder a un hermoso balcón donde había unas hermosas rosas de un color rojizo intenso.

No pude evitar salir a tomar un poco el sol del mediodía, el cual se vigorizó y me hizo entrar en algo de calma. Quedaban siete días para la boda... Aún no me había detenido a pensar en que pronto me convertiría en la soberana de un gran imperio como lo es Semeral..., pero realmente eso no me tenía tan preocupada. Sabía que podría con el peso de ese título, si no, el hecho de ser la esposa de Barsen, mi mejor amigo. Aunque no lo quisiera admitir, él me parecía bastante atractivo y su manera de ser en absoluto me disgustaba, era todo lo contrario a disgustar, pero el día de la boda él y yo...

(perspectiva de Barsen)

Me encontraba caminando hacia uno de los hermosos balcones de palacio, cuando vi como las puertas de uno de los balcones se encontraba abierta y como al parecer alguien se me había adelantado. Al acercarme vi que era Ceris quien estaba ahí.

Me quedé mirando a mi futura esposa, estaba tan hermosa con los rayos de sol iluminando todo su rostro, que olvidé por completo que precisamente había ido allí para regalarle unas rosas como señal de disculpa.

Ella todavía no se había percatado de mi presencia — Parece que tenía razón cuando en la mañana dije que hoy haría un hermoso día, ¿no? -

Me encantó ver como ella se sobresaltó intentando ser algo discreta. Me reí un poco de ella, pero por algún motivo ella estaba algo profundizada en sus pensamientos.

— Diamante ¿Hay algo que te preocupa? Últimamente, por lo que he podido notar, has estado algo recluida en tus pensamientos ¿O me equivoco? - le pregunté indeciso.

— No es nada... Es solo que... ¿Alguna vez has besado a alguna chica, ya sea noble o plebeya? - me pregunto de forma directa haciéndome quedar sorprendido ante sus ojos.

— ¿Esto es por lo de Ludmila? Te aseguro que solo somos amigos, además, sería deshonroso besar a una dama con la que no te vas a desposar. — Añadí, algo confuso, sintiéndome vulnerable como me solía pasar cuando hablaba con Ceris, como si no hubiese forma de esconderme de su mirada y de sus labios.

— No me refería a Ludmila, ella no me preocupa en ese sentido en lo más mínimo... Es solo que yo... — dijo algo dudosa.

No parecía nada convencida de lo que quería expresarme. ¿Si no era por Ludmila, a qué se refería? Tenía la sensación que jamás entendería a las mujeres.

— Barsen - Me miró directamente a los ojos — Te seré sincera, me pone algo nerviosa el hecho de tener que besarte... — giró su cara y su vista evitando el contacto visual conmigo.

¡Así que era eso! ¡Todos esos nervios por un simple beso! Era algo curioso todo aquello. A solo 7 días de la boda y la mayor preocupación de mi prometida era un beso. No, definitivamente, nunca comprendería a las mujeres. Es decir, no me había detenido a pensarlo seriamente, pero incluso yo, una persona que nunca besó a nadie, no me preocupa tanto un simple beso.

— Ceris, yo... — En ese momento y llevado por una idea de genialidad o locura, sin tampoco reflexionarlo demasiado, me agaché a la altura de su rostro y le di un suave beso sobre sus labios, con los ojos cerrados por miedo a ver su reacción y poniendo una de mis manos sobre su cintura.

— Tanto dilema por un tonto beso - dije mientras me marchaba del balcón hacia mi cuarto

Cuando llegue a un pasillo donde no había nadie, me detuve por todos los sentimientos que sentía a la vez y apoyándome contra la pared intenté aclararlos por mí mismo

¿Por qué había hecho eso?, ¿Tanto deseaba besarla?, es decir, había maneras de poder haberlo hablado con Ceris y voy y la beso. Me sentía muy estúpido. ¿Cómo se supone que volveré a mirarla a los ojos? Pero cada vez que pienso en sus dulces y suaves labios me dan ganas de repetir una y otra vez su dulce boca...

— ¿Barsen? - giré mi cabeza levemente y vi que quien me llamó fue Annelis

— ¿Ann? ¿Qué haces aquí? - le dije con algo de curiosidad

— Te recuerdo que en una semana te casas con mi mejor amiga. Ahora te toca responder ¿en qué piensas tanto? - su tono era imponente, tanto que no pude resistir a contárselo

— Ann, no te enfades conmigo por favor, pero... acabo de besar a Ceris - Me llevé las manos a la cara tras decir eso

Ann suspiró con los brazos cruzados - Sorprendentemente no estoy enfadada Barsen - Se acerco a mí y se sentó en el suelo, lo cual imite - Si hasta yo, que soy tu "némesis", sé que te gusta Ceris y que en algún momento de niños también, aunque sea un mínimo -

¿Realmente me gusta Ceris? Es cierto que en algún momento cuando era un adolescente admiraba mucho la belleza de Ceris, pero no le quise dar un enfoque tan romántico, ya que yo nunca pensé que alguien como yo pudiera tener algo con la chica a la cual llamaban "Diamante del imperio" por su extraordinaria belleza... Claro que yo algún día me convertiría en el emperador, pero aun así no me sentía digno de ella. Luego con el paso del tiempo ella creció y se tornó aún más bella y atesoraba su presencia, más tarde el tema del compromiso: Mi mejor amiga, a la cual admiraba desde cualquier perspectiva, iba a ser mi esposa...

— Ann, ¿Desde hace cuanto es notorio, según tú? - respondí tímidamente intentando esconder mi cara con mis brazos

— Si te soy franca, desde hace mucho, cuando éramos adolescentes. Siempre noté tus miradas hacia ella y claro, disfrutabas bastante el tiempo con ella, incluso ya de grandes. Creo que sin querer siempre estuviste enamorado de ella inconscientemente. Además, ¿Pensaste que no me iba a enterar de la escena de celos que le montaste a Ceris la última vez que estuvimos todos juntos? - Me dijo algo soberbia

Lo que decía cada vez me hacía entrar en razón. Inconscientemente, hice actos que lo que hacían era delatar mi atracción hacia ella.

De repente fue como sentir una presencia que siempre estuvo allí, del mismo modo que ver un árbol que no has visto hasta que te han mencionado. Yo realmente amaba a mi diamante, la amaba y esa sensación era más agradable y reconfortante que mil soles en invierno.

El diamante del imperioWhere stories live. Discover now