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Naruto recordaba a la perfección su primer beso con Hinata. Sobre todo porque fue él quién se lo robó.

Y sí, no tuvo la mejor reacción por parte de Hinata.

Lo había estado deseando desde hace un tiempo, durante días, noches enteras, en todo momento. No quería ser obsesivo, pero tras trabajar con ella días enteros, no bastó demasiado tiempo para no poder quitarse a Hinata de la cabeza.

Estaba presente en todo. La veía en todos lados. Sus ojos, podía oír su voz, su risa, sentía su aroma. ¿Estaba enloqueciendo? Se lo preguntó constantemente por más tiempo del que pudo recordar. Pensaba en ella más que en cualquier cosa y eso había comenzado a hartarle lo suficiente como para querer actuar. No estaba furioso, pero sí deseoso de tener a esa mujer entre sus brazos y acabar de una vez por todas con esa necesidad que crecía en su pecho.

Ya no podía seguir soportándolo.

Y no lo hizo.

Por eso decidió actuar.

Por eso decidió tomarla por el rostro con una mano, aprisionando su cuerpo contra su propio escritorio, sujetando su cintura con fuerza mientras hundía su lengua en la boca de Hinata. Las carpetas cayeron al suelo luego de que Hinata las dejara caer de sus manos, sujetando los fuertes hombros de Naruto contra sus palmas. A duras penas logró dimensionar lo que estaba pasando, pero para entonces ya era demasiado tarde.

Con sus ojos muy abiertos ve a Naruto alejarse de ella, limpiando la comisura de sus labios. Ella tiembla, sin poder decir alguna sola palabra. ¿Quién se creía? Es todo lo que podía preguntarse.

Naruto se agacha para recoger las carpetas que anteriormente cayeron al suelo, se las tiende a Hinata con una media sonrisa que desaparece en el momento en que Hinata golpea su mejilla con la palma abierta de su mano. El ruido del golpe se puede oír sin problema entre el silencio que se ha producido entre los dos. Las carpetas son arrebatadas de sus manos, Naruto sujeta su mejilla con su propia mano mientras ve a Hinata partir de la oficina echando humo.

Y desde entonces ella le hizo las cosas cada vez más difíciles, sobre todo porque Naruto había descubierto algo que ahora le tenía intranquilo.

Aquel deseo que sentía hacia ella no había disminuido ni un poco después de aquel beso, todo lo contrario. El sabor de sus labios estaba impregnado en los suyos, y eso le enloquecía. Pero, lo que le enloquecía muchísimo más, era que Hinata no estaba dispuesta a ceder con él.

Le ignoraba, y solo le dirigía la palabra cuando se trataba de asuntos de trabajo.

Por supuesto que Naruto agradecía tener una secretaria tan eficiente, pero Dios, era tan eficiente que odiaba no estar a la altura de su propio trabajo. Ella parecía estar muy tranquila, mientras él vivía de las ansias. Se le estaban acabando las ideas, y nuevamente Hinata le demostraba que no igual que las demás mujeres. Ninguna otra le había llevado hasta ese punto.

Hinata ignoraba todo de él, desde sus miradas insistentes, su cercanía, hasta sus regalos. En más de una ocasión vio más de un ramo de flores en la basura, junto a su respectiva tarjeta. ¿Y esa fue razón para rendirse? Absolutamente no. Todo para él era un incentivo, y también una forma de hacer enojar a Hinata.

—¡Ya basta! —ella golpea la palma de su mano contra su escritorio, dejando encima la caja de terciopelo color vino.

—¿Sí? —Naruto la mira por debajo de sus gafas transparentes, luciendo “confundido”. — ¿Qué ocurre?

—¿Qué es esto?

—Una caja de terciopelo.

—Ya sé que es una maldita caja de terciopelo. ¿Pero, por qué?

La Amante [NaruHina]Where stories live. Discover now