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A las 8 a.m del día domingo, Naruto tiene sus ojos azules enrojecidos y ojerosos fijos en el techo medianamente oscuro de su habitación.

No pudo dormir en toda la noche y hasta la fecha sentía que no lo haría hasta que sintiera verdadera calma en su ser, cosa que parece estar bastante lejana a a él.

Sus pensamientos giraron toda la bendita noche en Hinata. Ella triste. Ella llorando. Ella totalmente decidida a alejarse de él. Ella huyendo. Pensó en su paradero, cómo y dónde podía encontrarla pero estaba tan acabado que ninguna respuesta coherente llegó a su cabeza.

Y finalmente, pensó una y otra vez en esa maldita carta de renuncia que llegó a su correo electrónico la tarde del día anterior.

Después de leerla por lo menos unas diez veces antes de procesarlo, creyó que todo se trató de una maldita broma. Tomó su teléfono, desesperado, e intentó contactar con ella mediante llamadas que Hinata no atendió y mensajes que jamás contestó.

No importó cuánto hizo para poder hablar con ella, sus opciones son esas dos por lo que está limitado y atado de manos.

Lejos de la mujer que ama, en medio de un lío que tiene que solucionar ahora ya, Naruto ésta al borde de la locura. Eso es lo que siente.

—Necesito dar con ella... —murmura con voz grave. Incluso su garganta está dañada. Todo en él parece estar enfermo.

Tantea su móvil sobre la cama y la presión en su pecho aumenta cuando nota que no tiene absolutamente nada de Hinata, ni un mensaje o alguna llamada de su parte. Ignora ese sentimiento que aplasta con brutalidad sus emociones y busca entre sus contactos a otra persona. Otro nombre.

Inmediatamente tras marcar el número se lleva el móvil hasta su oreja, escucha los tonos de llamada que tanto odia para ese entonces pero al menos agradece que la persona detrás de la línea tiene la decencia de contestar.

—Espero y tengas una buena razón para despertarme un Domingo a las ocho de la mañana.

La voz del otro lado de la línea suena casi tan molesta como imaginó que sería.

—Lo siento —se disculpa. — Necesito que vengas.

—¿Para qué?

—Necesito tu ayuda.

—¿Para qué? —vuelve a preguntar con el mismo tono lleno de molestia.

Naruto resopla. No tiene tiempo para más preguntas.

—Por favor, Sasuke, no hagas tantas preguntas —pide en tono cordial, quiere ser lo más serio posible y no poder la poca paciencia que le va quedando para ese entonces. — Te lo explicaré todo cuando llegues.

Naruto cuelga la llamada dejando caer su brazo sobre la cama con el móvil todavía apresado fuertemente contra la palma de su mano. Suspira con fuerza, todo le duele. Jamás se sintió tan desdichado como ahora, ni siquiera cuando entendió que Hinata no podría ser la mujer a la que convertiría en su esposa.

—Ese maldito juego... —gruñe mientras se sienta sobre la cama. Apenas tenía fuerzas para sostenerse, pero tenía que hacerlo.

Tiene que solucionar su vida, debe terminar de una vez por todas con esa historia maldita que lo une a Shion.









—No sólo me llamas un Domingo a las ocho de la mañana, también me cortas el teléfono —Sasuke pone un pie dentro del departamento de Naruto con las manos en los bolsillos de su jean azul oscuro. — ¿No creerás que soy como tus empleados un día cualquiera, verdad? —gira sus ojos negros hacia él solo entonces notando su presencia. Sus ojos se expanden y en él nace una expresión de sorpresa muy difícil de ocultar. — ¿Qué te ocurrió?

La Amante [NaruHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora