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Naruto observa su reflejo destruido en el espejo de aquel enorme baño, el aroma a limpieza mezclado con el típico de hospital inundan sus fosas nasales, siente asco, pero no logra descifrar exactamente el por qué.

Todavía le tiembla el cuerpo, siente como si su corazón quisiera salir corriendo, huir lejos de él porque nada de lo que estaba haciendo, pintaba bien. De camino al hospital, Shion había recobrado la consciencia por momentos breves. Naruto ni siquiera fue capaz de llamar una ambulancia, estaba tan aterrorizado que como pido la llevó a su coche, rogando por no estar haciendo algo mucho peor al intentar ayudarla. Ella había sujetado con fuerza una de sus manos y con lágrimas en los ojos le rogó salvar a su hijo. Le rogó llevarla con su médico de confianza.

Sintiendo la culpa abrazarle el pecho, no lo pensó dos veces. Condujo hasta la clínica donde atendía ese dichoso doctor del cuál Naruto tampoco se había preocupado por conocer. Todo lo que tuviera que ver con Shion y su embarazo lo manejaba ella y ahora se arrepentía tanto de no haber prestado al menos un mínimo de atención.

En su interior, mientras Shion se aferraba a él recostada sobre una camilla, Naruto creía que las cosas no podrían ser peores. Creía que tal vez esa caída pudo no ser mortal como parecía y entonces el bebé estaría bien. Pero, tristemente para su intento de esperanza, ni siquiera eso pudo ser.

—La caída fue demasiado para ella —el sujeto de cabellos blancos, piel pálida y ojos celestes mantenía entre sus manos lo que parecía ser el historial clínico de Shion. Con tan solo por aquellas palabras, su cuerpo cae contra uno de los asientos como si hubiera perdido las fuerzas de un segundo a otro. — Por más que hubiéramos intentado algo más, ya era demasiado tarde. Shion sufrió una pérdida.

No supo cuánto tiempo pasó desde las frías palabras de aquel jóven medido, hasta que Naruto se encontró a solas, sin terminar de creer lo que acababa de oír. Pasos por todos lados, murmullos, gente que iba y venía por doquier mientras él aún permanecía en ese pequeño asiento intentando entender qué estaba pasando y cómo las cosas pudieron acabar así.

Con las pocas fuerzas que tenía apenas y había conseguido ponerse de pie y buscar un baño. Necesitaba un momento a solas al menos dónde poder llorar en paz.

Tenía tanto sentimientos encontrados, tanto dolor acumulado, tanto que decir y tan poco por hacer. Destruido, derrotado y completamente solo. Así se sentía. Y ver su reflejo agobiado y agotado en el espejo se lo confirmaba sin problema. Su cabello se encontraba despeinado, habían ojeras bajo sus ojos pero no estaba seguro desde hace cuánto tiempo ya. Ni siquiera las había notado con tiempo. Ni hablar de su atuendo... su camisa blanca arrugada y desabotonada en los primeros botones, llevaba las mangas hasta los codos en un desorden abrumador.

No fue capaz de reparar en su estado hasta ese momento, pero ya nada más importaba. Ahora, además de observar su reflejo, le quedaba afrontar la realidad que parecía venirse encima. Una para la cuál no estaba preparado.

Avanzar por el pasillo, pararse frente a la habitación y abrir fue quizás la parte más fácil, porque definitivamente ver a Shion tendida sobre la cama con un yeso en su brazo y la mirada perdida hacia la ventana, no fue la mejor de las imágenes.

«¿Entonces ya lo sabes?» piensa mientras se acerca a la cama en silencio.

—Shion —murmura. Ella suspira. No lo mira, y por primera vez en mucho tiempo eso le extraña. — Yo...

—No es necesario —su voz baja, quebrada y llorosa es suficiente para entender. — Ya lo sé, lo siento... —puede ver cómo una lágrima baja sobre su mejilla a la par que ella lleva su mano libre hasta su vientre. — Ya no está más...

Naruto traga el nudo que aún permanece en su garganta. Siente sus ojos húmedos y ardientes. Duelen. Definitivamente duelen como toda esa situación.

—Shion...

La Amante [NaruHina]Where stories live. Discover now