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El desayuno estaba siendo delicioso, nada mejor que un ciervo recién degollado por la mañana.

El sabor era exquisito, la carne jugosa y chiclosa era masticada con estusiasmo por Alastor, el sabor metálico de la sangre del animal que se metía entre sus dientes era adictivo. Quizás podrían decirle que era poco higiénico tener el cadáver sobre la mesa y comer de él sin más, pero no podían negarle que era mucho más cómodo. Sólo enterrar el tenedor, cortar y desgarrar hasta sacar un pedazo y luego degustar.

Aún recordaba la primera vez que Lucifer tuvo que lidiar con su peculiar alimento en el palacio, en vez de conseguir algo que desayunar se encontró con el cadáver de un ciervo metido en la nevera. Recordó los gritos y la furia en aquellos ojos rojos.

Soltó una risa amortiguada, realmente fue hilarante ver al pequeño gruñir como un perro rabioso. Quizás fue la primera vez que sintió miedo real por un enfado del rubio, pero jamás dejó de ser gracioso.

— ¡Alastor!

Ugh.

Miró a la chica en su puerta y luego a su comida, repitió la acción un par de veces, pero al parecer la señal no fue obvia, Vaggie no se fue.

— ¿Puedes irte? — Preguntó. — No he terminado de desayunar.

— Estos huevos son una plaga, quiero que te deshagas de ellos.

Detrás de Vaggie se encontraban los pequeños secuaces de Sir. Pentious, para poder redimirse tenía que dejar de crear artefactos que pudieran herir a alguien y si eso significaba mantenerlo alejado de sus huevos, quienes les ayudaban en sus inventos, lo haría. Pero la única persona disponible era el caníbal que en ese momento se acercaba a ella entusiasmado.

— ¡Pues debiste decirlo antes! — inmediatamente invocó su bastón y caminó hacia la más baja. Finalmente algo con lo que sí estaba familiarizado. — Será un gusto.

— Sin dañarlos.

Se decepcionó, pero era esperable.

Ya no es tan estimulante. — Volteó para sonreír con malicia. — En fin, tendré que divertirme a MI manera después. — Se retiró de la habitación, los huevos lo siguieron de cerca.

— Antes de que te vayas debo hablar contigo. —  Vaggie notó el cadaver en la mesa, lo podrido que se veía y como la sangre cogaulada caía al suelo. Eligió un mal momento. — Ay no, que asco.

El demonio retrocedió unos pocos pasos, ladeó su cabeza con curiosidad. — ¿Sí? — Los huevos se acercaron de igual forma, tomando los bordes del pantalón de Alastor mientras observaban.

— A solas.

— ¿Oh? — Pateó sin mucha fuerza a los pequeños secuaces y caminó de vuelta a su habitación, se quedó a un lado del marco e inclinó si cabeza hacia adentro. — Adelante entonces.

El novio de papá. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora