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Los primeros días fueron los más difíciles, pero eso no quería decir que los siguientes fueran más fáciles.

Hinata no solo debía guardar su corazón herido en una cajita de cristal, el trabajo más difícil de todos era precisamente ese, presentarse a trabajar con una sonrisa triste y los ánimos por el suelo. Ser la ex no oficial de su jefe no era tan agradable ahora que debía verle la cara todos los días, sabiendo que pronto sería de otra mujer.

Lamentablemente para ella la empresa de Naruto era el mejor trabajo hasta la fecha, y siendo una mujer independiente no podía permitirse renunciar. Mucho menos sin tener algún otro trabajo asegurado.

Su vida ahora era esa, debía ser eficiente para el mismo hombre que había roto su corazón por encima de las promesas que le hizo desde un comienzo. Él le juró en todos los idiomas que jamás le lastimaría, y vaya, era curioso como debía tener las fuerzas necesarias para no desmoronarse frente a él todas las mañanas al verle entrar.

Aquea relación de algunos meses ahora parecía estar sepultada en el pasado, y al ser algo que sólo los dos sabían, Hinata se había propuesto hacer como si nada entre ellos hubiera ocurrido. Aún si la idea era demasiado difícil. E intentarlo era mucho peor.

Por supuesto que Naruto no cooperaba con sus intentos por olvidarle, porque incluso si debía desposar a otra mujer, él seguía apareciéndose ante sus narices como si nada. Eso sin duda alguna era una dificultad extra para una Hinata que solo quería ganar dinero y largarse en cuánto le fuera posible.

—Necesito las actas de la última reunión —la voz de Naruto resuena fuerte y pesada entre el silencio solo perturbado por las manecillas del reloj.

Hinata, mecánicamente, busca entre los cajones las carpetas organizadas en orden alfabético de las reuniones anteriores. Al tenerla a mano, ponerse de pie le era más difícil ahora sabiendo que debía acercarse a él, percibir su aroma de cerca y tener que verle y sentirle mucho más de cerca.

Estirando la carpeta hacia él, Naruto la toma sin siquiera dirigirle la mirada y eso, lo quiera o no, lastima a Hinata hasta lo más profundo de su ser. Detestaba tener que sentir tanto por alguien a quién al parecer no le importaba en lo absoluto.

—Gracias —murmura manteniendo la vista puesta sobre la hoja en la que escribe.

Hinata no responde, solo mueve la cabeza en su dirección y le da la espalda dispuesta a regresar a su escritorio. Ahí prefiere permanecer el resto del día, es lo único que le hace sentir segura, porque desde que Naruto le dió la noticia de su matrimonio con esa muchacha, el contacto entre los dos disminuyó, él ya no se atrevía a pasar la barrera entre su escritorio y ella.

Él hacía lo correcto, por supuesto que sí. ¿Pero era posible no sentirse lastimada por sus acciones?

Las horas llorando sobre su propia cama todavía no terminaban, ni tampoco los momentos en que ansiaba alejarse de la vida que tanto le había costado construir. Aún si ya habían pasado días, o tal vez semanas desde aquel amargo último encuentro, Hinata continuaba viviendo ese momento una y otra vez, cayendo y viéndose en la obligación de levantarse una vez tras otra, sabiendo que el ciclo se repetiría nuevamente.

Todavía sentía esa presión dolorosa en el pecho, la ansiedad y las lágrimas que caían inconscientemente por su rostro cada vez que tenía un momento a solas, no importaba dónde. El dolor era tan grande, que aparecía en el peor de los momentos, pero jamás frente a él. Frente a Naruto, frente a su jefe, Hinata no era una mujer débil ni una muchachita inundada en llanto. Era la misma Hinata a la que Naruto jamás debió acercarse, la misma que jamás debió permitirle un sólo acceso a ella. En el fondo se había dejado ganar por un hombre común que supo encantar sus días, llevándose de ella lo que tanto quería.

La Amante [NaruHina]Место, где живут истории. Откройте их для себя