- EPÍLOGO -

69 6 7
                                    

2 de julio de 1967, 00.32h

-Él ha matado a una persona- insiste

Las lágrimas resbalan por mis mejillas.

-No- vuelvo a negar, de forma no muy convincente.

El hombre suelta un soplido y vuelve a intentarlo.

-Señorita Adderson.

Se sienta en el enorme sillón de detrás del escritorio y saca del cajón superior una bolsa de plástico con una pistola dentro.

-¿Es esta el arma que empleó...?

-¡No!

Me rasco con ansiedad sobre la pierna, rozando mis dedos con la sangre aún fresca.

-¡Haga el favor! ¡No tenemos todo el día!

-Me gustaría ir a mi casa

-Me parece que eso no va a ser posible. Debe responder un par de preguntas y reposará en el calabozo de comisaría hasta que el juez diga lo contrario.

Miro mi ropa. Mi falda negra cubierta de sangre, la cual aún resbala por encima de mis desnudas rodillas hasta los tobillos. Mi camiseta de tirantes bañada en sangre. Tal vez las manchas nunca se irán.

Y no estoy pensando exactamente en la ropa.

-Creo que es suficiente- interviene mi padre -. No se quedará en comisaría, agente, ella no ha sido la culpable. Ha sido el chico.

Me levanto en silencio y noto como mi cuerpo pesa. Pesa mucho.

-¡Vuelva aquí!- grita el agente, haciendo que el bigote que reposa plácidamente sobre su labio superior se tambalee.

-Déjela, ha sido un día largo.

29 de agosto de 1967, 10.23h

Las nubes pasan a toda prisa desde la ventanilla del coche.

Mi hermano, sentado en el asiento trasero, a mi izquierda, lee un libro sin levantar la mirada.

Al final salió bien parado del incidente.

Nuestra relación se basa en mentiras; él no se acuerda que fui yo quien le disparé y yo he preferido olvidarlo.

Ha pasado casi dos meses desde aquel día y solo me había cruzado con los Greasers un par de veces.

Pero no nos habíamos dirigido la palabra desde aquella calurosa noche de principios de julio.

De repente el coche se detiene.

-Nea, ¿puedes ir a comprar una botella de agua?- pide mi madre, entregándome un billete de cinco dólares.

Asiento y me bajo del coche.

El aliento se me detiene cuando me percato donde mi padre ha detenido el vehículo.

Delante de la gasolinera DX.

Camino hacia la puerta con aire dudoso y, cuando finalmente entro, me dirijo al mostrador mirando al suelo.

-¿Nea?- pregunta la inconfundible voz de Sodapop.

Alzo la cabeza.

-Hola

-Te echábamos de menos- murmura este.

-Y yo a vosotros, pero me prohibieron salir sola de noche después de...

Me detengo.

-Tranquila, lo entendemos.

Hay un silencio para nada incómodo.

-¿Qué necesitas?- pregunta Steve.

-Una botella de agua- respondo entregándoles el billete.

Me entregan la botella y el cambio, lo cual rechazo.

-No, quedaos el billete.- insisto.

-¿Quieres ir al Dairy Queen con nosotros y los demás? Plegamos en cinco minutos- pregunta Steve

-No puedo- respondo.- Me están esperando fuera... Me voy.

-¿Te vas?- pregunta Sodapop poniendo los ojos como naranjas.

Me impacta el hecho que, después de todo lo sucedido, no me hagan sentir culpable.

Tal vez es que sean unos buenos amigos.

-Sí, bueno... Mis padres han encontrado un anuncio de una casa en venta en Georgia. Nos mudamos hoy.

Ambos enmudecen y Steve rebusca en su bolsillo.

-En ese caso... Queríamos dártelo cuando pasó, pero... No encontrábamos el momento y...

Saca de su bolsillo un colgante con una chapa plateada.

-Es el colgante de la cárcel de Nueva York de Dallas. Hemos pensado que tal vez lo querrías tener.

Les miro a ambos, dudosa y cojo el colgante.

-Gracias- murmuro rodeándolo con ambas manos.- Bueno...

Ambos salen del mostrador y me abrazan.

No opongo resistencia y cierro los ojos.

Unos segundos después, nos despedimos y vuelvo al coche.

-¿Por qué has tardado tanto?- pregunta papá

-Había cola- murmuro.

-¿Y el cambio?- interviene mamá

-Era justo

-Pues sí que ha subido el precio...- se queja.

Dicho eso, papá pone en marcha el motor y se enzarza en la carretera de nuevo.

Miro el colgante, enrollado en mi mano y, poco a poco, mis ojos se van cerrando hasta haberse cerrado del todo, donde sueño con una Tulsa segura, sin peleas callejeras, ni navajas ni pistolas.

Ni muertes que, aunque intentes olvidarlas, te quedarán grabadas siempre en la memoria.

𝘾𝙊𝙉𝘾𝙀𝘼𝙇𝙀𝘿 𝙇𝙊𝙑𝙀 | THE OUTSIDERS (D.W.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora