1.- LA NOCHE EN MÓNACO.

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Una parte de Emily siempre supo que su relación con el piloto alemán no llegaría demasiado lejos, y ahora solo lo estaba confirmando.

Yacía sentada en una orilla de la cama con las manos en la cara conteniendo las lágrimas.

El alemán, la observaba con pena en el marco de la puerta, sin atreverse a acercarse.

–Emi...

Trató de llamarla, sin embargo, la chica solo negó con la cabeza.

Inhaló todo el aire que pudo y se arrodilló frente a ella, acarició sus muslos y luego sus hombros, acomodó su cabello y dejó salir el aire de sus pulmones.

–Emi, tenemos que hablarlo.

Su voz era suave y amable, casi un susurro.

Ella bajó las manos y lo miró indignada, con los ojos rojos por culpa de algunas lágrimas que se le habían escapado.

–¿Hablarlo?,¿Hablar qué, Sebastian? — preguntó con un tono amargo.

–Esto. — señaló a ambos — Nosotros.

–¿Qué hay con nosotros?

–¿Qué pasará?

–No puedes ser tan cínico. — respondió enojada — Me acabas de decir que tendrás un hijo, ¿y quieres hablar de nosotros?, eres increíble.

–¿Cínico?¿Yo? — se levantó del suelo — Tu aceptaste estar conmigo a pesar de las circunstancias.

–Las "circunstancias" eran diferentes en ese momento, te recuerdo que tú iniciaste ésto.

–Tú estuviste de acuerdo, no te obligué ni te oculté a nada.

Y era cierto. Desde el momento en que se conocieron, Sebastian le dijo que estaba con alguien más.

Pero eso no les impidió involucrarse sexualmente, pensando que sería cosa de una sola noche y que no pasaría a mayores.

Las cosas dieron un giro diferente cuando el piloto la invitó a cenar, a pasear, a viajar; no fue difícil enamorarse de aquella castaña tan alegre y genuina.

–Tienes razón. — dijo permitiendo que las lágrimas cayeran — Fuí una tonta, no debí dejar que sucediera todo esto. Lo siento.

–No, no eres una tonta.

–Si lo soy, es decir, mírame. — sollozó — Soy tan miserable que me enamoré de un hombre que no es mío.

–¿Qué...?

–Debí detenerte desde el primer coqueteo, desde la primera invitación...la noche en Mónaco no tuvo que ocurrir.

–Emi, no digas eso, por favor.

–Es que debo ser la estúpida más grande del planeta.

–Basta. — tomó lugar al lado de ella — Deja de insultarte, mi amor.

–Nunca debí enamorarme de ti.

Se levantó de la cama, encaminándose al baño con Sebastian siguiéndole detrás.

Se detuvo en el marco de la puerta.

–Dame una semana y sacaré todas mis cosas, buscaré otro lugar.

Sin darle tiempo de responder, se encerró, se sentó en una esquina abrazando sus piernas, soltando todo el dolor que sentía.

El alemán regresó a la habitación para recostarse en la cama, necesitaba pensar.

The Last Day || Sebastian Vettel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora