Capítulo 9

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La base de toda buena relación entre amos y sumisos es la confianza. Las mentiras lo destruyen todo por ambas partes.

Aquel día por la tarde, Minho le explicó que saldrían a conectarse a Internet y ver si había algún mensaje de la organización del torneo. Él se conectaba siempre desde locales habilitados, porque estaba demostrado que los organizadores tenían hackers informáticos, y no le interesaba que nadie supiera la IP de su ordenador pr.

Después de eso le indicó que llevaría unas pinzas para pezones. Casual.

Por tanto, después del jacuzzi, el cuarto orgasmo y el masaje; después de comer y de seguir estudiando las instrucciones del juego y aprendérselas de memoria, Minho se dispuso a ponerle unos aros de acero en cada pezón.

Hyunjin estaba de pie ante él, ambos en la habitación.

Minho se había vestido con un pantalón tejano desgastado azul claro y una camiseta blanca de manga corta y con cuello de pico. Llevaba unas zapatillas de piel descubiertas, estilo surferas, pero de vestir.

Hyunjin vestía con una minifalda de flores estampadas rojas, amarillas y violetas. Solo eso. Tenía el pecho al aire y aún no se había calzado.

La diferencia de tamaño entre ellos saltaba a la vista.

El joven lo miraba como si fuera el mismísimo diablo. Vamos, que de haber podido hubiera saltado por la ventana. ¿Le iba a oprimir sus pezoncillos con eso? Se estremeció.

—No los vas a llevar mucho tiempo. Solo una hora. Después de llegar al local wifi y revisar mi bandeja de entrada del foro, iremos un momento al baño y te los quitaré.

—¿Iremos un momento al baño? ¿Hay un baño público mixto que yo no conozca?

—No —negó con la cabeza—. Entraremos al de señoras y nos encerraremos para que yo te pueda desprender de ellos.

—Eso es un delito: escándalo público. Soy un agente de la ley, señor, que repentinamente está de vacaciones…

Minho se paró ante él, con la palma hacia arriba y los aros constrictivos relucientes y perversos ante Hyunjin.

—Cállate un segundo. Hay muchos tipos de pinzas para pezones. —Le dijo, acariciando su pezón rosado con el pulgar y el índice.

—Hum… —Hyunjin apretó los labios, prohibiéndose el gemir.

—¿Te gusta que te toque así?

—¿Tú qué crees, señor?

Minho sonrió y se los acarició solo para provocarlo y ver cómo la piel se le erizaba y los pezones se le ponían de punta.

—Quiero que me contestes.

Hyunjin deseó darle un pisotón.

—Sí, señor. Me gusta que me toques los pezones.

—Y a mí me gusta tocártelos —reconoció, agradeciendo su sinceridad—. Las pinzas… —no quería irse del hilo de la instrucción, así que prosiguió—: están las de este tipo, que son aros que se pueden ajustar según el tamaño del pezón y según la resistencia al dolor del sumiso. Luego también hay otros tipos que son como pinzas metálicas. Algunas de ellas van unidas por una cadena, con lo cual el amo puede tirar de esta cuando quiera atormentar los pezones del sumiso; otras van unidas con una cadena, y esta, a su vez, va unida al collar de sumiso. Las pinzas son dolorosas, pero sirven para que el pezón sea mucho más receptivo a las caricias.

—Espero que no me produzca isquemia.

—No. Hay que controlar muy bien la presión con la que cierras la pinza y ajustarla a tu grado de dolor. El amo tiene que ser consciente de mantener una buena irrigación, que la sangre pueda fluir bien y evitar aplastar cualquier arteria que lleve la circulación al lugar que se está presionando. Sano, seguro y consensuado, ¿recuerdas?

𝑳𝒂 𝑫𝒐𝒎𝒂 / MinjinWhere stories live. Discover now