Capítulo Extra: XII

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Lazo de sangre.

Lo único que escuchó en el funesto silencio, fue la puerta labrada en el umbral de piedra cerrándose a sus espaldas, cayó de bruces sobre un piso de madera tapizado con una capa fina de ceniza negra, dedos huesudos sostuvieron su cuerpo por unos segundos para impedir que se lastimase, más tarde; se alejaron con un siseo desvanecido en el aire podrido y caliente que emanaba de aquella habitación. Apenas hubo recobrado la consciencia, Eliana abrió sus ojos batallando contra la soñolencia que amenazaba con desmayarla de nuevo, no recordaba nada de lo ocurrido, tan solo la voz de su amado esposo llamándola y suplicándole alejarse de allí.

Se apoyó sobre la palma de las manos, y alzó la cabeza para mirar a su alrededor, estaba en un cuarto que parecía tener ya un par de años encima, sin ventanas ni resquicios o escotillas, las paredes de madera vieja olían a moho y humedad, no entraba ni un halo de luz; pero parecía como si el suelo estuviera pintado con un crayón viejo de color blanco.

Sorprendida, miró las palmas de sus manos, no había más que ceniza negra manchando sus dedos, de alguna manera, era como si con sus ojos estuviera viendo en blanco y negro, algo que nunca creyó que fuera posible. Se escurrió contra la pared, agazapada y asustada, pensó en buscar una salida, pero la perilla de la puerta a unos metros no funcionaba; o bien estaba trabada, o tan solo era un señuelo, no sabría discernirlo con certeza. Una cama de hierro oxidada a su lado tenía unos grilletes, las esposas revestidas de cuero le parecieron similares a las que usaría alguien que se dedica a la tortura.

Alguien muy sádico mantuvo encerrado a otra persona antes que yo.

Fue lo primero que pensó. Revisó la cajonera, había fotografías viejas con rostros que ya no se podían distinguir, dibujos hechos a carboncillo de sombras diabólicas correteando a cuatro patas en un páramo, y uno más que llamó su atención.

Era de un niño, de no más de siete o diez años.

Una figura alta, con dedos largos y huesudos lo tomaba paternalmente de los hombros, en su rostro cenizo guardaba una sonrisa serrada que solo era eclipsada por la locura escondida en sus blancos ojos brillantes, una lengua bífida salía por lo que tendrían que ser los incisivos, mientras el pequeño sostenía en su mano un libro cuya portada tenía tachones de crayón negro distribuidos por toda lo que vendría siendo la cubierta. Llevada por la intriga, y con la esperanza de que tal vez encontraría algo útil para escapar de allí, comenzó a buscar más dibujos que pudieran tener alguna conexión.

Pero entonces escuchó un goteo, y el serpenteo de unas cadenas arrastradas por el suelo de madera.

Se volvió con el corazón latiéndole desbocado en el pecho, amenazando con salírsele por la garganta, en un principio, sus ojos pavorosos no divisaron nada en la oscuridad de la habitación. Pese a que el crayón blanco trepaba como tachones por algunas de las paredes, no era una luz eficiente para vislumbrar con claridad alguna figura específica, pero pasados unos segundos de escrutar sigilosa los alrededores, fue cuando vio un rastro de sangre que antes no estaba allí, en un principio eran pequeñas gotas, pero a medida que avanzaba; se convertían en charcos y charcos, hasta que finalmente encontró dientes de leche y un dedo.

En la esquina más oscura de la habitación, yacía una sombra, con los dedos de los pies huesudos, magullados y sin uñas, en apariencia era similar a las demás; pero Eliana era capaz de ver la tortura que le había sido infligida muchos años atrás, y cautelosa se acercó. La figura no hizo nada más que encoger los dedos, no se veía asustada ni peligrosa, pero prefirió no correr riesgos, y conservó su distancia tras echar un vistazo a las cadenas y darse cuenta de que estaban roídas por el tiempo.

—¿Por qué no estás con ellos? —Fue lo primero que inquirió. La sombra abrió sus ojos al fin, a diferencia de las demás, no expresaban burla ni maldad, eran ovalados, con preciosos destellos en su interior cintilando como si fuesen dos supernovas. No tenía boca, pero Eliana escuchó una voz.

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