7: ¡Ya no lo haré!

248 38 1
                                    

Herkabe se relamió cual gato hambriento al ver la grabación que obtuve de Reese hace dos noches, en sus ojos se podía ver la locura emanando al mismo tiempo en que Reese admitía tener un poso de los deseos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Herkabe se relamió cual gato hambriento al ver la grabación que obtuve de Reese hace dos noches, en sus ojos se podía ver la locura emanando al mismo tiempo en que Reese admitía tener un poso de los deseos. 

— Estupendas escenas.— detuvo la grabación.

— Sí, pero las obtuve haciendo algo muy deshonesto. —deje la grabadora y la gorra sobre el escritorio.  —Ya no lo voy a filmar. 

— ¿Qué? ¿Por qué te detienes ahora? puedes ir más profundo. — exigió. 

— Me llevo a su hoyo de los deseos. — me sentía tan culpable. 

— Malcolm, quiere hablar contigo, se su amigo. —persuadió con voz calmada, pero yo seguia sintiéndome raro. 

— Confió en mí y lo explote. 

— Lo estás haciendo muy bien. 

— ¡Es que eso no es cierto! es mi hermano.— refute echándome para atrás sobre el respaldo de la silla. 

— No te daré otro proyecto. 

— Bueno, me recuperare en el curso de verano ¡Pero renuncio! — me pare con brusquedad de la silla. 

Salí de la oficina de Herkabe echo una furia con él, conmigo, con toda la maldita situación estúpida en la que me hizo enredarme. No debía, no debí hacer eso con Reese cuando él me confío algo tan íntimo como eso, tengo que ser el mayor cabron del mundo y ese título lo ha tenido Reese por muchos años. Estoy enojado, enojado con todo. Al menos soy libre de ese estúpido proyecto, ya no necesito de eso, no haré más algo así, mucho menos a Reese cuando he visto ese lado tan sensible suyo. Es irremediable verlo igual que antes cuando incluso en estos momentos está golpeando a un chico con la bandeja del almuerzo.

Paso de largo la situación desastrosa pero no pasó por alto la dulce sonrisa que Reese me da, porque él tiene presente que somos amigos, que somos cercanos, que puede confiar en mi. Le regreso la sonrisa aunque no debería porque Reese no se merece tener un cómplice tan hijo de perra como yo. Al otro lado del jardín veo a Stevie andando en su silla de ruedas con la bandeja de comida en sus piernas y mi mochila colgando de uno de los cuernos de su silla. Agradezco que sea considerado conmigo.

Nos sentamos en una mesa de por ahí, no me apetece comer ni mucho menos porque tengo el estómago revuelto luego de la conversación con Herkabe, sin embargo acompaño a Stevie a tomar el desayuno como todas las mañanas mientras él habla de la dura situación en casa con su padre. Lo escucho, o trato de hacerlo pero en mi campo de visión está Reese nuevamente, está vez está molestado a unos chicos de primero, ellos parecen aterrados un poco y aunque son más saben que no tienen oportunidad contra Reese.

No entiendo ¿Por qué no le muestras lo grandiosos que eres? ¿Lo humano, suave y amable que eres? ¿Por qué no sonríes? Si lo hicieras quizás atraerias a muchas chicas. Si vieran tu sensibilidad como yo la vi, no pensarían lo que piensan de ti, no te tendrían miedo, tampoco se burlarían. Se que te importa porque eso te hace sentir solitario y aceptarme como un amigo cuando ambos sabemos que soy un cabron.

— .... Pero... Mi padre.... No quiere. — esta hablando, me giro hacia mi amigo con notable vergüenza al no prestarle atención.

— Lo siento Stevie, estaba viendo... — a Reese, no. — Nada ¿Qué decías?

— Que papá... Piensa... Que...

Reese se está yendo, no sé adónde pero a dejado de jugar con los niños de primero, puede que vaya a comer, reprimo los impulsos de ir a buscarlo para saber que esta haciendo por el simple hecho de escuchar Somebody to love de Queen en el reproductor de un tipo que pasa a mi lado, instantáneamente el recuerdo de la feria con Reese golpea mi mente, no evitó expulsar o repeler incluso la sensación de su mano cálida atrapada con la mía. Ya no se escucha la canción porque el chico ya va varios metros lejos de donde estoy sentado, pero aún así deja esa sensación agradable en mi pecho, la cual no dejo ir el resto del día.

A la hora de la salida, me encuentro con Reese esperándome, no me dice nada ni mucho menos necesita hablarme para saber que está esperándome, me sonríe y le regreso la sonrisa. Ambos iniciamos nuestro andar hacía casa, nuevamente él me habla sobre sus cosas, sobre sus sueños, sobre lo que hizo en el día, incluso sobre la canción nueva que escucho e incluso la coincidencia de Somebody to love en el altavoz de ese chico que pasó a su lado.

Hablar con él jamás había sido tan sencillo, puede decirme, contarme, hablar de todo, incluso hacer chistes sobre la situación. No deja de ser cotidiano, como si lo hayamos hecho toda la vida. Caminar a su lado por el vecindario jamás se sintió tan íntimo como ahora.

Alguien a quien amar [Wilkercest]Where stories live. Discover now