El Mago

10 5 0
                                    

Solo había un lugar donde pudiera estar el príncipe en días previos a su cumpleaños. Su hermana gemela, Amber, se recluía en sus aposentos para prepararse para la batalla y Jasper aprovechaba para entrenar sin que nadie sospechará jamás del plan que se preparaba tras las puertas del castillo. La reina estaba tan distraída en los banquetes y celebraciones del palacio que no notó que sus hijos se habían intercambiado bajo sus narices.

El salón de entrenamiento estaba dividido en dos, una entrada bajo techo donde colocaban las armas y ropas y un patio extenso con suficiente espacio para correr y librar batallas. El patio no tenía techo y estaba rodeado por un muro circular con una sola ventana por la que se asomaban un conjunto de jovencitas para darle ánimos a su príncipe, aunque desde su posición poco podían ver del joven que golpeaba agresivamente con su espada unas varas de bambú entrelazadas para darles la forma de un animal gigante. Llevaba el pecho descubierto y el cabello negro recogido en un moño alto. El sudor le corría por los músculos cayendo sobre la arena y sus pies desnudos.

Alguien carraspeó, llamando mi atención. Desvié la vista del príncipe para enfocarme en un hombre fornido de mediana estatura que sonreía. Tenía la nariz redonda y un bigote negro trenzado tan largo como el mío. Pryt, a pesar de ser tan antiguo como yo, todavía conservaba una larga y sedosa melena y los rasgos de un hombre de cuarenta años.

—Pensé que estabas muerto —susurré.

Me dedicó una amplia sonrisa.

—Iba a decir lo mismo —respondió él con una gran sonrisa. No hubo abrazos ni palabras de afecto, los magos estábamos entrenados para ser seres solitarios carentes de emoción. Los sentimientos eran una debilidad para aquellos que poseían magia.

Pryt vestía una camisa café de entrenamiento con pantalones de cuero que hacían juego con una túnica gris de cuello alto que hacía juego con la camisa de entrenamiento de mi viejo amigo Pryt. Al parecer después de perder su magia Pryt se había dedicado a entrenar a los caballeros del reino. Siempre le había gustado ir al frente en las batallas, así que no me extrañaba que un día formara parte de ellas. Lo que no entendía es por qué entrenaba a los príncipes.

—No deberías estar aquí, Galem —dijo señalando con el mentón a Jasper.

Me estremecí, aún no me acostumbraba a escuchar mi nombre. Cubrí mi cuerpo con magia, volviéndome invisible.

—Solo tú puedes verme.

Pryt se arrascó el mentón.

—Había olvidado que podías hacer eso. No te confíes, sus ojos pueden ver mucho más allá de toda magia.

—Lo sé, ha utilizado magia para crear un glamur cada vez que se intercambia con su hermana. Nadie ha podido ver a través de él, es más poderoso que los anteriores.

—Él terminará con esta cadena, puedo sentirlo.

—¿Por qué estás tan seguro? —pregunté y él miró a Jasper como si eso lo respondiera todo—. Sabes que...

—No importa —dijo—. Esta vez es diferente, tenía que ser yo quien los entrenará. Tuve un sueño Galem, esta Era está llegando a su fin.

—Rubín envenenó la tierra.

—Y por consiguiente a nosotros, cada vez hay menos nacimientos y la tierra se ha vuelto infértil. Estamos atrapados en una burbuja de desesperación. Nadie ha podido salir del reino desde entonces y eso nos ha vuelto espectros. La única esperanza que ven es enviar a la muerte a los herederos hasta que un día no quede nadie.

—Los dragones no tienen la culpa.

—No te quedaste a decírselos. Te encerraste en tu propia burbuja cuando ella murió.

Herederos de sangre y hierro #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora