Capítulo 6

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Si te dan a elegir entre cuatro demonios, el feo, el malo, el bueno y el tío bueno, ¿a quién elegirías? Al final cogerías al tío bueno… ¿No? Pues lo mismo con los amos.

No había muy buena iluminación. No se oía nada; pero, para Hyunjin, incluso el silencio era más inquietante que cualquier sonido que pudiera darse en las salas de ese club.

Joder, estaba bajo tierra. Nunca se hubiera imaginado que en Nueva Orleans pudiera haber algo así; aunque, por otra parte, ¿dónde habría algo así sino en Nueva Orleans?

—¿Están insonorizadas? —preguntó mientras rozaba con los dedos una de las puertas metálicas.

—Sí. Es el único modo de mantener lo que se hace aquí en secreto.

Todas tenían colores distintos. Al final, se divisaba una puerta negra y grande con un león dorado que hacía de picaporte.

Minho, el León.

El rey.

Hyunjin ató cabos y llegó a la conclusión que Minho era el Rey León dentro del mundo del BDSM.

Minho sacó la llave y abrió la puerta. Presionó al interruptor y la espartana sala se iluminó con una luz azulada y tenue.

—En este local hay muchas salas distintamente ambientadas. Tienen salas rojas, medievales, salas dungeons, salas fetish y salas a pelo, como esta. Todas están equipadas con todos los juguetes necesarios. Las rojas disponen de un completísimo material para las prácticas SM: cama de tortura, trono, cruz de San Andrés, cepos, jaulas, potros, fustas y látigos de diferentes colas… Las medievales cuentan con su propia prisión, cama de estiramientos, puntos de suspensión, sillas de tortura… Y la sala fetish dispone de ropa de cuero, látex, pvc, botas, zapatos, máscaras, antifaces…

Hyunjin lo escuchaba y no lo escuchaba. Estaba consternado por la crudeza de aquella sala, y eso que no tenía nada. Solo dos vigas de madera ancladas al suelo con dos cadenas colgando en la parte superior. Nada más. La pared estaba desconchada y el suelo era de cemento. La sala olía a algo menos fuerte que amoníaco, como si la hubieran limpiado y desinfectado. En esos sitios habría lágrimas, sudor y muchos fluidos que después debían desaparecer de ahí por cuestión de higiene.

Hyunjin no se quería ni imaginar lo que sucedía entre esos muros.

Una vez, en la universidad, su amiga Marisa, que trabajaba en Nueva Orleans como asistente jurídico, le había dicho que los jóvenes como ellos debían tener en su interior a un ángel y a un demonio, a un cordero y a una puta.

Pues bien, ante aquella situación, Hyunjin corderito rezaba. Pero Hyunjin «la puta» arqueaba una ceja expectante y curioso.

—¿Qué hacemos aquí? —aunque lo sabía muy bien.

—Vas a hacer una elección. Es tu turno.

Tres hombres entraron en la sala.
Vestían con pantalones de cuero e iban descalzos. Uno era calvo y fornido, de ojos claros; el otro era alto, fibradísimo, guapo, de largo pelo negro, y ojos oscuros pero de aspecto un tanto gótico; y el tercero era… un hombre mayor, muy atractivo, pero le recordaba a su padre.

Hyunjin se puso a la defensiva cuando los tres invadieron su espacio e, inconscientemente, dio un paso para acercarse a Minho. Él lo miró analizando su reacción, pero continuó con el gesto impertérrito.

—Estos son Brutus, Prince y Amadeo.

—¿Y él es? —preguntó el de pelo largo y liso.

—Pussycat —contestó Minho mirándolo de reojo.

Hyunjin torneó los ojos por debajo de la gorra. ¿Minino? ¿Él? ¡Él no era un maldito minino!

—Pussycat busca a un amo. ¿Quién quiere ponerlo a prueba?

𝑳𝒂 𝑫𝒐𝒎𝒂 / MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora