Capítulo 13

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Capítulo 13

Lea

Abrí los ojos perezosamente. Parpadeé varias veces para poder enfocar mi vista y acostumbrarme así a la oscuridad de la habitación apenas iluminada por las pequeñas líneas de luz que conseguían colarse por las oscuras cortinas. Rodé en la cama mientras soltaba un suave gruñido ronco y tapaba mis brazos con la manta. No sabía qué hora era, ni siquiera en qué día estaba viviendo. Volví a cerrar los ojos para intentar dormirme de nuevo cuando la puerta de mi habitación se abrió de golpe. Ignoré el fuerte golpe y las pisadas, que fueron directas a la ventana y abrieron las cortinas, permitiendo que los rayos solares iluminaran toda la habitación.

Hice una mueca de disgusto y me tapé con las mantas por encima de la cabeza, ocultándome bajo estas. Sabía quién era la que estaba haciendo mi vida imposible desde los últimos 10 segundos así que me permití ignorarla. Al menos hasta que agarró las mantas y me destapó. Otro gruñido escapó de mis labios y me tapé la cara con la almohada, la luz clara del sol era jodidamente molesta.

—Despierta de una vez Lea.— Su mano se puso en mi hombro y me agitó, no con tanta fuerza para molestarme pero lo suficiente para hacerme reaccionar. Me encogí en la cama, mis piernas desnudas expuestas al cambio de temperatura hicieron que me estremeciera. Ella suspiró al ver que no sacaba mi cara de la almohada. —No puedes seguir así.— Dijo con cansancio en su voz y algo de frustración.

—Puedo y lo haré.— Respondí sin apartarme de la almohada; mi voz salió ahogada por tenerla cubierta.

—Llevas dos semanas casi sin salir de tu habitación. A este paso florecerá antes la primavera.— Se burló Morrigan, no respondí. Finalmente volvió a suspirar, solo que con pesadez. —No puedes seguir evitándolo. Ni a los otros, lo sabes. En algún momento deberás enfrentarte a la situación.—

Seguí sin decir nada, escondiéndome en una patética almohada. Porque eso era yo, patética. Desde que descubrí que bajo mi piel había poder del Caldero y todos me lo habían ocultado -ya fuera por mi bien o no- y volví a pelear con Cassian, me había encerrado en la Casa de la Ciudad. Aparte de algunas clases de lectura y escritura con Azriel junto a rápidos entrenamientos, no había salido.

No había que confundirse. También estaba enfadada con Azriel, al menos antes, ahora simplemente no le hablaba porque me había acostumbrado a los silencios absolutos entre nosotros. Simplemente con Azriel era fácil porque no insistía y comprendía que necesitaba mi espacio y lo más importante de todo; que estaba en mi derecho de sentirme así. Él siempre había sido callado así que no hablábamos a no ser que fuera estrictamente necesario.

No me preguntó ni una vez si estaba bien, tampoco se disculpó y aquello me pareció bien. Azriel tampoco necesitaba explicarse, cumplía órdenes de Rhysand. Y sabía bien que yo jamás sería una prioridad en esos asuntos. ¿Me molestaba? Sí, por supuesto. Sin embargo...tenía sentido, lo comprendía...así que no le exigí nada. ¿Por qué con Cassian era distinto? Me auto convencí de que era porque lo consideraba el más cercano a mí y su secretismo dolió. Después de todo fue el primero en mostrarme amabilidad cuando llegué. Cassian fue abierto, divertido, amable...era más fácil encariñarse a ese tipo de personas, en este caso, inmortales.

Al igual que con Azriel, lo entendía. Pero el secretismo, la ocultación de esa información dolía el doble que con los demás por evidentes razones.

En estas dos semanas pasadas no intentó verme, ni una vez, tampoco volvió a intentar explicarse y yo no quería preguntarle nada a Azriel. Ni siquiera sobre si estaba bien. La primera semana me sentí peor que la segunda. Fue la presencia de Mor la que hizo que la segunda semana fuera más llevadera. Hacía que me levantara, comiera... y creo que habló con Azriel en secreto para pedirle que no fuera muy estricto conmigo, pero eso sólo eran especulaciones mías.

Una corte de Estrellas y LiriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora