¿bailarás a este son y estrecharás a tu amante?

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 ❝ Horas antes de la boda concertada de la princesa Furina, Neuvillette, su sirviente, la ayuda a terminar de arreglarse. No pueden evitar pensar en qué hubiera ocurrido si las cosas hubieran sido distintas. ❞

( Semana Neuvifuri día 2: AU realeza )

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Cabellos albinos se escurrían entre sus finos y largos dedos. Blancos como la seda que adornaba y se apegaba al cuerpo de la futura reina. Vestida de novia, se maquillaba mientras Neuvillette terminaba de peinarla.

Parecía un ángel. El vestido era lo único que Furina pudo elegir, lo único suyo en toda la ceremonia. Era rimbombante y voluminoso, caía a sus lados elegantemente estando sentada.

El corazón de Neuvillette se encogió desde la noticia predecible. Apenas dormía por las noches, ni se centraba correctamente en su trabajo. Furina iba a casarse con el príncipe concertado que eligieron para ella.

Le frustraba la mera idea, pues no era lo que su señora quería. Desde pequeños, sus expectativas de futuro fueron marcadas para ambos, escritas desde antes de sus nacimientos. Aun así, recordaba las conversaciones y juegos con Furina como oro en paño.

Aunque eran princesa y sirviente, eso no les impidió actuar acorde a sus edades cuando estaban solos.

Pese a los caprichos de su alteza, se volvieron cercanos. La diferencia de roles se volvía difusa cuando pasaban tiempo juntos, desde siempre. En ese mundo de adultos, fueron los únicos niños una vez.

Ahora, pertenecían a ese grupo insatisfecho de sueños frustrados. A los que miraban al pasado con nostalgia, pensando en qué hubiera pasado si las cosas fueran distintas. Todo menos haber permanecido a su lado hasta entonces. Neuvillette esperaba seguir en este hasta el fin de sus días. Ese era su destino, su deber... Y lo que más deseaba.

Gotas de lluvia chocaban impetuosamente contra la ventana mientras el cepillo llenaba el silencio del interior.

No notaba a Furina convencida del todo con la idea. Dudaba de si había dormido por cómo aplicaba ese color carne bajo sus ojos. Al percatarse de que la miraba, habló de inmediato.

—¿Te acuerdas cuando de niños solíamos jugar a príncipe y caballera? Era yo la que se empeñaba en salvarte en cada situación.

Recuerdos inundaron sus memorias. Una calidez se prendió en su pecho, acompañada de una levísima sonrisa. Neuvillette y ella llevando capas el doble de grandes que ellos, coronas y espadas de madera que simbolizaban su rango ficticio.

—Sí, aunque nos turnábamos. Siempre te ha gustado actuar en distintos papeles. Has nacido para las artes, Furina.

Los su alteza en privado estaban prohibidos, por supuesto.

La mirada de Furina se ensombreció. Neuvillette pausó su cepillado, aunque ella prosiguió resignada.

—Nacida para ser princesa, más bien. Para casarme con un hombre al que no amo y quedarme atrapada por siempre entre estos muros. Quizás en otra vida...

Neuvillette guardó silencio. Cada palabra que decía avivaba su propio malestar. Con la mirada fija en sus cabellos, los acarició.

—¡El maquillaje! —refunfuñó—. No, no...

—¿Qué sucede?

—Se me va a correr. Venga ya, lo tengo interiorizado desde que nací. ¿Por qué?

Neuvillette se alarmó al ver lágrimas inundando sus ojos, arrastrando maquillaje con las mismas. Guardándose las suyas, dejó el cepillo a un lado. Con los brazos en torno a su cuello, cerró los ojos. Su cara hundida en su hombro. Al poco tiempo, sintió sus manos aferrándose a sus brazos.

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