3 ¿Por qué no enviarlas?

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🍪 Aleix Herrera. 🍪

Noto al repartidor salir de la tienda de enfrente y una sonrisa intrusa sale de mis labios. 

¿Ya recibiría las flores? 

—¿Oye, Eix, estás bien? Tienes medio día mirando al ventanal de la tienda de flores ¿es qué quieres comprar flores acaso?—pasa interrogando Ivar, mi mejor amigo que también me  ayuda en mi tienda de dulces. 

Bajo las comisuras de mis labios para mirarlo serio. 

—Solo quería saber si nuestra querida vecina había recibido mi pequeño regalo 

Me encojo de hombros pasando por su lado hasta la zona de la caja registradora, para comenzar a atender y cobrar a los cinco clientes que habían llegado. 

Un grupo de chicas, claramente tenían que ser chicas, con mi mejor rostro de aburrimiento las miro. 

—Hola, buenas tardes ¿Qué les gustaría comprar?—pregunto de la forma más amable posible. 

El grupo se me queda viendo por unos instantes e Ivar se posiciona a mi lado. 

—¿Todavía sigues molestando a la vecina?—cuestiona. 

Una de las chicas comienza a pedir su orden haciendo posible que ignore las palabras de mi fiel amigo. 

Una de las chicas comienza a susurrarle en el oído algo a la que está pidiendo haciendo que esta se ponga tan rosa como una rosa. 

Hablando de rosas ¿Cómo habrá reaccionado Margarita cuando le llegaron las margaritas amarillas? Es tal cual su nombre y le luces tan bien, lo malo es que no le gusta el amarillo. 

Y es mi color favorito. 

Seguía ensimismado en mis pensamientos sobre la pequeña rubia de ojos color miel y una cara tan blanca como la porcelana, parecía a las muñecas de colección de mi hermana menor. 

—¿Disculpa, me podrías dar tu número?—me pregunta la chica a la que atiende haciéndome sentir totalmente incómodo. 

Esta ya sería la quinta vez este día y solo llevamos un cuarto de día abiertos. 

Pongo mi mejor sonrisa, para nada forzada del mundo y cierro mis ojos conteniendo mis ganas de ser totalmente indiferente e ignorarlas. 

Es por los clientes. 

—No—contestó pasándole el cambio—, que tengan feliz día, vuelvan pronto. 

Me despido y le señaló la caja a Ivar quien está parado a un lado entregando mientras escucha absolutamente todo y trata con las mayores fuerzas posible no reírse de mi cara. 

—Quién te manda a no estar con tus oficios en la cocina. 

—Pero… —bufo alargando la última vocal para decir algo a mi defensa; sin embargo,  no consigo una excusa bastante creíble para alguien que me conoce como mi madre. 

—Le hubieras dado tu número, ya tienes edad para casarte—se burla. 

—¿Estás insinuando que con veinticinco años soy un viejo? 

—Claro que sí, ya hasta te suena la rodilla—lo miró mal antes ello—, ya en serio ¿por qué nunca das tu número a las chicas? Tienes una fila de mujeres muy guapas esperando por ti. 

Ruedo los ojos, mientras sigo entregando las órdenes. 

—Pero a mi no me gustan—aclaro sin más, mirando por la ventana intencionalmente encontrando a una pequeña flor amarilla muy alegre sacando rosas distintas de cada maceta. 

A Margarita no le gusta el amarillo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora