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Hinata baja del taxi abrazando su cuerpo con sus brazos fríos. Había olvidado traer con ella su abrigo, después del ajetreo ni siquiera se atrevió a volver para buscarlo.

Arrastra los pies hasta dentro del edificio donde el conserje le saluda con la misma sonrisa amable de todos los días, una que Hinata a duras penas logra corresponder. Él nota su estado desanimado y aunque se atreve a preguntar, Hinata simplemente le responde con un movimiento de cabeza, negando.

Siente que el corazón le golpea el pecho con fuerza cuando se cierran las puertas del ascensor, sube hasta su piso con los ojos vidriosos y agradeciendo que nadie más se encontraba ahí para ver su estado deprorable.

Su labio inferior tiembla cuando busca la llave de su departamento dentro de su bolso, la mano también le tiembla y por supuesto no consigue insertar la llave en la cerradura al primer intento.

—Maldita sea —susurra para sí misma al segundo fallo.

Muerde su labio inferior con fuerza cuando por fin lo logra, empujando la puerta hacia atrás con el hombro. Arroja su bolso de mano muy lejos de ella y cierra de un fuerte portazo mientras recarga su espalda, deslizándose hasta que su trasero queda sobre el suelo.

Hinata observa un punto fijo en su sala, el cuál se va poniendo cada vez más borroso. Las lágrimas se acumulan en sus ojos y su mentón tiembla cuando de sus labios cae el primer sollozo. Cubre su boca con una mano pero de nada sirve porque todo se vuelve absurdamente doloroso.

El pecho le arde, no puede detener sus lágrimas y el llanto parece incontrolable. Está devastada, y lo peor es que todo es por su culpa. Suya y de nadie más.

Hinata esconde su rostro entre sus brazos sujetos encima de sus piernas, su cuerpo tiembla y se sacude por los espasmos del llanto. En un momento así agrade estar sola y al mismo tiempo lo detesta, porque aún si cree que no lo merece añora sentir un poco de cariño, algo reconfortante que le haga saber que no todo estaba perdido. Que no todo era tan terrible.

Después de un rato limpia sus lágrimas con un poco de torpeza, afirma su mano sobre la pared para darse impulso y poder ponerse de pie. Lo hace, su cuerpo se tambalea de un lado a otro pero lo hace.

Quitándose los zapatos en el camino deja un total desorden de sus pertenencias porque de paso también baja lentamente el cierre de su vestido hasta quitárselo, lo deja tirado en alguna parte de la sala.

«Aunque no importa lo que te pongas, te lo quitaré de todas formas en cuánto tenga oportunidad».

Enciende la luz del baño parándose frente al espejo, su expresión da lástima y ella no tiene más opción que verla, obligada. Sus ojos escanean su propio rostro y no puede creer lo que está viendo.

Ojos hinchados y rojizos, nariz roja, sus mejillas empapadas en lágrimas, su tono de piel ha desaparecido porque ahora se ve mucho más pálida, asustada. Lleva sus dedos hasta su mejilla golpeada por esa mujer, notando unas delgadas líneas de color rojizo sobre la piel. Le ha encajado las uñas.

Ahora entendía el ardor en su rostro.

Una lágrima baja mientras ella observa el resto de su cuerpo, alza uno de sus brazos notando que también tiene heridas ahí. La esposa de Naruto realmente tiene mucha fuerza, le ha dejado la marca de sus dedos en su muñeca y unos pequeños rasguños en su brazo.

Hinata suspira, quitándose la ropa interior para meterse a la ducha. Un chapuzón de agua helada le cae directamente encima y ni siquiera así logra amedrentar. Todo en ella está totalmente desconectado de la realidad.

Talla su cuerpo sin delicadeza alguna, le duele pero no le importa. Hinata intenta desquitarse consigo misma por todo lo que ha ocurrido porque está convencida de que se lo merece.

La Amante [NaruHina]Where stories live. Discover now