Capítulo 9

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Capítulo 9

Lea

—Ponte en cuatro.— Ordenó. Su voz grave y profunda, un tono que no dejaba espacio para preguntas ni objeciones.

Tragué saliva y asentí, poniéndome sobre mis rodillas y las palmas de mis manos, soportando el peso de mi cuerpo y así mantener el equilibrio.

Escuché los pasos casi silenciosos de Cassian y sentí cómo se ponía detrás de mí, arrodillándose justo detrás de mí. Noté el calor subir a mis mejillas, esto era bastante vergonzoso. Sus manos sujetaron delicadamente mi pierna derecha y la levantaron; su agarre en mi carne era firme pero amable, midiendo perfectamente la fuerza que debía ejercer. Hasta que...

—¡Auch, Auch!¡Duele Cassian!— Gruñí de dolor cuando mi pierna fue estirada hacia atrás sin piedad. Todos mis ligamentos y músculos se estiraron de tal forma que sentí un pequeño entumecimiento. —¡Suelta, suelta!— Cassian soltó una carcajada mientras soltaba mi pierna. Rápidamente me senté en el suelo y acaricié mi pierna, que dolía en la zona de los gemelos y detrás de mis rodillas.

—No aguantas nada.— El cabrón no dejaba de reírse, como si acabara de vivir lo más divertido de sus 500 años de vida.

—¡Discúlpame pero no todos entrenamos desde que aprendemos a caminar, volar en tu caso, y nos ejercitamos diariamente!— Ladré en respuesta, masajeando mis músculos adoloridos. —Además, estás hablando con la humana que menos ejercicio hace en su vida. Es un milagro si apenas corro dos minutos sin ahogarme.—

—Han sido menos de 5 segundos lo que he estirado tu pierna, necesitas acostumbrarte Lea. ¿Sino para qué me has pedido ayuda?— Cassian se cruzó de brazos mientras me miraba desde arriba, sus alas plegadas en su espalda.

Después de pasar aquel día con Feyre, en el que creo que nos hicimos más cercanas, antes de irme a dormir esa noche me planteé la idea de ejercitarme. Un poco, nada exagerado. Al menos lo suficiente para poder correr como alma que lleva al diablo si en algún momento me cruzara con una de esas criaturas que Feyre me mencionó. Rezaba de corazón que tal situación no pasara nunca pero teniendo en cuenta mi suerte de mierda, pensé que era mejor prevenir que curar.

Así que me puse a pensar. ¿A quién conocía que se ejercitara diariamente y tuviera conocimientos al respecto? Azriel y Cassian. Mis dos Ilyrios favoritos (y los únicos que conocía).

En cuanto Azriel hizo acto de presencia fui directa a preguntarle si podía ayudarme, a lo que en seguida dijo que sí. Después él se lo comentó a Cassian, quien tampoco se negó. Dijeron que podían turnarse y dedicarme unas horas cada día, por la tarde. Al parecer por las mañanas, muy temprano, se encargaban de entrenar a unas sacerdotisas en la Casa del Viento.

Según Cassian, primero nos centraríamos en acostumbrar a mi cuerpo a los ejercicios más sencillos. Me preguntó si quería aprender a luchar, a lo que rápidamente me negué. Yo, siendo humana, por mucho que entrenara dudaba poder enfrentarme a cualquier...bicho que se me pusiera delante. Antes me mearía encima y para cuando quisiera hacer el primer movimiento probablemente ya me habrían sacado el corazón o se estarían comiendo mis sesos, o ambas cosas.

—Venga, una vez más. Esta vez intenta aguantar.— Reprimir una mueca de fastidio y me puse en posición de nuevo. Cassian volvió a agarrar mi pierna, la levantó y tiró de ella como antes. Tomé una profunda respiración mientras soportaba el ejercicio. Era incómodo pero mucho mejor que si tuviera que aguantar mi pierna en alto yo sola. —Bien, 15 segundos. Ahora la otra.— Sentí que el aire que había estado reprimiendo finalmente pudo salir cuando mi pierna tocó el suelo. Cassian agarró mi otra pierna e hicimos lo mismo por otros 15 segundos. Esta vez no había sido tan malo.

Una corte de Estrellas y LiriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora