13. Se siente bien portarse mal.

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13. Se siente bien portarse mal.

Ezra

Entré al departamento de Verena sin ver, cerrando la puerta de una patada.

Mientras nuestros labios se encontraban en un beso feroz que amenazaba con consumirme. Ella tiene ese efecto en mí, sus besos, sus manos, su olor dulce y tentador hacen estragos en mí, volviéndome loco por sentirla.

Con mis manos le quito la campera tirándola hacia algún lugar de la habitación. Las manos de ella están por todas partes. Arriba en mis hombros, bajando por mi torso para finalizar en el dobladillo de mi remera, nos separamos unos segundos para quitarme la remera por la cabeza. La misma termina siendo lanzada hacia el aire.

La vuelvo a besar, tomando su cabeza con fuerza y acercándola a mí con rudeza. Nuestros besos son húmedos, fogosos... Cargados de un incontenible deseo.

La sensación de su boca con la mía es electrizante, me genera miles de sensaciones que me tienen perdido en ella. No sé cómo lo hago, pero de alguna manera la tomo por las piernas y hago que me envuelva la cadera. Con ambas manos en su trasero, y con mi boca aun pegada a la suya, camino sin ver bien a donde.

Verena gime mi nombre entre jadeos. Me encanta que ella no sea de las calladas, me pone muchísimo escucharla gemir.

Terminamos de alguna forma en su sillón, ella sentada a horcajadas sobre mis piernas. La tome por ambas nalgas colocándola justo en donde yo quería, en donde podía sentirla.

Deje de besarle la boca, para ir por su cuello. Mi jodida debilidad, besarla y sentir su rico aroma.

— Quiero ravioles — murmuro antes de morderme el labio, y frotarse contra mí.

Haciéndome ver estrellas cuando ella daba pequeños saltitos sobre mi pene erecto. Si así es como se siente con ropa de por medio, no me quiero imaginar cómo se debe sentir sin ninguna barrera.

— ¿Qué quieres? — jadee confundido en una nube de placer, que no me dejaba pensar en paz.

— A la cocina — murmuro, antes de salir de encima de mí de un salto.

¿Qué paso?

Me quede pasmado por un segundo, en el cual ella aprovecho para tomarme de la mano y llevarme a su cocina.

Totalmente atontado, la sigo sin decir nada.

La veo sacar de la heladera un táper. La miro entrecerrando los ojos, no pude evitar reírme a carcajadas.

¿Enserio iba a comer ravioles? ¿Justo ahora? En este momento... No sé cómo sentirme al respecto, si ofendido o con hambre.

— ¿Tenias más ravioles? — es lo que pregunto al cabo de unos segundo. Ya que me acuso de haberlos comido a todos.

¿Tenemos un trato?Where stories live. Discover now