Capítulo: IV

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Cuando reine la zozobra.

D Í A  1.

Inspiró hondo, pensaba que el hacerlo llenaría aunque fuere un poco su coraje y no solo sus pulmones, pero el dolor era insoportable, aún más combinado con el de su espalda, que constantemente lo hacía quejarse pese a que ya había tomado analgésicos y reposado.  Conteniendo el aire mientras inflaba las mejillas, introdujo la aguja por la piel de su abdomen para comenzar a suturar las heridas que la sombra le había hecho, no estaba acostumbrado a soportar tanto dolor y en cierto grado le temía a las agujas, pero no podía arriesgarse a una infección o tener que correr a un hospital, su tiempo era limitado y necesitaba trabajar rápido en la investigación para encontrar a su esposa. Tenía un par de conocimientos de medicina, Eliana tenía sus remedios caseros para la fiebre, la tos o la varicela, –el último empleado con un vecinito que solía venderles pan–, pero era una mujer mucho más dedicada a la ciencia que el mismo Cory, aprendió mediante manuales, libros y un taller, primeros auxilios y otros consejos básicos. Ella le enseñó cómo suturar una herida, era tan bueno haciendo su trabajo que nunca pensó necesitar hacerlo por su cuenta un día, no se arriesgaba tanto como un oficial de la policía o un militar.

—Ninguno de los dos sabe lo que va a pasar mañana, y menos vos con un trabajo tan peligroso, es mejor prevenir —le dijo ella, en respuesta de que Cory pusiera los ojos en blanco luego de sacar un botiquín y extenderle una aguja de sutura, iban a practicar con una herida que Eliana se abrió mientras cocinaba el almuerzo, ya había picado la carne, pero inexplicablemente un cuchillo se cayó y le pasó cortando la pierna.

Cory pensó en ir al centro de salud o al hospital para atender la herida, pero Eliana se veía muy tranquila y se negó a ir, él no creía que tuviera tantos conocimientos para poder suturarse bien, era el primero en confiar y apoyarla en todo lo que su esposa aprendiera, pero en temas de salud siempre prefirió a un doctor. Sorprendido se halló cuando ella misma le enseñó a suturar despacio pese a su dolor, temió una infección, pero sanó bien y apenas quedó una cicatriz discreta con un pequeño queloide. Pensaba en ese día mientras introducía la aguja y cerraba la herida con el hilo, había unos cuantos pañuelos manchados con su sangre en el suelo, casi podía escuchar la voz de su esposa diciéndole que la delicadeza hacía más intenso el dolor.

Te voy a encontrar.

Cortó el hilo luego de terminar de suturar la piel de su abdomen, ahora los rasguños tenían tejido un camino grueso subiendo por su ombligo y su vientre, se lavó las manos luego de limpiar con alcohol los elementos del botiquín, para finalmente dirigirse a la cama, en donde se recostó unos segundos. Con su mirada fija en el cielorraso, cerró los ojos, trató de recordar algo de importancia, una sola cosa que le pudiera ayudar a encontrar a Eliana, un indicio, un...

Un diario.

Se apresuró a buscar el cuaderno en el que su esposa había apuntado todo lo que le ocurría mientras estaba inconsciente en las noches. Estaba sucio, manchado de hollín o carbón, olía igual de mal que el resto de la recámara, pero no estaba quemado ni mojado. Al abrirlo, sus páginas crujieron como si sostuviera en manos un libro de colección con muchos años de historia encima, encontró dibujos hechos a crayón negro de las sombras que se habían llevado a su esposa, letras al revés que al escribirlas de nuevo en orden, formaban siempre la misma frase.

"Hágase tu voluntad así en la Tierra como en los cielos"

Aún podía oír las risas de hiena en su cabeza mientras hojeaba el cuaderno, sentía tanta ira acumulada en su interior, ¿qué eran esas cosas? ¿Por qué se llevaron a su esposa? ¿Qué querían? Se propuso encontrar la respuesta, así tuviera que mover el cielo y la tierra por ella. En una de las tantas páginas con aquellos dibujos y la frase de siempre, encontró uno en el que una nueva palabra había sido escrita, en letras grandes y claras, se podía leer:

Líbranos De Tu Mal #PGP2024Where stories live. Discover now