Cuando Lily leyó aquello, se quedó helada unos instantes y tuvo que beberse todo el licor de su vaso para apagar los celos que empezaban a prenderse dentro de su barriga.
Bebió copa tras copa queriendo sofocar las mariposas, los celos, el deseo de lanzarse a los brazos equivocados. Bebió sin ser consciente de que no poseía resistencia y que, con dos copas, ya era la borracha feliz.
Joel la miró complicado, sin entender muy bien lo que estaba pasando con ella. Cambió su actuar drásticamente.
Aunque Joel siguió a su lado, hablando sobre el gran cambio que se avecinaba para ellos ahora que aparecerían en Craze, Lily no pudo escucharlo. Estaba ensimismada en pensamientos nocivos. Se imaginaba a Christopher divirtiéndose con la científica y se crispaba como chihuahua rabioso.
Solo reaccionó cuando dijeron su nombre y Joel le dio un pellizco en el brazo para traerla de regreso.
—Señorita Lilibeth Lopez, ¡felicidades! —Escuchó y despertó de su letargo a la fuerza.
Se encontró a todos los presentes mirándola y aplaudiéndole. Ahí notó lo mareada que estaba.
—Lily, no sabía que habías pujado...
—¿Qué? —Fue su primera reacción—. No, yo... yo no hice nada...
—La señorita López es la nueva poseedora de "El beso", del pintor Gustav Klimt. Oleo con laminillas de oro y estaño, sobre lienzo. Fue realizado entre 1908 y 1909. Dos amantes que se pierden en el éxtasis del amor...
—Es un error, tiene que ser un error —musitó Lily cuando la asistente se acercó para ofrecerle su documento de posesión.
Solo allí supo que Christopher lo había pujado por ella por adelantado, asegurándolo con millones de dólares. Pensó que se desmayaba en ese segundo.
—Felicidades —le dijo Joel, riéndose y mirándola con mueca divertida.
Lily cogió el documento legal entre sus manos y, con un nudo en la garganta, miró a Joel y le dijo:
—Tengo que irme. Lo siento muchísimo.
Agarró su bolso y salió de allí corriendo agitada, aun cuando Joel trató de detenerla.
Se montó en un taxi, bastante borracha y viajó hasta el pent-house de Christopher con el corazón agitado, totalmente enloquecido.
Se montó en el elevador tan ansiosa que, se tuvo que mecer adelante y atrás, pero ni eso fue suficiente. Se apretó las manos para calmarse.
Cuando vio que estaba cerca de su piso, inhaló profundo y se forzó a calmarse, a actuar como si nada.
Las puertas se abrieron y, de pie frente a ella y con muecas oscuras, se encontró con Cristopher.
Él la estaba esperando, con una bolsa negra en la mano y con tanta seriedad que, la pobre Lily se sintió intimidada bajo sus ojos fríos.
Lily dio un par de pisadas tímidas y miró a su alrededor, buscando a la rubia del vestido rojo.
—¿Buscas algo? —preguntó él y estudió cuidadosamente sus movimientos.
—No lo sé... —susurró borracha—. Usted dígame...
Rossi sonrió. Sabía que buscaba a la rubia.
—No funcionó —le explicó él. Los dos sabían muy bien lo que estaban hablando—. Se fue a casa después de abofetearme. —Le mostró la mejilla enrojecida.
Lily disimuló una sonrisa triunfante al saber que la caza no había terminado con una presa en la cama de Rossi y alzó las cejas al ver como los dedos de la mujer le habían marcado la piel.