ꕤ「prólogo」

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Jungkook ni si quiera sabía cómo es que había terminado en el interior de su auto con su saco arrugado, su camisa abierta a la par sobre su pecho, su corbata deshecha en su cuello y sus pantalones hasta la altura de sus tobillos, y sobre todo, tampoco sabía cómo es que tenía a aquel lindo chico de ojos verdes y rizos color rubio gimiendo de placer y brincando sobre su polla como todo un profesional, solo sabía que se sentía en el mismo jardín del Eden, donde ese mismo ángel de ojos esmeraldas se había encargado de llevarlo al hacerlo sucumbir ante sus encantos, los cuales aún no terminaba de poder descifrar cómo lo habían envuelto tan rápido.

El ojiazul se sentía en una fina línea entre el cielo y el infierno, donde el placer era el intermediario y era lo único que inundaba a ambos febriles cuerpos que ya ardían y eran consumidos por las llamas de la lujuria las cuáles provocaban que sus respiraciones se volvieran agitadas y sus cuerpos se perlaran a base de todo el sudor que producían al estar tan sumidos en todo aquel placer que los llenaba a la perfección.

Lo ultimo que recordaba antes de caer ante los efectos de esos bonitos ojos verdes y esa pequeña boquita rosada, era a su amigo y socio diciéndole que debía divertirse un poco más para relajarse –y vaya que se estaba divirtiendo– y a un hermoso chico rubio con ojos de ensueño, carita perfecta, piel morena y cuerpo de infarto cantando sobre el escenario una canción que justo ahora no recordaba pero que se veía jodidamente bien con su falda plisada con estampado de cuadros a la altura de la mitad de sus muslos, unos converse de color blanco y un abrigo de lana del mismo color que los zapatos que llevaba.

El chico era sumamente hermoso y caliente al mismo tiempo, era la combinación perfecta y Jungkook tenía la satisfacción de tener a quel muchacho brincando con ímpetu sobre sus piernas.

—Ahh, Papi, sii— gritaba el rubio alargando las últimas letras  sin dejar de saltar sobre la dura erección del hombre que lo tenía sostenido fuertemente de su cintura sobre la tela de la falda que ya se le había subido un poco arriba de sus caderas—Más fuerte— rogó en un gemido con voz rota.

El miembro del azabache entraba y salía de la estrechez del rubio en un ritmo lento pero rudo, que lograba golpear en el punto dulce del menor quien solo podía articular gemidos bajos y ruegos por más, rogaba por algo que Jungkook estaba dispuesto a darle justo ahora.

—Mierda, sí, sigue brincando— gimió afianzando más al agarre de sus manos a la estrecha cintura del chico para ayudarlo a subir y a bajar aún más rápido sobre toda la extensión de su polla.

Las manos del ojiazul sobre la cintura del rubio hicieron que el nombre del magnate saliera una y otra vez como una frágil plegaria de los labios color cereza del más joven.

—Ya no voy a aguantar más— se quejó entre lágrimas por todo el placer proporcionado a su menudo cuerpo.

El chico unió sus labios instintivamente, convirtiendo el desenfrenado y descordinado beso en una pelea de lenguas que buscaban dominar a la otra para tomar el control total del beso y choques de dientes mientras el ojiverde daba unos cuantos brincos más antes de que se corriese sobre el estómago de ambos, no sin antes dejar unos rasguños sobre la piel blanca del pecho del hombre que lo estaba tomando tan bien a su parecer.

El rubio no era virgen, ya había estado con otros chicos de su misma edad, pero hasta ahora, ninguno de ellos lo había logrado satisfacer tanto como lo estaba haciendo el hombre de ojos azules, sin duda era una de las mejores cogida que le habían dado, y en su cumpleaños.

Era el mejor cumpleaños que podría haber tenido, agradecía haberle hecho caso a sus mejores amigos de ir a ese bar a festejar.

El ojiazul al darse cuenta de que el chico ya se había corrido sobre su estómago quedando totalmente exhausto, aumentó el ritmo y fuerza de sus embestidas para obtener su propio y bien merecido orgasmo.

be my daddy | kooktae♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora