12. Miel en el hielo

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Adrien Bouffart

Rovaniemi, Laponia, Finlandia

Estamos en tierras finlandesas, fueron unas cuantas horas en avión.

Sigo procesando mi boda con Alessia.

Ahora soy un hombre felizmente casado, con una chica hermosa que es mía ahora. Si antes ya lo era, ahora lo es más.

Mi Adrien del pasado seguro se está burlando de mí cuando dije que no me casaría, ahora estoy más que atado.

Hace un par de minutos aterrizamos. Vamos abrigados por la época, la mayoría del año es frío y poco calor.

De aquí nos moveremos más, tenemos un destino al cual llegar. Buscaré a la persona que nos llevará, se supone que nos esperará aquí en el aeropuerto.

Haber buscado el lugar indicado para celebrar la luna de miel no me fue fácil, me la pasé pensando mucho y quería que fuera en alguna playa pero por la época no creía que fuera correcto.

Así que el día que me dispuse a buscar lugares que llamaran mi atención me apareció las auroras boreales solo di click y me llevó a varia información de los lugares. Mientras más leía más me interesaba, después decidí que sería aquí.

Ya tengo todo preparado, reservación donde nos alojaremos y un guía que nos llevará.

Veo a lo lejos el letrero con mi apellido, ahí está la persona que nos guiará. Me aseguré que hable inglés entre otros idiomas.

Traemos equipaje suficiente para esta semana, solo venimos por una semana, no más. Suficiente para que la prensa no hable.

Ayudo con las maletas de Alessia, no dejaré que las lleve ella, son pesadas.

—¿A dónde iremos exactamente? —pregunta mientras nos acercamos al hombre con el cartel.

—Por el momento, allá —le señaló a la persona—, y de ahí iremos a un lugar. Es sorpresa, ya lo verás.

Se ve tan linda con esa ropa de invierno que lleva encima. Sus mejillas están teñidas de rojo, junto a esa nariz.

Dios, tengo unas enormes ganas de tocar esas mejillas, rozar su piel tan suave y sobre todo besarla.

¡Joder!, no debo de hacerlo.

De mi mente no se borra el beso que nos dimos en la boda, eso sí fue un beso, no como aquel en la noche que le pedí matrimonio solo junte nuestros labios y me separe tan rápidamente de ella para no besarla como se debía.

Si estoy un segundo más, más cerca de ella la devoraría, le comería esos labios tan suaves y rojizos que posee.

Es un pecado, es mi pecado hecho realidad.

Estoy rompiendo mis propias reglas, ¿qué sigue?.

A este paso terminaré más que enganchado de esa mujer, mi mujer ahora y por un tiempo indefinido.

Después de la luna de miel tendré que buscar quién es apto para llevar las revisiones médicas o quien este especializado en el campo de la inseminación.

El heredero Bouffart Donde viven las historias. Descúbrelo ahora