Septiembre 23 de 1994 Parte III | Neville Longbottom, y El Mestizo

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—¿Quieres que vayamos a otro lugar? —decía Neville, suspirando.

—Ummm, sí. ¿Cuál? —se encogió de hombros, un poco adormilada.

—Podemos ir a la sección de Herbología, sería más agradable...

Asintió y comenzaron a llevar los libros. Seguramente sería más agradable allí, ya que en la biblioteca se escuchaba a lo lejos a Peeves molestando a alguien. En Herbología, se sentaron en el suelo en una sección donde todavía se podía ver la luz del atardecer filtrada por las ventanas de vidrio. Le daba en la cara, pero era agradable. A su espalda solo tenía una pared cubierta de hierbas y a un costado un árbol. No sabía si era cómodo, pero Neville parecía estarlo; él no decía mucho, solo estudiaba.

Ella sentia que estar con Neville era como estar en un barco de vela en un lago tranquilo. El viento soplando suavemente, moviendo el barco a un ritmo constante y relajante. A su alrededor, el agua era tan clara que podria ver el fondo del lago. El cielo azul y despejado, con el sol brillando calurosamente sobre ella. No habia nada que perturbara la paz y la tranquilidad del momento. Era un sentimiento de serenidad y contentamiento, similar a estar en un campo de flores disfrutando del viento. Todo era armonioso y equilibrado, al igual que su presencia. Ella podría decir lo mismo de Luna Lovegood, aunque se los diria seguramente queridos lectores en el futuro, Luna era similar pero no lo mismo.

Maxine se sumergía en sus pensamientos mientras se entregaba a la lectura sobre plantas y sus cuidados. Con dedicación, exploraba usos y peligros, aunque en ese momento no recordaba una en particular; tal vez estaba demasiado cansada o relajada para concentrarse. Sin embargo, cuando el tema de estudio se centró en plantas acuáticas, su atención se agudizó.

Neville, compañero de lectura y tranquilidad, rompió el silencio con gritos repentinos. Sin alarmarse, Maxine apartó el libro de su vista para prestar atención a la situación.

—¡Ah! ¡Un cuervo! —exclamaba Neville, aún sentado y arrastrándose hacia atrás con las manos. El cuervo había elegido su cabeza como posadero, aleteando antes de saltar al suelo y acercarse a Maxine.

El pájaro negro, que aparentemente se había posado sobre su cabeza, dirigía su mirada hacia la joven, inclinando la cabeza de manera curiosa. Luego, en un gesto de aparente burla, agitó sus alas, desafiando a Neville a que intentara tocarlo.

Con la atención ahora centrada en Maxine, el cuervo saltó al suelo justo a su lado y se acercó con un andar casual. Parecía esperar algo, como si ella fuera el objetivo de su interés.

—¡Ahh, qué sorpresa...! —comentó Maxine, cerrando su libro con desgana, mientras observaba al cuervo de arriba a abajo, como si le preguntara con la mirada, "¿Qué mierda quieres?".

—¿Lo conoces? Oye, debe ser amigable. Se acercó a ti —Neville, aún un poco confundido, observaba la interacción entre Maxine y el cuervo.

Se sorprendió ligeramente, inventando una excusa con la intención de no asustar a Neville o causar preocupaciones innecesarias.

—Ah... sí, sí lo conozco. Es como una mascota, no te preocupes. No come Gryffindors —explicó Maxine, tratando de tranquilizar a Neville mientras observaba al cuervo con una especie de complicidad.

Neville, por su parte, se encontraba extremadamente desconcertado. La posibilidad de que todos los magos tuvieran esta peculiar habilidad le dejó perplejo, cuestionando todo lo que había aprendido hasta ahora. La aparente facilidad con la que ella manejaba la situación solo intensificaba su confusión.

—Espera, ¿todos los magos tienen cuervos que los siguen al azar? —preguntó Neville, mostrando su creciente incomodidad tanto con el pájaro como con la aparente indiferencia de ella hacia la situación.

El Diario de Maxine Borage | RD HogwartsWhere stories live. Discover now