Hermano y enfrentamiento

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Sasha nunca creyó que su hermano se atreviera a dejar su amada Rusia, mucho menos para visitarla a ella en la asquerosa América. Así que, cuando lo vio ahí, de pie en ese amplio pent-house de lujo, se quedó paralizada, tratando de entender qué demonios estaba ocurriendo.

¿Acaso estaba alucinando?

—¿Roman? —preguntó lo obvio y avanzó tímidamente hacia él.

Julián no se quedó atrás, y aunque Sasha quiso ser la protagonista de ese reencuentro, Roman tenía sus ojos fijos en Julián, y por otro lado, Julián tenía sus ojos fijos en ese desconocido de tamaño imponente y ojos azules penetrantes.

—¡Sestrenka! —gritó Roman cuando su rostro frívolo se llenó de ternura y abrazó a su hermana pequeña con dulzura.

Con un solo brazo le bastó para envolverla completamente y levantarla del suelo hasta su pecho.

Los hermanos hablaron en ruso, alegres de volverse a ver después de tantos años difíciles.

Julián miró de reojo a Marlene, quien se acercó temerosa pero terriblemente curiosa. No pudo negar que le fascinaba escuchar a ese bruto de cabello dorado hablar en un idioma tan... duro.

Pronto se dio cuenta de que no podía caer otra vez en encantos tan frívolos y que necesitaba encontrar un hombre más parecido a Julián. Sacudió sus pensamientos fogosos y equivocados y se enfocó otra vez en sí misma.

Cuando las risas entre los hermanos rusos terminaron, Sasha se dirigió a Julián para presentarlos. Le sorprendió ver a la elegante mujer tan cerca, pero no dejó que eso la confundiera.

—Él es mi hermano mayor —dijo feliz, sonriente. Julián no ocultó su sorpresa—. Vino a visitarme y se quedará unas semanas...

Sasha parecía muy feliz.

Marlene sonrió traviesa al escuchar que se quedaría un par de semanas. Una última vez no le hacía mal a nadie.

—Un gusto conocerlo, señor... —Julián estiró su mano para saludarlo.

—Roman —dijo el ruso con seguridad y respondió a su saludo de manera hombruna.

Fue el apretón de manos más duro que ambos habían experimentado en sus vidas, con las sonrisas más forzadas.

Julián tuvo que mantenerse tranquilo. No quería alterar ni preocupar a Sasha. Para él, que su mujer estuviera bien era lo más importante.

Sasha pudo percibir la tensión. En el pasado, se habría agobiado por algo así, tratando de demostrarle a su hermano que era una mujer correcta, pero sola en América, había aprendido a valerse por sí misma y ya no necesitaba la aprobación de su "semyá".

—¡Te va a encantar esta isla! —Sasha estaba feliz.

A Julián le complicó no poder entender lo que estaban hablando, pero ver a Sasha tan sonriente le hizo comprender que estaba feliz de recibir a su hermano en el país que la acogía.

Los hermanos se abrazaron y Sasha lo llevó frente a los amplios cristales que envolvían el pent-house para mostrarle la maravillosa vista. En invierno era perfecta también.

Para Roman no fue tan maravilloso ni sorprendente. Solo nieve. Ya tenía mucha nieve en su amada Rusia.

—No me dijiste que trabajabas en un asilo de ancianos —dijo Roman en ruso, mirando a Julián con desconfianza por encima del hombro.

Sasha pudo ver lo que trataba de decir y se rio fuerte.

—Te dije mil veces que trabajo para Christopher Rossi.

Suya por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora