18.Instinto de supervivencia (parte 1).

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Aunque el sokoviano había intentado brindarle seguridad y estabilidad, las opciones para viajar con el grupo de forma secreta se reducían a una: ingresar en el reducido maletero de uno de los coches y mantener silencio.

No quería hacerlo; repentinamente, la idea de su pequeña misión de salvación parecía carecer de sentido. La posibilidad de pasar un sólo minuto encerrada en la oscuridad de un espacio reducido la aterraba tanto como recordar el sótano de la casa de sus padres en Australia. Pero Zemo explicó que no tenía ninguna otra forma de conseguir que viajase con ellos.

Por eso, le brindó un par de instantes para dar unas fuertes bocanadas de aire, y luego, le entregó una de las linternas. Pronto, Clover Ferguson se encerró en un lugar que sólo podía asemejar a un ataúd.

Lo único que pareció ayudarle fue contar los segundos. Al menos, los primeros minutos en los que el coche no arrancaba. Luego, se perdió entre los números y prefirió intentar recitar alguno de los tantos libros que había leído encerrada en el sótano.

Los «vombatidae» —o wómbats—, habían sido una de sus primeras obseciones cuando era apenas una niña. Su curiosidad la había llevado a explorar las características del animal, para saber cosas como que sus dientes crecían de forma continua y sin detenerse, o que sus patas eran muy resistentes para armar sus madrigueras. Aunque había rogado a su padre para poder ver las criaturas, los wómbats eran uno de los pocos animales que Clover no había podido ver por sí misma en su país natal.

Acurrucada contra sus piernas, la rubia empezó a recitar las palabras del libro de biología como las recordaba, pasando desde la descripción de su nombre y su origen, hasta alguno de sus datos más blandos. Sin embargo, comenzó a perder el control cuando el coche se sacudió con fuerza.

Se convirtió pronto en una marea de palabras inconclusas cuando la linterna se escapó de sus manos. Entre sacudidas repentinas, la rubia comenzó a golpear sus alrededodes; como su animal preferido de cuando era niña, Clover usaba sus manos y pies en un intento desesperado por hacer su salida de su encierro. Sin embargo, sus manos no eran tan fuertes, y su cabeza se sentía tan atrapada en el pasado que ni siquiera podía recordar con claridad dónde se encontraba.

Cuando la luz quemó sus ojos, Clover se lanzó fuera del maletero. Debió cerrar sus párpados; todo lo que podía ver era blanco y provocaba pequeñas lágrimas. Algo se aferró a ella y la ayudó a mantenerse en pie. A pesar de que escuchaba voces, no podía interpretar ninguna. Si hablaban de ella, lo desconocía.

Cuando la primera imagen clara llegó a sus pupilas, Clover procedió a aferrarse de sus brazos. Un poco por firmeza, otro poco para poder sacar la agonía de su corazón clavando sus uñas en su piel. El soldado sólo hizo una mueca ante el dolor, pero no se movió, intentando mantener a la rubia en pie.

—Lo siento mucho, Clover —murmuró intentando tomar su brazo para que dejara de temblar. No lloraba, pero respiraba con tanta fuerza que su pecho se elevaba firmemente.

—Entonces, ¿tú eres el culpable de que esté aquí? —Sam interrogó. Tenía sus manos en su cintura y una expresión molesta. Incluso más que ello, parecía furioso.

—Lo lamento.

—¡No lo haces! ¡Sabes lo peligroso que es esto, y la trajiste justo al único lugar que no debía venir! —Exclamó, dejando de lado cualquier tipo de decoro—. Sabes a lo que nos enfrentamos, tú lo viste. Allí adentro no sólo será presa de los soldados y el gobierno, volverá a ser una presa para River.

—Esto es terrible, Zemo —la voz un poco más calma de Banner interfirió. Parecía intentar tomar la situación de forma diferente a sus acompañantes, sin embargo, su expresión demostraba descontento—. Llevar a Clover allí es demasiado peligroso; no sólo para ella. Si la atrapan, tendremos que pelear también por sacarla de allí. No hay forma alguna de que esto termine bien.

—Yo la cuidaré.

—¿Cómo quieres que crea eso? ¿Acaso tú no intentaste asesinarla en alguna oportunidad? —Sam cruzó los brazos.

Clover respiró a través de sus labios un par de segundos antes de ganar algo de compostura. Su figura se había encorvado contra el sokoviano, casi a punto de caerse a pesar de tener ambos pies sobre el suelo. Se había colocado las prendas que Zemo le brindó: unos pantalones verdes, botas militares y un pesado chaleco antibalas. Ahora sentía la tela pegada a su cuerpo, y el peso de cada prenda tirando de ella hacia abajo. A pesar de la suave brisa que conseguía parada en la carretera, no podía volver del todo en sí.

—Eso fue en el pasado; también merece estar allí con nosotros —prosiguió Helmut, aún manteniéndola firme con un brazo mientras hablaba.

—Entonces, ¿si intentaste asesinarla?

—Ese no es el punto —se excusó el soldado, un poco frustrado ante la idea de que no lo escucharían. Después de todo, había tenido la esperanza de que Clover pudiera durar hasta casi llegar—. ¿Crees que ella no merece salvarlo? ¿Que debe quedarse para esperar a ver qué logramos nosotros?

—No se trata de «merecer» o no. Clover sólo nos hará perder tiempo invaluable allí, tiempo que define si podremos salir o no —Intervino Barnes en esta oportunidad, aparentemente más molesto que Sam.

—Yo quería venir... se los pedí —finalmente se escuchó su voz, aún temblorosa y un poco apagada—. Él fue el único que me escuchó.

—No, doctora Ferguson. Zemo es el único que no midió las consecuencias.

—Necesito estar allí, necesito rescatarlo —se apresuró a agregar, apartándose un poco del sokoviano—. No seré un carga, tampoco les haré perder tiempo. Prometo que sólo quiero ayudar.

—No sabes pelear, Clover. Si la situación se complica... —Bucky chasqueó la lengua—. Si te atrapan, nadie podrá detener a River, ¿entiendes eso?

—Sé los riesgos a los que me enfrento —subió y bajó su cabeza con decisión, aún un poco perdida en el dolor dentro de su pecho—, y juro que obedeceré cada palabra, y haré todo lo que esté a mi alcance para que esta sea una misión existosa, con River lejos de esos hombres.

Sam y Bucky compartieron una rápida mirada. A pesar de siempre hablar de lo descontentos que estaban ante la presencia del otro, perecían entenderse mejor que nadie. Ni siquiera dijeron nada; un simple movimiento de cabeza, un encogimiento de hombro, y luego un chasquido de lengua. Wilson volvió a mirarla, esta vez, con sus ojos mucho más oscuros que antes.

—Zemo te explicará el plan; cuando lleguemos, te lo explicaré otra vez —soltó con un tono profundo, rozando la amenaza—. Si la atrapan, doctora Ferguson... no creo que podamos regresar por usted. Es una misión de entrada y salida, y nuestro factor principal ahora es River. No tenemos oportunidad de realizar ningún otro movimiento.

—Lo entiendo, Sam.

—Vámonos; queda poco para el cambio de guardia.

En el coche, Zemo y Bucky iban juntos. Banner y Wilson se acomodaron en la camioneta. Clover aprovechó el espacio para acomodarse al lado de Helmut en la parte trasera del coche para escuchar el plan con detalle, haciendo preguntas de lo que no llegaba a comprender —que eran varios elementos importates—.

Por supuesto, los héroes habían hecho un plan bastante detallado. Incluía tiempos específicos, movimientos detallados, y hasta pasos contados. Banner se encargaría de ponerlos en el sistema para brindarles un paso seguro por las puertas principales, pero del resto debían encargarse ellos.

Cinco pisos, poco más de cincuenta salas y habitaciones esparcidas de forma casi similar. Pasillos extensos —y peligrosos, según Zemo—, cámaras, seguridad y rotación de personal.

Parecía un tipo de fuerte armado para la guerra. Sin dudas, estaban mejor preparados para contener a River que el grupo de científicos que lo creó en un laboratorio. Sin embargo, Zemo decía que había pequeñas ventanas de oportunidad que no podían perder. Por eso, debía ser cuidadosa, guiándose solamente por el plan y lo que el resto del equipo dijera a través del pequeño auricular que la mantendría en comunicación.

—Nadie ata sus cordones así —se quejó Zemo mientras inspeccionaba sus prendas. En un sólo instante, se arrodilló para unir los cordones de sus botas militares de forma correspondiente—. Debes rodear tu pierna, y ajustar para que no se muevan al correr.

Sus manos giraron a su alrededor, pasando el cordón de atrás hacia adelante para proceder con el nudo. Las partes sueltas las acomodó dentro de la parte superior de la bota, sin dejar nada a la vista. Luego procedió con la otra bajo la atenta mirada de la rubia. A pesar de su intención de aprender lo que decía el sokoviano, estaba más entretenida en el movimiento seguro de sus manos.

—Esto también está mal —chasqueó la lengua con molestia, sacudiendo el chaleco antibalas para demostrar que se encontraba suelto—. Lo principal a cubrir tu pecho; costillas, corazón, clavículas. No tu estómago.

Sus manos tiraron de las correas superiores, elevando el chaleco hasta dónde indicaba. Y luego, sin previo aviso, lo ajustó de los costados, quitándole un pequeño quejido a la rubia.

—Lo siento, pero deberás acostumbrarte a ello —soltó observando con detalle la posición del mismo.

—¿Así te trataban a ti en el ejército?

—No, para nada —una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios—. Si cometía un pequeño error en mi presentación, pasaba una semana haciendo lagartijas en el barro. Tú cuentas con tratamiento especial.

Clover rió con suavidad.

—No sabía que dejarme sin posibilidad de respirar era parte del trato especial; aunque debí suponerlo contigo.

Aunque el sokoviano también se mostró divertido, su expresión cambió poco a poco. Habiendo revisado todo el equipo, hasta le había enseñado a portar el arma de forma correcta a pesar de que ella no sabía manejarla en su totalidad. No quedaba nada más que esperar el momento para ingresar al edificio sin que nadie los viera. Estaban a pocos instantes de iniciar la misión.

—No puedes alejarte de mi lado, ¿entiendes? Sam y Bucky irán por su cuenta, Banner también. Tú te quedas conmigo —bajó considerablemente su voz, como si estuviera contando algún secreto.

—Te seguiré, sí.

—¿Confías en mí? —Sus cejas se elevaron con un único y claro pedido. Pero la rubia no estaba segura si podía brindárselo—. Clover.

La rubia respiró con fuerza, sintiendo la mirada miel del sokoviano quemando sobre su piel. No sólo quería una respuesta, la demandaba.

—Confío en ti, pero sólo para esta misión.

—Es suficiente para mí —a pesar de aceptar sus palabras, su expresión demostraba cierta disconformidad—. Si te digo que huyas, lo haces. Si te pido que te escondas, lo haces. Y si te digo que nos retiramos, lo haremos. Con o sin River.

—Con River —Zemo ladeó su cabeza ante su comentario—. Lo sé, lo sacaremos de allí.

—¿Crees que nuestras posibilidades son buenas?

—Todo lo contrario; pero mi... instinto materal me dice que no puedo irme de aquí sin él.

Zemo esbozó una sonrisa; no estaba seguro de si era una broma, o hablaba de verdad. Después de todo, Clover no negaba su relación con el experimento, pero no solía admitir con tanta seguridad algo como un instinto maternal.

—Estoy bromeando —admitió instantes después—. Ni siquiera sé si tengo algún instinto maternal, lo dudo mucho.

—Estoy seguro de que lo tienes —con detenimiento, revisó una vez más las correas del chaleco. Estaban perfectas, pero algo dentro de él necesitaba chequear su estado una vez más—. Yo tampoco creí tener un «instinto paterno», y cuando tuve a mi hijo. Con el tiempo descubrí que sí.

—Si tu hijo estuviera en la posición de River, ¿tú también irías por él?

—Desataría el infierno en la tierra si se tratara de mi hijo. Y es lo que hice, ¿no?

—Entonces lo entiendes.

—Por algo te traje hasta aquí, ¿no? —Sus manos se apartaron de ella finalmente, pero no impuso mayor distancia—. ¿Estás lista?

—Por supuesto que no; pero estoy ansiosa, supongo que... ¿adrenalina y noradrenalina?

—Supongo.

Una pequeña sonrisa aún seguia en sus labios, un poco más apagada que antes. Sus ojos cayeron a sus labios, y Clover lo notó —la primera vez que notaba tal acción—. Todas las alertas de su cerebro se activaron a la par; con una sirena alertando de la proximidad, Clover dio un paso hacia atrás. No era una gran distancia, y tampoco la alejaba lo suficiente en caso de que el sokoviano quisiera realmente besarla otra vez. Pero fue con ese paso que volvió a sentirse firme y segura.

—¿Quieres que repasemos el plan?

—Por favor.

El sokoviano se apartó de ella para extender el mapa, esta vez, sobre el capó del coche. Desde allí, podían vislumbrar el camino a través del cerco de seguridad que Barnes había abierto. Más allá de eso, una pared gris y alta que componía uno de los laterales del edificio. Banner aún luchaba con las cámaras de seguridad, pero aún tenía unos pocos minutos antes del cambio de turno.

Sam era el único que portaba una bata blanca y un pequeño gafete que indicaba un nombre falso y su estatus como científico. Bucky, en cambio, portaba prendas similares a las de ellos dos, pero su camino allí dentro sería diferente.

Era simple: Banner no podía ingresar debido a su verde condición, así que se encargaba de intervenir las cámaras, y cualquier posible aviso de seguridad mientras se dirigían a sus posiciones. Sam buscaría en el segundo laboratorio por las experimentaciones más recientes, y la posibilidad de eliminar todas las pruebas del experimento. Al ser uno de los pocos que trabajó de cerca con Clover, nadie había dudado en brindarle esa tarea. Bucky tomaría el control de la sala de seguridad para accesos a las áreas y resguardar el camino del resto. Zemo y Clover sacarían a River.

En teoría, era un plan fácil. Parecía posible a sus oídos cuando él le recordaba qué pasillo tomar, y por dónde retirarse en caso de que ocurriera algo. Incluso, había intentado medir los segundos y minutos que tomarían entre los anillos internos de seguridad que rodeaban el laboratorio donde River se encontraba. Los detalles específicos le brindaban calma.

Una vez que tuvieron luz verde para avanzar, Zemo la guió a través de la abertura en la reja, y luego, agachados a través de unos arbustos hasta encontrarse lo suficientemente cerca de la puerta de emergencia. El resto ya se había separado, con Sam ya avanzando hacia el ala científica del edificio, y Bucky pasando a través de la puerta principal para brindarles acceso a ambos.

Fueron varios minutos de silencio tenso; a pesar de que una pequeña brisa lograba pasar a través de los arbustos hasta ella, podía sentir sus mejillas ardiendo con fuerza. Apretó sus manos en puños, intentando rememorar las explicaciones de Zemo sobre cómo portar el arma que obtendría en unos instantes. Suponía que un cincuenta por ciento dependía de poder mezclarse correctamente entre el equipo de seguridad, y no quería ser ella quien fallase.

Bucky abrió la puerta de seguridad e hizo una seña. Ambos corrieron de un instante a otro, desapareciendo justo detrás de él.

—El cambio es en tres minutos, siguiendo este pasillo —habló el soldado mientras cerraba la puerta—. No hay información externa de River, así que no sabemos su estado. Tendrán que averiguar qué harán una vez que estén allí.

—Los mantendremos al tanto —Zemo encendió el pequeño auricular escondido en su oído, y Clover imitó su acción—. Ya adentro, cerca de la posición. Sin mayores inconvenientes.

—No hay alertas, y las cámaras siguen intervenidas. Tienen luz verde para avanzar —Banner comunció; su voz parecía un pequeño eco casi imperceptible en su oído.

—Adelante; les avisaré si alguien los sigue.

—Gracias, Bucky.

Fue la rubia que habló, recibiendo una pequeña pero amable sonrisa de parte del soldado. Aunque ninguno parecía dispuesto a tenerla por allí, parecían mucho más receptivos que hace instantes atrás. Quizá comenzaban a entender las razones por las que la científica no podía dar un paso al costado cuando se trataba de River.

Se trataba de una sala llena de casilleros y algunas duchas para los empleados de seguridad. Por supuesto, muchos de ellos ya se conocían entre sí. Así que ahí se encontraba la primera prueba de fuego para ambos: pasar desapercibidos en la asignación de los turnos.

Sam había hecho un gran trabajo para permitir que ambos aparecieran en el registro del sistema, pero aún cabía la posibilidad de que alguien los reconociera; o que no lo hiciera en todo caso. Todo dependía de sus habilidades para el camuflaje y la disimulación.

Estaba lleno cuando llegaron. Por supuesto, más de una mirada extraña cayó en ellos, pero no parecieron levantar grandes sospechas durante un buen momento. Fue allí donde se separaron; entre el continuo movimiento y las suaves voces, ambos tomaron caminos diferentes para tomar las armas y los comunicadores portátiles del edificio.

Cuando las asignaciones comenzaron a repartirse, Clover se acercó a él una vez más. Esta vez, ya con el arma entre sus manos, y una expresión un poco menos consternada. Tenía su cabello perfectamente recogido, y un suave color rojizo que tenía sus mejillas. Casi podía pasar desapercibida a simple vista, pero no para Zemo.

—Estaremos juntos en el ala oeste —comentó mientras la habitación comenzaba a vaciarse. Los ojos azules de la rubia volaban a través del espacio, aún alerta—. No lo hagas. Mirame a mí.

—¿Qué?

Sus ojos azules regresaron a él a pesar de que se mostraba confundida. Zemo respiró hondo unos instantes.

—Si sigues mirando al resto así, se darán cuenta —Zemo arrugó un poco el papel de la asignación entre sus manos.

—¿Mirando así? —Una ceja se elevó.

—Sabes a lo que me refiero.

—¿Y qué sugieres para calmar mi paranoia?

Aunque era una pregunta genuina, desde la inexperiencia de una mujer que jamás se había adentrado en una misión como aquella, Zemo sonrió. Era una acción con una pizca de vanidad.

—Puedes mantener tus ojos en mí. Sabes que no será una molestia.

—Já.

La rubia decidió centrarse en las pocas personas que se quedaban. Sin embargo, recibió miradas poco amables, y entendió que era mucho más probable quedar expuesta.

—Ala oeste —repitió el sokoviano, intentando captar su atención una vez más—. Tercer piso.

Clover giró su rostro hacia él, pero no se sentía dispuesta a darle la satisfacción de volver a mirarlo. Un poco incómoda, Clover mantuvo sus ojos en la mano que portaba la pequeña hoja en mano.

—El ala oeste es la más lejana —murmuró, un poco perdida entre lo que había escuchado.

—Nos llevará unos minutos más llegar allí, pero creo que podemos solucionarlo —la rubia asintió con lentitud—. ¿Estás lista? Si salimos de aquí hacia el ala oeste, no habrá vuelta atrás.

—Estoy lista.

Los pasillos de ese edifico le recordaban vagamente a los de Bluebird. Sin embargo, estos contaban con mayor señalización, y portaban colores amarillos que le daban un aspecto más cálido que el laboratorio donde había trabajado. Aún así, no lo hacía más ameno. Sabía bien lo que ocurría tras esas paredes, y nada cambiaba el sentimiento de pesadez que albergaba en su corazón.

—Es aquí.

Zemo señaló una amplia puerta de metal que se ubicaba justo al final de una bella sala. Parecía que se trataba de alguna oficina importante: portaba el nombre de uno de los científicos en letras doradas a un costado. Clover debió leerlo dos veces cuando creyó que le sonaba familiar. No tardó demasiado en recordar de donde.

—Él trabajó conmigo en Australia —comentó parada justo frente al nombre reluciente.

A pesar de que no podía terminar de unir los puntos que habían llevado a un ex colega a estar allí en ese instante, sus piernas temblaron. No se sentía débil, sino más bien, un poco asustada a pesar de toda ausencia directa de peligro.

No se trataba de uno de los investigadores de renombre, y estaba segura que en su tiempo en Australia él ni siquiera había llegado a ser uno de los principales partícipes de la investigación. Probablemente, esa era la razón por la que no terminaba de entender su presencia en ese lugar. Sin embargo, allí estaba. Trabajando de forma directa con el gobierno estadounidense.

—¿Un viejo amigo? —Había un deje irónico en su voz mientras se colocaba a un lado de la puerta.

—No —murmuró parada en el mismo lugar, olvidando por unos instantes la misión.

—¿Entonces?

—No lo conocía mucho, aunque hablé algunas veces con él.

A pesar realizar un pequeño recorrido entre sus memorias en el laboratorio, poco podía recordar del hombre. Sin embargo, sabía que nada bueno podía salir de la unión de otro científico australiano con el gobierno que quería usar los descubrimientos para crear súper soldados. Algo estaba mal, sólo que aún no sabía qué tan grave era.

—¿Crees que pueda reconocerte? —Zemo hizo una pequeña seña, indicándole que debía colocarse en posición.

—Supongo; no estoy segura —acompañó sus palabras con un pequeño suspiro—. Esperemos que no esté por aquí.

Zemo chasqueó la lengua; no parecía molesto, pero sí preocupado. Ya se encontraba tenso ante la idea de tenerla a ella justo allí a su lado. Pero cada paso que daban dentro de aquel edificio lograba empeorar su estado. Estaba comenzando a arrepentirse de haber dejado que la rubia estuviera allí, de haberla llevado justo al peligro. Pero sabía que tampoco le permitiría ir con Barnes o Wilson. Sólo podía confiar en sí mismo para protegerla como era necesario.

Clover se colocó del otro lado de la puerta, siguiendo las indicaciones que el sokoviano le había dado más temprano. A los ojos del soldado, la mujer no pasaba desapercibida: su porte no era firme, sus manos sobre el arma no se encontraban en la posición exacta. Pero para alguien sin tanta experiencia, podía no ser un elemento relevante.

—¿Habrá sucedido algo?

La rubia consultó luego de unos pocos minutos más. Barnes no daba señales de vida, y ninguno podía moverse de su lugar hasta que él llegara a la sala de control.

—En posición —aparentemente invocado por la mujer, Bucky habló a través del comunicador—. Zemo, Ferguson: pueden avanzar.

Aunque los dos se movieron a la par para alejarse de allí, el ruido de la puerta los detuvo. Un sólo instante les llevó volver a posición mientras el científico abandonaba la habitación con un pequeño murmullo. Llevaba muchos papeles entre sus manos, y parecía haberse salido de control. Unas pocas hojas cayeron al suelo, y Zemo se movió para levantarlas, intentando atraer cualquier posible atención a él y no a la rubia.

—Gracias... —su voz se esfumó mientras estudiaba el rostro del sokoviano, sin reconocerlo—. ¿Eres nuevo por aquí?

—Si, señor.

El científico hizo un sonido con su garganta acompañado de un rápido movimiento de hombros: no le importaba en absoluto. Sin embargo, antes de volverse a poner en marcha, giró lo suficiente para ver la otra persona que componía la seguridad de su oficina.

La rubia apartó la mirada tan pronto se dio cuenta de lo que ocurría. Se mantuvo firme, con sus ojos al frente y sin intenciones de respirar mientras durara ese momento. Apenas vio la figura por el rabillo del ojo moverse; probablemente la observaba para descubrir de quién se trataba.

Sólo unos segundos le bastaron para aburrirse de su pequeña investigación. El hombre soltó otro sonido con su garganta antes de ponerse en marcha, aún acomodando las hojas entre sus manos. Si había creído reconocer a Clover, no pareció importarle lo suficiente como para consultar al respecto. Su figura se alejó con pasos un poco erráticos hacia el elevador, y luego, todo volvió a silenciarse.

—Debemos movernos, ya estamos atrasados.

Zemo tendió una mano hacia ella, queriendo guiarla a través de los pasillos Sin embargo, la rubia no se movió de su lugar. No podía quitarse una pregunta de la cabeza: ¿qué estaba haciendo él allí?

—No —atinó a decir con cierta desesperación.

Aunque su corazón le indicaba qué debía hacer, su cerebro le advertía que habría consecuencias. Siempre llega el precio a pagar por el conocimiento, y Clover estaba unos pocos pasos de saber la verdad.

Sin darle ningún tipo de señal al sokoviano, ingresó a la oficina del científico. Su corazón ya se encontraba acelerado, pero tras el primer paso adentro, sus piernas reaccionaron con temblores. No sólo estaba rompiendo el plan; también sabía que estaba adentrándose en una parte altamente peligrosa.

—¡Clover, no! ¡Debemos irnos!

—¡Sólo un minuto! —La rubia corrió detrás del escritorio, revisando los archivos sueltos. Zemo se precipitó hacia ella en un intento por sacarla de allí—. Oh, no.

Apenas había dado unos pocos pasos hacia el interior, pero no fue consciente de lo que la rodeaba hasta que Zemo encendió la luz de la sala.

De su lado izquierdo, una estantería lucía en cajas de cristal algo que reconocía bien: experimentos fallidos en el proceso de incumbación. El científico las mantenía allí como trofeos, luciendo con un pequeño cartel que indicaba fechas específicas. Pero el que mantenía la fecha más reciente era el único que se veía bastante avanzado en su desarrollo, y sin ninguna deformación a simple vista. Parecía una muestra perfecta. Y sin embargo, el científico no la había clasificado como tal.

—Esto se pone peor —murmuró Zemo, señalando en uno de los escritorios apartados a un lado de la sala.

La iluminación blanquecina de una de las lámparas de mesa le recordaba vagamente a la que tenía en su propio escritorio. Pero la escena debajo de ella fue lo que encendió todas sus alarmas.

—Son muestras de River —Zemo, quien se había animado a dar los pasos necesarios para ver las muestras de piel y músculo humano sobre la mesa, dijo con cierto dolor.En voz alta, leyó la clasificación que portaban—. Recientes; indica que fue hace menos de una hora.

—¿Está muerto? —Preguntó manteniendo su distancia.

—Dice: extracción en experimento vivo —Zemo presionó sus labios en una fina línea. La escena era suficiente para revolver su estómago con cierto asco, y no quería darle esperanzas a la rubia—. Deberíamos ir a buscarlo.

—Espera.

Le tomó un buen instante volver a ponerse en marcha. Su cuerpo se sentía apagado a pesar de la adrenalina que aún corría por sus venas. Pero cuando lo hizo, se avalanzó directamente sobre los archivos en el escritorio principal. Desparramó algunas hojas sobre la madera y leyó rápidamente entre las líneas.

Una palabra hizo que su corazón diera un fuerte y doloroso salto tras su pecho: producción.

Hablaban de sus creaciones como producciones; como simples productos que podrían elaborar en masa para crear un ejército comandado por quien tuviera el poder sobre ellos. En ese caso, el gobierno de Estados Unidos. Y mientras más leía, más entendía porqué el interés recaía en River, y no en la fabricación de un nuevo sérum.

River había crecido aceleradamente en un ambiente controlado y manejado por su creadora. Con un cerebro aún en desarrollo y pleno crecimiento, una creación como River podía ser un salvador o un destructor. Eran demasiado fácil mermar la brújula interna de moralidad cuando se controla a otro en su totalidad; y luego producir la catástrofe era lo más simple.

Corromper una mente que ni siquiera sabía lo que la bondad, que nunca había presenciado compasión o cariño era un trabajo sencillo. Una mente que no tuviera recuerdos de otra vida que pudiera entorpecer su misión. Necesitaban de una criatura sin pasado, sin pensamiento crítico, y condenada a no ser nada más que un mero títere que llenaría sus manos de sangre sin saber qué era lo que hacía.

Ese era el gran fallo del plan de HYDRA con el Soldado del Invierno: él aún mantenía memorias de su pasado, que debían borrar una y otra vez. Experimentos como River serían un lienzo en blanco en el que el gobierno podría moldear y trabajar a su gusto.

Cuanto más vacía el alma creada para destruir, mejor.

—Debemos irnos, Clover. No podemos perder más tiempo —Zemo se movió para tomar su brazo con delicadeza, intentando traerla de regreso a la realidad.

La rubia asintió, pero no logró moverse. El dolor y el enojo comenzaba a carcomer su pecho; a pesar del desastre de sus pensamientos, era bastante consciente de que todo aquello que estaban haciendo era en base a su propio trabajo. Sus descubrimientos, sus avances, sus experimentaciones. Todo era usado para crear... monstruos.

Zemo tiró de su brazo con mayor insistencia, y pareció activar su cerebro. Sin demasiado cuidado, tomó las hojas que parecían más relevantes, y las metió debajo del chaleco antibalas. No estaba segura si podría servirle, pero entendía que no podía irse de allí sin pruebas de lo que sucedía. 

Esa era la parte en donde Clover realmente se sentía parte de una misión: corriendo por los pasillos con un arma en mano y las pruebas justo sobre su pecho. En ningún momento de su vida había imaginado un instante como aquel. Siempre había querido esa vida tranquila y controlada dentro del laboratorio. Pero la adrenalina que llenaba su corazón era un sentimiento especial. Extraño, quizá. Pero sin dudas, necesario.

Siguió a Helmut de cerca, casi pisando sus talones mientras recorría el lugar guiado por las indicaciones de los planos. Sólo debían pararse detrás de una puerta de seguridad y hacer una seña a la cámara para que fuera abierta. Barnes se encargaba de ayudarlos en su camino desde el cuarto de control.

Tras subir los pisos que los separaban, y acercarse al área de máxima seguridad, Zemo comenzó a dar pasos más lentos. Era allí cuando su expresión realmente cambiaba. Si antes se encontraba preocupado, ahora estaba aterrado. Ya no había marcha atrás;  si allí los descubrían, no podrían escapar sin fuerza bruta.

—Espera... —la mujer casi chocó contra él, pero la palabra de advertencia le dio un sólo instante para evitar que su cara quedase estampada contra él. Zemo se giró para verla seriamente—. No nos detendremos sacar a River de aquí, ¿si? Si intentan atraparnos, tú seguirás hasta poder salir.

—Entiendo.

—Yo me quedaré atrás en caso de que vengan tras nosotros —explicó brevemente, bajando su tono de voz—. No dejes que te atrapen; no lo permitas.

—No lo haré.

—Sigue las indicaciones de Barnes, él podrá brindarte una salida segura de aquí.

—¿Podrá ayudarte a ti si te atrapan? —Consultó en un murmullo, con sus ojos fijos en los de él.

—Sólo tendrás un escape seguro si yo genero una distracción —una pequeña sonrisa nostálgica se dibujó en sus labios. Sus ojos brillaban, entre lo que pudo ser y lo que era; ante todo lo que había deseado—. Si vienen por nosotros, sólo yo quedaré atrás.

Por un instante, todo se llenó de silencio. El primer pensamiento de la rubia fue que el sokoviano volvía a mentir. Caía en el patrón irrompible en el que buscaba sacar ventaja. Pero todo dentro de ella le indicaba que era verdad: había algo pequeño y honesto en sus ojos color miel que delataba que, por primera vez en mucho tiempo, decía nada más que la verdad.

Había dejado su experimentación sobre la honestidad de Helmut Zemo abandonada solo unas horas atrás, pero ahora volvía a abrirla con la prueba fehaciente de que allí existía algo más. Algo que había estado ignorando. Algo que... la asustaba.

Una vez más, volvía a sentirse expuesta. Como cuando unió su camino al de él por primera vez, y creyó que el sokoviano podría ver todo aquello que ella deseaba ocultar. Sus manos temblaron ante la idea, incluso cuando él ya conocía toda la verdad. Se aferró al arma que portaba para disimular la reacción natural de su cuerpo. Pero estaba segura de que él lo notaba.

Era un intento de despedida. O al menos, el sokoviano intentaba no brindarle esperanzas que la llevarían a intentar salvarlo a pesar de las consecuencias. Si todo salía bien, ni siquiera debían volver a hablar de ello. Pero si todo salía mal, al menos había intentado explicarle su verdad.

Aún un poco insegura, Clover tomó acción. Primero, agarró el chaleco del soldado de la parte superior para acercarlo a ella. Luego, depositó un pequeño beso en su mejilla, tomándolo por sorpresa.

—Gracias —y con ello, intento concentrar todo aquello que había quedado pendiente entre ambos, con la efímera esperanza de que eso no fuera todo.

Una bella sonrisa se dibujó en los labios del sokoviano, una honesta y pura. Fue sólo un instante en que todo pareció regresar a la normalidad, y donde la misión que estaban por realizar no existía. Pero duró exactamente el tiempo en que Barnes pudo contener sus palabras.

—Saben que los veo por las cámaras, ¿no? —Bucky habló intentando no reirse de la escena.

—¿Qué ocurre? —Sam sonaba preocupado.

—¡Nada! ¡Todo está bien! —La rubia se apartó de Zemo dando unos pocos pasos hacia atrás—. ¿Vamos?

A pesar de su pregunta, Zemo no se movió de su lugar, pero sus ojos seguían brillando mientras la veía.

—¿Qué?

—Eso fue breve... pero tierno. Espero que una vez que esto termine, vuelvas a hacerlo.









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Bueno, hice lo impensable: corté un capitulo a la mitad 😂

Por supuesto, quería sacar este capitulo completo, pero sobrepase las 12mil palabras y me pareció demasiado para sacarlo en una sola parte, teniendo en cuenta que mis caps suelen tener una media de 5mil o 6mil palabras.

La segunda parte sale en los próximos días porque quise cambiar algunos detalles, y ahora tengo que hacer algunos cambios extra para que esté todo acorde. Pero no tarda en llegar 🙌🏼

¿Qué les pareció este cap? ¿Y el final con Clover dándole un beso a Zemo? ☺️

Nos leemos muy pronto con la segunda parte de este cap!

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