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Alastor se apoyó en su bastón, observando a su prometido con una sonrisa de labios confiada.

Déjenlo adivinar.

Un número musical completo dedicado a Charlie para dejarle en claro la capacidad de su poder y estatus para ayudarla en todo lo que necesite y quiera, acompañado de estatuas con su rostro, clones de si mismo y cantando sobre lo genial que es en cada línea, y por qué no, también demostrando cuan rico era, después de todo estamos hablando del Rey del Infierno, "dueño de todo".

No tuvo dudas cuando escuchó un estridente sonido de trompeta y lo vio deslizarse en el suelo ágilmente.

El salón había cambiado por completo en un parpadeo, llenándose de luces y lo que parecía una carpa de circo, porque claro, también aplicaria su afición por los circos. Parecía imposible para el soberano hacer algo que no incluyera alguna de sus fijaciones y/o gustos particulares.

¡Una ayuda es vital!

Observó en un divertido silencio como Charlie era tomada como rehen por los probables próximos tres minutos, siendo jalada de un lado a otro para ver a su padre lucirse en poder, brillo, color y abusando del recurso de clonación. Sí, Alastor era crítico, no es una sorpresa.

¡De tu señor el infernal! — Ahora en un trono, fuego ardiente salía del suelo para darle la iluminación imponente que Lucifer buscaba para demostrarle a Charlie lo literales que eran sus palabras. Ella no tenía oportunidades de hacer otra cosa que contemplar todo lo que le mostraban con ojos asombrados, ni siquiera sabía en qué momento había cambiado el lugar en donde estaban, pero la vista era impresionante.

En cambio, Alastor no estaba sorprendido por nada de aquello.

Ya estaba muy acostumbrado a las canciones ocasionales del rubio, en el palacio las oía todo el tiempo, ya sea para cantar sobre cuánto amaba los panqueques y patos, sobre cuan feliz estaba por tener un anillo hecho por él, sobre cuánto le jodia su ex-esposa, sobre cuánto extrañaba a su hija, cuando cuánto lo amaba, entre otros. No le molestaban, al contrario, al ser también un fiel amante de la música no podía negar que eran disfrutables, sobre todo cuando lo invitaba a unirse y terminaban recorriendo todo el palacio mientras cantaban melodías como si la cocina, el salón de estar, sus habitaciones y los pasillos fueran algún tipo de escenario dedicado únicamente a ellos dos.

Alastor jamás había conocido lo que era el ser realmente libre hasta que conoció a Lucifer, y era exactamente por eso siempre y cuando sea la voz de su rey, él no se quejaría.

También admitia que había extrañado escucharlo cantar en persona y no a través de una radio. La voz de Lucifer era hipnotizante, poderosa y a la vez armoniosa, un deleite para los oídos de cualquiera, poder escucharlo en vivo y en directo era una fortuna ocasional que todos aquellos seres inferiores debían agradecer.

El novio de papá. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora