La espada

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-¿Otra vez pensando en las nubes? -preguntó mi padre. Me estaba ayudando a fundir la empuñadura-. ¿O en cierta joven que suele visitarnos?

Casi suelto el hierro hirviendo que traía en las manos. Me apresuré a ponerlo en su lugar. Mi padre me dedico una sonrisita que se interpretaba como "te atrapé".

-No es lo que piensas.

-¿Qué pienso? -preguntó intrigado.

-Solo viene porque quiere ver la espada.

Mi padre se dio dos golpecitos sobre el mentón, pensativo.

-Te juró que eso mismo me dijo tu madre -se burló mi padre. La risa desapareció tan rápido como llegó y sus ojos perdieron el brillo ante el recuerdo. Todos la extrañábamos.

Recordaba esa historia en la que mi madre llegó un día al taller buscando la espada mágica. Se fue sin saber que años después sería su hijo quien le daría vida a la espada que tanto anhelaba ver.

-Tu ayuda, por favor -urgí.

-Sabes...

-Ya sé que es una princesa, no lo tienes que decir. Conozco mi lugar, además... -Negué. No era buena idea pensar en lo que me dijo mi madre en su lecho de muerte.

Fui hasta la gaveta bajo el mostrador y saqué la semilla.

-Me refería a sí sabe quién hizo la espada.

Mis mejillas se volvieron rojas de la vergüenza.

-No, cree que solo te ayudo -mentí. No solo lo sabía, me había ayudado durante la confección. Hasta la había dejado modificar algunas cosas en el diseño.

-Es lo mejor.

Saque la semilla del estuche. Mi padre le dio vueltas como si de ella fuese a salir una planta que comunicara el cielo con la tierra.

-¿Por qué una semilla?

Me encogí de hombros. Ese día le había contado de la visita del mago y su extraña orden.

-¿Cómo era la espada del primer héroe? -pregunté.

-Nadie lo sabe -respondió después de un momento-. Solo se conoce que se rompió cuando el príncipe tuvo que retroceder por las llamas del dragón. Entonces vio una rosa, la corto con un fragmento roto de la espada y se la clavó en el pecho al dragón cuando este se acercó confiado de su victoria, matándolo.

-¿Tenía magia?

-Según la leyenda, la rosa pertenecía al dragón. Lo había hecho crecer con su esencia, tal vez por eso pudo derrotarlo -Se encogió de hombros-. Solo quienes estuvieron involucrados sabrán la verdad de lo que sucedió ese día.

Había escuchado aquella historia por años y tenía muchas dudas acerca de cómo matar a una bestia enorme usando como arma una rosa. La flor se había manchado con la sangre del animal y adquirido sus poderes después de su muerte. Cuando el héroe regreso con la rosa, decidieron convertirla en el emblema real como recordatorio por su hazaña.

-Volvamos al trabajo -dijo mi padre. Su mano comenzaba a curarse y podía realizar más movimientos. Esta vez me tocó ayudar a mí mientras él terminaba de unir la empuñadura con el cuerpo.

Decidí colocar dos rubíes en vez de citrino en los ojos del dragón, quería que Amber recordara sus propios ojos cuando los mirara. Ella había sido entrenada como cazadora desde su nacimiento y no dudaba por un instante que pudiera derrotar a la bestia de una forma más heroica que su predecesor.

La noche del cumpleaños de la princesa estaba nervioso. Daba vueltas de un lado a otro, sin poder apartar la vista de la caja.

-¿Le gustará? -pregunté en voz alta.

Herederos de sangre y hierro #PGP2024Where stories live. Discover now