Nueva familia y mesa de acero

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Cuando Christopher regresó a su pent-house, Lily continuaba trabajando. Su padre le ayudaba con los correos que nunca se detenían y, a veces, atendía el teléfono.

Él se quedó asombrado mirándolos desde la entrada. Los dos sincronizaban de una forma muy espontánea. Ella pinchaba un tablero organizador con los eventos previos al lanzamiento y él hablaba por teléfono. Confirmaba el catering para la fiesta.

Adoró verlos trabajar juntos y supo que él nunca tendría algo así con su familia.

Suspiró derrotado por sus sueños de niño y alcanzó a caer apenas un par de metros, cuando Julián lo vio por el rabillo del ojo y entusiasta se levantó para saludarlo con alegría.

—¡Señor Rossi, que bueno que llegó! ¡Justo a tiempo! —Caminó hacia él a darle la bienvenida y agarró una taza humeante para ofrecérsela—. Chocolate caliente, la especialidad de mi Lily...

Christopher la recibió y lo olió con una sonrisa melancólica. Tuvo que suspirar cuando el aroma del cacao y el dulzor lo tranquilizaron desde adentro.

Podía apostar que nadie le había preparado chocolate caliente. Podía apostar que nunca lo habían recibido de esa manera al llegar a un lugar, mucho menos a su propio pent-house.

Su propio hogar.

—Con malvaviscos... —susurró él con una sonrisa juguetona y de fondo se encontró con la mirada dulce de Lily.

Se percibía su nerviosismo por la denuncia en contra de su hermana, aun así, lo premió con su bonita sonrisa. Él se sintió en el paraíso.

—Cuando la tormenta empezó, ella corrió a la cocina y le preparó esto... —reveló el señor L, muy motivado—. Quería que cuando usted llegara, se abrigara con su chocolatito bien espeso. —Le sonrió demasiado feliz—. ¿Le gustó? —le preguntó cuando Chris le dio el primer sorbo.

Él sonrió.

Se había visto caer antes al descubrir que nunca tendría lo que la familia de Lily poseía: unión, amor, lealtad; pero cuando tuvo a Lily y a su suegro esperándole en esa tarde lluviosa, recibiéndolo con la calidez que siempre había añorado, supo que por fin era parte de una familia.

Supo también que no lo dejarían caer otra vez.

Un nudo amargo se le acentuó en la garganta, pero lo pasó bebiéndose el chocolate caliente de Lily.

—Es perfecto —dijo, refiriéndose no solo al chocolate, sino a todo lo que estaba viviendo.

Claro, tenían sus bajos, como el robo de Vicky y la desgracia de tener que trabajar con Marlene, pero no dejó que aquello le arruinara ese momento tan perfecto.

Lily le ayudó a quitarse el abrigo largo que lo protegía de la lluvia y el señor L le habló de las citas que su hija le había programado para el resto de la semana.

Se sentó junto a ellos y los escuchó hablar con seriedad, pero sus pensamientos y sentimientos se quedaron atascados en la bonita sensación que tenía dentro del pecho.

—Marlene escribió y solicitó el informe completo de las columnas. Se lo envíe y respondió: "aprobado" —le comunicó ella, sonriente y Christopher suspiró aliviado—. Mañana es el plazo para entregar el libro en la imprenta.

—¿Nerviosos? —preguntó Julián, a sabiendas de que el gran día había llegado.

Solo faltaban algunas horas antes de la gran verdad.

Christopher apretó el ceño y con decisión negó.

—No... —Pensó en profundidad—. No tenemos que estar nerviosos. Hemos trabajado mucho por esto.

Suya por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora