5: Los secretos ocultos.

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Odio la maldita tarea de redacción, los signos de puntuación es algo que todo el maldito mundo debería saber, estamos en preparatoria ¿No pasaste primaria o qué? que fastidio, al menos no hay nadie en la cocina molestando mientras intento hacer al...

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Odio la maldita tarea de redacción, los signos de puntuación es algo que todo el maldito mundo debería saber, estamos en preparatoria ¿No pasaste primaria o qué? que fastidio, al menos no hay nadie en la cocina molestando mientras intento hacer algo bueno por esta familia como aprender a puntuar correctamente los verbos. Mientras estoy concentrado en echarle la culpa a todo, noto por el rabillo del ojo a Reese parado en el marco del pasillo que conduce a las habitaciones, me giro a mirarlo, tiene puesto el pantalón de pijama y una camiseta sin mangas que deja ver los músculos de sus brazos. 

Creo que comenzaré a hacer ejercicio en el garaje como Reese, Dewey y yo nos burlamos de eso pero viendo esos brazos podría jurar que de un golpe me reinicia la vida, algo que casi sucede la vez pasada con esas malditas chincheta en sus nudillos. Tenemos que aceptar que sea como sea, hay que darle crédito a arduo entrenamiento físico de Reese en el garaje con esas ridículas pesas robadas del vecino. De verdad, si así están sus brazos ¿Cómo estará su abdomen? ¡Demonios, Malcolm, cállate!

—  Tengo sueños en los que canto, muy alto. Como en fiebre de sábado. — dice de la nada, en su rostro una sonrisa casi infantil. 

— ¿A sí? — giro de nuevo a mis deberes. 

— Bueno, tu me preguntaste por... esas cosas. — dice obvio. Yo lo vuelvo a mirar. — Creí que querías saberlo. 

— Sí, quiero saberlo. — digo rápidamente, buscando incluso la gorra. — ¿Tienes frio en la cabeza? Porque yo si. — me excuso para ponerme la gorra y poder grabarlo. 

— No.—  él se rasca la cabeza confundido, avanza y se sienta en la silla a mi lado. 

— Y... ¿En tus sueños cantabas?

— Sí. —su sonrisa es tan brillante y genuina.—  Y alrededor había nubes. 

Esto es.. estoy desconcertado. Y él sonriendo así, una sonrisa ¿Cálida? ¿Agradable? Se ve incluso... Inofensivo. Como un niño cuando está apunto de contarte sus más grandes secretos, parece que ha dejado la fachada de matón en la habitación y aquí en la cocina tiene la piel de una persona ordinaria y suave, incluso civilizada. Pero aún así no bajo la guardia, solo por si las dudas como la última vez.

No puedo evitar mirarlo fijamente volviendo a rememorar su actual respuesta, esa confesión sobre cantar entre nubes porque ni en mis más remotos sueños llegué a ver a Reese soñando con nubes o al menos haciendo algo agradable de ellas. No debería, Reese es destrucción no un chico al que le guste algo bobo como cantar entre nubes al estilo fiebre de sábado por la noche. Ese no es Reese.

— ¿Te gustan las nubes? —  pregunto con incredulidad, porque es Reese de quien hablamos. 

— ¡Claro que me gustan! Les digo gatitos del cielo. — y ahí esta otra vez, esa sonrisa tan genuina y bondadosa.

Gatitos del cielo... ¿Cómo podría? En estos momentos mi cerebro está colapsando, es como si millones de hombrecillos dentro prendieran fuego por no saber que hacer exactamente con esa información, gatitos del cielo... ¿Dónde está Reese y que hiciste con mi hermano mayor? Simplemente no me cabe en la cabeza escuchar algo así de cursi, incluso es mucho para mí. Y aparte está sonriendo, maldición con esa sonrisa tan genuinamente amable. Es tan difícil no mirar sus dientes perfectamente alineados al sonreír. Y comienzo a sentirme un poco incómodo al respecto.

— Que raro, nunca le había dicho de esto a nadie. Eres como un hoyo de los deseos.

— ¿Un hoyo de los deseos? —nuevamente me siento confundido. 

— ¿Qué no tienes uno? —y él parece asombrado por no saber algo así. 

— No.

— Pues necesitas uno, el mío está en un árbol de la calle Jefferson. Le puedes decir lo que sea al hoyo de los deseos y no te dice estúpido pervertido. Mi hoyo mantiene seguros mis deseos, es como un banco de deseos. 

¡Por dios! Salgo rápidamente de ahí excusándome por querer orinar. Es mucho que procesar, me encierro en el baño y me siento en la tasa, mi cerebro me pide a gritos que pare de pensar demaciado porque se está saturando y mi corazón no deja de latir de forma torpe. Es tan extraño ver esa versión de Reese que asusta e inmediatamente me hace sentir un cabron por filmarlo, me quito la gorra y la aviento hacia el piso de forma brusca como si me quemara las manos. Creo que no podré terminar el proyecto, solo basto un intercambio leve en esa conversación con Reese para ver esa lado suave de mi hermano que quizás nadie conoce. Lo hace vulnerable ante mi y eso en lugar de gustarme me aterra.

Calmante, Malcolm. Tienes que calmarte y pensar que este retorcido proyecto fue orden de Harkabe, no tuyo, que cuando termines esto quedará solo entre recuerdos escolares y nada más. Además, Reese solo mostró un pedazo diminuto de amabilidad algo que no cubre el resto de su personalidad agria y grotesca.

Pero es Reese de quien hablamos, no quiero ver más esa versión porque me sentiré nuevamente culpable e incómodo. Termino saliendo del baño media hora después, solo para encontrar que Reese ya no está en la cocina, para mí fortuna.

Alguien a quien amar [Wilkercest]Where stories live. Discover now