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— ¿Terminaste?

Preguntó sin quitar la mirada del camino, dando pasos tranquilos y lentos, tomándose todo el tiempo del mundo en llegar a su propia habitación mientras el pequeño rey continuaba siendo cargado en sus brazos. El ruidoso y exagerado llanto ya había cesado pero las gotas saladas seguían corriendo por las ruborizadas mejillas del rey, indicando que la emoción seguía viva en él, pero finalmente apaciguada. Lucifer no podía distinguir si aquello era debido a que, pues, el momento ya había pasado, o porque el hecho de estar siendo cargado por su prometido había hecho efecto en él.

No contestó a la pregunta del demonio, en cambio, simplemente frotó su rostro en el hombro en que estaba recostado, cerrando sus ojos y oliendo el aroma de su pareja. Como un pequeño gatito que se acomodaba para dormir, Lucifer hizo lo mismo procurando acercar su cuerpo al ajeno lo más posible, buscando sentirlo físicamente. Lo había extrañado, había extrañado tanto la calidez que le daba su novio que justo en ese momento se sentía en el paraíso, el verdadero paraíso. Tan en calma como hace meses no estaba, se sentía seguro allí, en su lugar feliz donde ellos dos eran lo único en que podía pensar.

Un par de lágrimas más y su silencioso llanto por fin se detuvo, dejando el rastro oscuro del maquillaje como única prueba de sus sentimientos derramados. Respiró lentamente, rogando que el viaje al cuarto fuera eterno, no quería que se acabase nunca. Estaba tan cómodo y en paz que incluso podía quedarse dormido.

Pero no lo hizo. Luego de tantos meses lejos de Alastor no quería desperdiciar ni un segundo, dormiría luego de besarlo hasta cansarse y recordarse a si mismo lo bien que se sentía simplemente estar a su lado, compartiendo el mismo espacio que él y apreciando su belleza.

Porque Lucifer adoraba observar a Alastor hacer cualquier cosa, estaba enamorado de su forma de hacer las cosas, de sus expresiones, de su forma de hablar, de su forma de caminar, de su forma de reir, de las manias de las cuales no era conciente como arreglar su flequillo cuando se aburria, de la elegancia y delicadeza de sus gestos, de como maniobraba su bastón ágilmente, de como su cabello danzaba en el viento y también el como sonreía, porque sí, a pesar de hacerlo todo el tiempo, el rey adoraba ver esa linda curva en sus labios.

Lucifer podría permanecer horas admirando la belleza del demonio, la belleza que traía con cada mínima cosa que hacía y aquella que lo hipnotizaba en casa ocasión en que veía a su amado.

Y es que para Lucifer, Alastor era su musa, quien lo inspiraba y lo llevaba por el camino del arte de amar y ser amado. Tan majestuoso y bello que se sentía incapaz de alguna vez agotarse de mirar la mejor obra de su padre, porque definitivamente ese título del ser más hermoso de la creación no le pertenecia, sino al hombre que en ese momento lo sujetaba firme y gentil.

— ¿Chéri?

Cómo una pequeña burbuja explotando, despertó.

— ¿Mm... ? — Contestó sin abrir los ojos.

El novio de papá. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora