Pocas personas notaban cuando el pulso de George se aceleraba ante la presencia de aquella joven de ojos aguamarina, como el corazón le latía con tanta fuerza que pensaba que en cualquier momento se le saldría del cuerpo, y como sin siquiera notarlo...
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Pov- Saya Wolff.
-2018-
24 de noviembre de 2018, circuito de Yas Marina.
Era la anteúltima carrera del año para la Formula 2.
Y me encontraba caminando de un lado a otro en el garaje de ART Grand Prix, sintiendo el nerviosismo correr por mis venas. Observaba a George y al equipo prepararse para la carrera, y aunque intentaba mantener la calma, la ansiedad me invadía.
George había brillado a lo largo de la temporada, acumulando 7 victorias y otros 4 podios. Sin embargo, la sombra de Alex Albon seguía presente, a pesar de ser el único posible a robarle el campeonato, una brecha de casi cuarenta puntos los separaba en la clasificación general.
Esta carrera era vital.
Me mordía el labio nerviosamente mientras veía a George ajustarse el traje y conversar con su ingeniero. Sabía lo importante que era esta carrera para él, y no podía evitar sentirme ansiosa por el resultado.
Me acerqué al piloto con paso decidido, tratando de mantener la calma a pesar de la tormenta de emociones que me embargaba.
—George —llamé suavemente, colocando una mano en su hombro para llamar su atención.
Él se giró hacia mí, su rostro serio pero determinado mientras conversaba sobre cosas técnicas del auto.
—¿Saya? —preguntó, sus ojos azules miraron a los míos en busca de consuelo.
Cuando me vio todo su rostro pareció relajarse, y una sonrisa brillante ilumino su rostro.
Respiré profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que sentía.
—Solo quería desearte suerte, Georgie. —dije con sinceridad, sonriendo débilmente para transmitirle mi apoyo.
Su expresión seguía suavizándose ante mis palabras.
—Significa mucho para mí tenerte aquí. —respondió con gratitud, su mano buscando la mía y entrelazando nuestros dedos con ternura, y con disimulo.
Viendo a cada lado, para asegurarnos que nadie nos estuviera viendo.
Nos quedamos en silencio por un momento, dejando que el peso del momento se asentara entre nosotros.
Podía sentir la tensión en el aire, pero también la profunda conexión que compartíamos, un lazo que trascendía las palabras.
—Vas a hacerlo genial, George. —dije finalmente, apretando su mano con fuerza. —Confío en ti.
Sin decir una palabra, su mano apretó la mía con más fuerza y su mirada se volvió más intensa, como si estuviera comunicándome su determinación y agradecimiento de una manera más profunda que las palabras.
