3- Sanguijuela Escurridiza

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Alex. Hamilton.

Está mañana fue lo que describiría como algo atípico desde que me desperté y eso definitivamente me pone de mal humor. Odio que las cosas no salgan como quiero, soy un tanto obsesivo con mis horarios y mi vida en general.  Cada paso lleva una planificación previa y segura para que todo salga bien.

Hoy comenzaba el top de elección del nuevo concurso y las nuevas aspirantes, o mejor dicho novatas. Y el peor día del año en la empresa, ya que odio los pasantes. No tengo nada contra ellos en general, pero ver a todos alterados en un solo día es algo estresante y más cuando mi secretaria pidió la baja ayer lo que significa que mi agenda es un caos.

A eso súmale la llegada inesperada de la cita al próximo tribunal con mi madrastra y la expectativa de poder conocer a mi futura esposa.

¡Maldito testamento! - gruño.

Es como andar en una carrera bajo presión que no me gusta. Aunque una parte de mi siente un poco de curiosidad por ese pacto de matrimonio.

Por el apellido de la chica no sonaba a nadie de la alta sociedad. No es como que ya sepa todo de ella o me importe, de eso se encargó mi mano derecha en  estos días.

Albert era algo así como más que el mayordomo, el investigador privado y de todo un poco. Hoy precisamente tengo una reunión con él y con suerte traería a la chica, le daría una buena cifra, un contrato y listo.

Podríamos estar casados alrededor de seis meses y luego nos divorciabamos como cada pareja normal en el mundo donde el amor no funciona. Yo con mi empresa feliz y todo lo que he trabajado. Ella haciendo lo que le dé la gana. Todo perfecto. No creo que se negará a algo así.

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Llegar a la empresa es otro logro más en el día y pasar sin que nadie te reconozca. Pero lo peor viene cuando mi amigo encargado de supervisar las fotos de hoy me llama para decirme que no puede venir hoy, y me toca a mí. No si quiera puedo decir que no, si fuera otra campaña tal vez mandará a otra persona, pero no confío cuando se trata de la anual y me gusta que sigamos siendo los números uno.

Así que tomo mi mayor paciencia y acudo a la sesión preparándome mentalmente para cuando lleguen las concursantes para las audiciones. Lo menos que espero para empeorar el día es una loca que hace que todo mi café termine en sus enormes tetas.

Y lo digo sin exagerar, la chica es una talla lo suficientemente grande sin llegar a doblarse. Tanto que me cuesta mantener mis ojos solo en su cara por la transparencia de su blusa que lo enseña todo. Grandes, turgentes, redondas. No puedo evitar pensar como serían esos pezones, y como se sentirian en mi boca, y eso me cabrea.

Yo nunca tengo este tipo de pensamientos; he visto numerosas mujeres en menos ropa que esa por trabajo y jamás mi cuerpo ha reaccionado así y eso definitivamente me enoja.

Ni si quiera le doy una mirada a su cuerpo más abajo, me quedo con su cara igual de redonda y sus ojos inocentes que me fulminan cuando la despido con una respuesta cortante.

Y me alegro que no sepa quién soy, porque estoy seguro que no tendría ese fuego en sus ojos al contestarme.

- ¿Señor le traigo otro café?- pregunta la chica de los recados de la planta y asiento para seguir mirando las pantallas concentrándome en las tonalidades de las fotos que mostrariamos.

Hasta que alguien me toca el hombro y me giro pensando que sería mi nueva tasa de café. Lo menos que espero es de nuevo esos ojos que ni si quiera me dejan reaccionar, con una fuerza que no parece posible esta chica de aproximadamente 1.50 se pone de puntillas y me jala por las solapas del traje estampando sus labios en los míos.

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