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4 días habían pasado.

4 días dónde Hiccup Haddock no se había vuelto oír, dónde nadie sabía que estaría en la tan importante reunión con los Hofferson.

4 días dónde Astrid Hofferson se había estado preparando aún más para ese día. Sabía quiénes estarían ahí y eran personas que la sacaban totalmente de su quicio, por eso trataba de mantener la calma ante todo.

— Astrid, ¿Estás lista?— Escuchó la voz de su padre al otro lado de la puerta de su habitación.

— Sí papá, pasa.— Terminó de guardar unas cuantas cosas en su bolso y recibió a su padre.

— Te quería ver antes de que te fueras. Sé que como te estás esforzando y dando lo mejor de ti a pesar de que muchas cosas no son de tu agrado— Se poso frente ella—, pero tu madre y yo estamos siempre orgullosos de ti y sabemos a la perfección porque estás haciendo tan bien las cosas y no queremos que te sientas presionada, ni mucho menos.

— Lo sé papá, sé que para ustedes no es necesario o no es de gran magnitud lo que pasó. Pero como heredera e hija, es mi deber sacar bien el nombre de la familia y que no perdamos nada.— Le sonrió y su padre le dio un beso en la frente.

— Ve a demostrar de lo que esta hecho un Hofferson y especialmente tú, una gran mujer y heredera.

— Claro que sí.— Asintió y su padre se retiró.

A veces las personas podían creer que los Hofferson eran padres muy duros o exigentes con sus hijos, pero la realidad era muy diferente. Ellos amaban a sus hijos y jamás han querido obligarlos a hacer algo, han sido ellos mismos quienes han decidido donde están el día de hoy. Y no pueden estar más orgullosos.

Astrid se despidió de su madre y esta le deseo suerte, para finalmente salir de casa y dirigirse hacía la empresa, para esa tan esperada reunión.

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Los zapatos resonaban por aquél largo pasillo dejando ver a la señorita Astrid Hofferson, que todo el mundo ya conocía muy bien y se dejaba relucir ante el mundo. Habían demasiados chismes sobre ella y su familia, pero ella simplemente los dejaba ir y sacar provecho de ellos. No se iba a desgastar diciendo si eran verdad o no.

— Buenos días, Madelaine.— Saludo a su secretaria entrando directamente a su oficina.

— Buenos días, Astrid. ¿Qué tal el fin de semana?— Recogió un poco el escrito de la chica y le entrego unas cuantas carpetas.

— Umm, lo normal. Trabajar, estudiar, entrenar y sobretodo estar lejos del mundo.

— Suena a un buen fin de semana entonces. Ya le encargue su cafe y su media mañana.— Sacó una tablet y empezó a leerla— Después de la reunión tiene que ver unos nuevos informes y diseños, además de darle el visto bueno a unas cuántas maquetas.

Astrid escuchaba atentamente todo lo que decía su secretaria, le gustaba su trabajo y el legado que sus padres, pero aunque no lo admitiera en voz alta, estaba algo cansada de su rutina.

— ¿Astrid? ¿Estás ahí?— El llamado de la chica la hizo despertar. Ella jamás se quedaba ida ante una conversación.

— Sí. ¿Ya están todos los nuevos socios?— Tomó una de las carpetas y se levanto.

— Eh.. sí, ya están listos en la sala de juntas… ¿Segura esta bien?— Se paró detrás de ella para empezar a caminar.

— Si Madeleine, solo quiero salir de esta reunión lo antes posible. No hay nada peor que empezar el día con una reunión con hombres asquerosamente ricos que solo buscan hacerse más asquerosamente ricos.— Farfullo con molestia.

: PARADISE :Where stories live. Discover now