Capítulo 10

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Culpable

Atenea Morelli

Salgo de la camioneta, hasta ahora puedo darme cuenta de que tengo restos de sangre seca en mis manos. Mi vestido también se encuentra cubierto del líquido rojo. Cuando sostuve a Domenico la sangre ensució mi cuerpo y parte de la tela que me cubre. Pero eso para mí no es importante.

Llama mi atención el Ferrari que se detiene detrás de mi camioneta. La presencia de Saúl me tensa, no entiendo el motivo de su presencia en este lugar, se acerca a mí, mis hombres no hacen nada para no llamar la atención del personal de seguridad que labora en el hospital.

― ¿Viniste asegurarte de que hayan hecho bien el trabajo?― le pregunto con un nudo en la garganta.

Niega, mientras se acerca a mí, se detiene a una distancia prudente.

― Sería hipócrita decirte que lamento la situación de Domenico, más cuando nos une una enemistad, pero verte de esa manera hace unos minutos, fue demasiado para mí.

― ¿Te atormenta el remordimiento?― cierro la puerta de la camioneta y paso por su lado.

― No tuve nada que ver con lo ocurrido, eso puedo jurártelo.― camina detrás de mí.― Artemisa hizo todo a espaldas mías y de Alessandro, los dos nos opusimos a su estúpida idea.

Me volteo a darle la cara, las lágrimas corren por mis mejillas, no me importa que vea que lloro, en estos momentos no sé como controlar mis emociones.

― Si Domenico muere, me llevaré la cabeza de cada uno de ustedes.― mis palabras salen como piedras desde lo más profundo de mi ser.

― En estos momentos no tienes cabeza para pensar en nada, pero necesito que hablemos cuando todo esté estabilizado.― intenta tomar mi mano, esquivo su acción.― Necesito contarte muchas cosas, no sigas siendo dura conmigo.

― Vete de aquí, no quiero que las cosas sean malinterpretadas.― camino hacia la entrada del hospital.

― Piensa en mi propuesta de vernos para hablar.

No respondo nada, entro al hospital, veo como sube a su auto y se va.

No hace falta que me acerque al área de recepción, mis hombres me dijeron en el piso que se encuentra Domenico, entro al ascensor y presiono el botón con el número cinco, espero a que el ascensor me lleve a mi destino.

Con solo poner un pie fuera del ascensor veo a Adriano hablando por el celular, al verme culmina la llamada y se acerca.

― ¿Cómo está Domenico?― arreglo mi bolso para que deje de caerse.

― Seré honesto contigo, hasta el momento no ha salido ningún doctor a decirnos nada.

Ahora me siento más nerviosa que cuando venía conduciendo hacia el hospital, quiero llorar, a la vez gritar, como también reír, como a la vez no sentir nada, demasiados sentimientos encontrados.

― ¿Le dijiste a los doctores que íbamos a pagarles una buena suma de dinero?

― No se trata de dinero, en estos momentos el dinero no nos va a garantizar que Domenico se salve o no.

Sus palabras caen como balde de agua fría sobre mí, no aguanto más y me abalanzo sobre él a llorar, mis lágrimas corren por mis mejillas al igual que por mi cuello, es como si nunca hubiera llorado y esta situación fue el detonante para hacerlo.

― Si algo le pasa juro que me muero.― sollozo en sus brazos.

Me aleja con suavidad, con la yema de sus dedos quita las lágrimas que corren por mis mejillas.

Sed de venganzaWhere stories live. Discover now