El dragón

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Si había algo en el reino que podía ponerme de mal humor son los pequeños. Corrían de un lado a otro sin frenos y le prendían fuego a todo cuanto se cruzaban en su camino, incluyéndonos. Aunque hoy estaba de mal humor por otro motivo: el nacimiento de un nuevo cazador. Bufé. Todavía insistían en llamar así a la generación de un asesino. Un cobarde que asesino sin compasión a uno de nuestros más legendarios dragones y escapó a su castillo, donde lo recibieron con vítores.

-Pareces a punto de incendiar todo el reino -me dijo Calttia, una dragona de color ámbar y ojos azules. Tan claros, que bajo la luz del sol parecían blancos. Perfectos. Hermosos. La contemplé con total admiración, Calttia era la última de su especie. Sus grandes cuernos torneados de cuarzo reflejaron la luz del sol creando un pequeño arcoíris.

-A veces pienso que lo mejor es incendiar todo el reino y acabar con la plaga que se extiende por estas tierras -respondí. Di con la cola en el suelo para ahuyentar a los tres pequeños dragones que intentaban morderla.

Calttia odiaba a los humanos tanto como yo, o podría decir más. Se limpió los dientes con la garra, al parecer había estado cazando fuera del territorio.

-No somos las bestias que nos creen.

Asentí. Aunque precisamente nos tildaban de bestias temperamentales escupidores de fuego cuando quienes vienen a clavarnos una espada en el corazón son ellos. Los dragones habían confiado en una raza débil una vez y pagaron bien caro el precio. Calttia sonrió cuando un dragoncito negro con las escamas del lomo rojizas me mordió la cola.

-Es idéntico a ti -sonrió. Sí, Vall era una copia de mí a excepción de las escamas en su lomo que tenían el tono rojizo de su madre. Sus largos cuernos torneados de marfil algún día tendrían mi tamaño y si el nido lo decidía, sería el siguiente líder de los dragones.

Solté un gruñido para ahuyentar a mi hijo y a los otros lejos de nosotros. Tenía un tema importante que tratar con la dragona.

-¿Qué sucede? -preguntó.

-Han nacido.

Calttia soltó humo por la nariz.

-No importa, todos los que han venido han encontrado su muerte -replicó.

-Esta vez es diferente, ha crecido una rosa blanca en lo alto de la montaña. Es una señal.

La dragona lanzó un rugido adolorido.

-Ella nunca debió confiarles nuestro secreto a ellos -sollozó, consumida por la tristeza y la rabia-. Por su debilidad, ahora estamos atados a este ciclo que parece nunca acabarse.

-La profecía no se cumplirá -le aseguré-. Mataré a cada uno de ellos hasta el último humano sobre esta tierra.

Calttia miró a la cima como si pudiera ver a la rosa allí. Eran tan pocas las que crecían que solo podían significar una cosa: los vientos estaban cambiando. Solo esperaba que esta vez pudiéramos tomar venganza contra quienes corrompieron la magia.

Mis fosas nasales se ensancharon ante un olor familiar. Su presencia y el brote de la rosa confirmaban mis sospechas. Esta sería la última batalla, podía sentirlo en cada una de mis escamas.

-Cuida a los más pequeños y aleja a todos de la cima, no queremos que se preocupen antes de tiempo -le ordene-. Tengo un asunto que atender.

Espere a que Calttia alzara el vuelo para atravesar los árboles en busca de mi insólito visitante. Nadie podía saber la identidad de aquel que se atrevía a poner un pie en la montaña Dragón cada siglo.

-Viejo amigo -saludó el mago. Vestía una túnica tan negra como mis escamas y su cabello se había vuelto blanco-. Es bueno ver que cada año aumentas de tamaño.

Herederos de sangre y hierro #PGP2024Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora