12- Ella es Mía

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Alex Hamilton

No puedo describir el sentimiento que se apoderó de mi al ver a Lorenzo coqueteando con Berli fuera de mi oficina. Ni si quiera pude controlar mis pasos o las acciones que vinieron a continuación.

Simplemente tenía la imperiosa necesidad de alejarla lo más rápido posible del Italiano. No porque estuviera celoso ni nada por el estilo.

Por favor, solo quiero protegerla. Es una chica muy buena para caer en las redes de mi socio desde hace cinco años. Tiempo en el cual he sido testigo de como desfila con las mujeres como si fueran lencería, cambiandolas cuando llega una nueva de moda. Y no es que yo sea un santo, o tenga algo en contra de una noche de sexo salvaje sin compromiso, pero definitivamente siempre hablaba claro y no veía al sexo femenino como un juego o una apuesta que ganar.

Y Berli se merece algo mejor, mucho mejor.

Justificó mis acciones con esa filosofía cuando marco territorio frente a mi socio y disfruto ver cómo le cambia la cara, aunque no pierde ese brillo de competidor. Y no quiero que vea a mi nueva esposa como una apuesta que puede ganar, así que le sostengo la mirada dándole el mensaje claro de "aléjate".

Cuando digo en ese pasillo "qué es mi esposa", alto y claro. Por suerte solo somos nosotros y la secretaria.

Berli me sigue el rollo y termina sorprendiendome al despedirse de mi con un pico. Sus labios y los míos.

Me quedo como idiota viendo ese trasero redondo alejándose en esos jeam ajustados y casi puedo imaginar su sonrisa y su nerviosismo. Cosa que me hace sonreír.

Y preguntarme qué carajos me está pasando con esta mujer.

- Interesante - suelta el italiano a mi lado divertido trayendome a la realidad y me recompongo dirigiendo toda mi atención a el, volviendo a mi actitud profesional.

- Tú primero - le indico hacia mi oficina y ordenó dos cafés para la reunión en lo que llega su abogada para discutir los temas del nuevo contrato y así bajar la tensión entre nosotros.

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La reunión es todo un éxito, exepto por los intentos de la abogada de restregar sus tetas en Lorenzo y luego en mí. Y al italiano eso lo divierte pero a mí me molesta. Por lo demás es todo un éxito y suspiro de alivio cuando ella se va quedando solo nosotros.

- Por lo que veo vas en serio, esa señorina te tiene tomado.

- Algo así - respondo divagando sin querer darle detalles de mi vida privada- Como sea nos veremos en la gala- me levanto para despedirlo y el también.

- Perdona a Julietta, la despedire tan pronto como salga de aquí - se refiere a la abogada y asiento de acuerdo.

Ya cuando me quedo solo suelto un suspiro soltando un poco mi corbata mientras analizo todos los acontecimientos de hoy desde la mañana y es imposible que todos y cada uno de ellos vallan a esa chica curvilínea, que me hace cuestionar tantas cosas.

No sé si estar frustrado por mis acciones o confundido. Creo que el celibato y tener a Clara lejos me está afectando de más. Y cuánto antes pueda desahacerme de todos estos pensamientos, volveré a ser más yo mismo y centrado.

Así que decidido sacó mi móvil y le marco a mi mejor amigo qué responde al tercer tono.

- Noche salvaje hoy- es lo primero que digo y Countornig ríe por el otro lado de la línea.

- Tan mal va la vida de casado- bufa y lo puedo imaginar divirtiéndose a mi costa.

- Es falso lo sabes- le recuerdo.

- Sí, como tú digas. Entonces puedo besar a tú falsa esposa.

Gruño a modo respuesta y el ríe. Maldito cabron, me conoce más que nadie. Nunca he sido posesivo con Clara, pero con esta chica, solo de pensarla con Countorning o con cualquier otro hombre algo se agita dentro de mí.

- Te mando la dirección del nuevo bar- cambio de tema, ya que lo que menos me apetece es de hablar de algo que ni yo mismo le encuentro explicación.

- Está bien, a mi también me hace falta despejarme.

Nos despedimos y luego de colgar salgo de la oficina camino a casa. Por un momento me detengo en el área de diseño y no puedo evitar que mis ojos busquen cierta cabellera y curvas. Pero no la encuentro y me rindo.

Tengo que parar, es solo un juego. Esta chica cumplirá su parte y luego se irá como mismo llegó a mi vida a alterar mi orden.

Controlate Alex.

Por fin mañana Figuer sería puesta en su lugar, la herencia iría a mis manos y todo a la maldita normalidad.

Suspiro y le quitó las llaves a mi chófer para conducir yo mismo a la mansión.

El tráfico me ayuda para pensar.

Pasada media hora estoy en mi habitación, duchado y no dejo de mirar la ventana cada veinte minutos solo para comprobar que Berli ya halla llegado a casa, no porque este preocupado por ella si no por seguridad, nada más.

Tenía que haberle dicho al chófer que la trajera en otro auto de la compañía.

Gruño.

Según pasan las horas. Ya debería haber terminado.

Me visto y resisto el impulso de llamarla, justo cuando diviso un auto llegando desde fuera del portón.

¿Qué carajos?

Y un auto que conozco muy bien.

Mis pies se mueven por si solos, como arma que lleva el diablo bajando las escaleras y una furia que me hace ver rojo que y respirar con dificultad.

Los impulsos me dominan según avanzo.

- ¿Señor todo está bien?- se interpone mi mayordomo pero lo apartó con un gesto al igual que mis guardias y lo primero que me recibe al salir a la calle es Lorenzo inclinado sobre Berli.

Entonces si veo rojo y me lanzó como un toro apartandolo de ella con un puñetazo con todas mis fuerzas.

Y qué se joda la maldita asociación ahora mismo es lo que menos me importa.

Tengo ganas de arremeter más contra él y no lo hago porque ella se interpone y me toma por una de mis manos.

- No lo hagas- suplica, parece asustada .

Y yo no sé si mirarla mientras mis demonios se agitan ante la risa burlona del italiano que se seca la sangre de su labio partido con un pañuelo.

- No te quiero ver cerca de mi esposa, ni mi empresa. Ella es mía- gruñó y la abrazo sintiendo como mis latidos se calman con ella entre mi pecho.

Y la jalo camino a la mansión ignorando los gritos de quién podría considerar un amigo por todos estos años de asociación.

- Esto no se va a quedar así- es lo último que registro en su voz antes de que los guardias cierren la puerta tras nosotros y le impidan el paso a la mansión.





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