4. ¿Qué soy tu que...?

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Alessia

01 de septiembre

Cada detalle del lugar me impresiona, ver los detalles de la ciudad, la torre enorme que se puede ver desde aquí. La arquitectura es bonita tan bonita como para plasmarla en un lienzo.

Lamentablemente no sé si pueda pintar por aquí, no poseo ningún material para hacer magia con el pincel. Me pican las manos por trazar, por tocar la pintura por ver un lienzo blanco y luego darle vida.

Desperté hace una hora, hay un reloj en la mesita de noche que marca las cuatro de la mañana, ya es otro día. Seguro que el tipo está durmiendo y yo sigo aquí divagando.

Me ha tratado bien en mi interior lo agradezco, no sabía nada de lo que me esperaba. Llore en la subasta, llore sin importar nada más. Subir a un avión no estaba en mis planes tuve miedo al inicio así que me dio la solución de dormir en el transcurso, agradezco ese gesto.

Luego me quitó esa ropa incomoda que me dieron compro algo más cómodo para viajar. Solo fue amable.

No se que espera de mi o para que me compro.

Los minutos son tan lentos, la cama es más cómoda que la del orfanato tiene una suavidad que cualquiera persona dormiría con mucho gusto pero sin embargo no me acostumbro a lo desconocido. Trato de dormir, no lo logro o quizá solo dormí más de lo normal en el avión.

Ya son las cinco de la mañana, bostezo, mis ojos empiezan a entrecerrarse. Pesan por el sueño que me está llegando a mi cuerpo, al menos valió la pena recapitular un poco del día anterior.

Estoy acomodándome para cerrar mis ojos y dejarme llevar por el sueño. Todo se ve arruinado por el sonido de la puerta, alguien toca el timbre del departamento.

Adiós sueño, adiós descanso. No deja de sonar, toca con insistencia.

¿Me paro para abrir la puerta?, ¿Ya lo habrá escuchado?

Me muerdo el labio entre pararme a ver de quién se trata o ignorar el llamado para dormir las pocas horas que quedan.
En el orfanato teníamos una hora para levantarnos y otra para acostarnos. Reglas, así que nunca he disfrutado de dormir un poco más de lo indicado. Tal vez después.

Me paro de la cama, mis pies están descalzos. No paran de insistir así no van a dejar descansar. Arrastró mis pies hasta donde está la puerta.

Aún me preguntó si debería hacerlo, no tengo idea de quién podría molestarlo tan temprano. ¿Quizá su novia?

Abro los ojos con mucho asombro, ¿la tendrá?, ¿qué dirá de mi?. Mejor no me meto en terrenos ajenos.

Me doy cuenta que hay una pantalla chiquita con unos botones, supongo que tiene contraseña para ingresar. Hay una mesa a un lado, ahí hay unas llaves que tanta suerte debe de haber como para que solo le cerrara la puerta con llave y no contraseña.

Al menos intentémoslo.

Introduzco la llave en la cerradura, solo espero que no me regañe por esto, le doy vuelta en el interior hasta que da click. Bueno, la suerte estaba de mi lado y de la otra persona que se encuentra del otro lado.

Al abrir la puerta veo la figura de una mujer muy guapa.

¡La novia!

Me ve de arriba a abajo. Tiene unos ojos de color gris tan hermoso y claro, no del gris que yo tengo un gris diferente que brilla. Unos labios muy rellenos que la hacen ver tan hermosa.

La mujer es muy bonita podría entender por qué Adrien tiene una novia como ella.

—Eh, hola —me mira con extrañeza—. Creo que no me equivoqué de departamento, es de Adrien.

El heredero Bouffart Donde viven las historias. Descúbrelo ahora